Blanco vs Blanco[Break]

¿Tanto se había enfadado Sharon como para abandonarlo a la hora del té? ¡Pero si tan solo había hecho una crítica constructiva a su último libro de romance! ¿Qué de malo había en eso? Después de todo ella había pedido su opinión. No era su culpa que el caballero de la historia fuese en extremo meloso y la protagonista una dama fácil de deslumbrar, la próxima vez recordaría no enumerar todos los defectos que encontraba a la historia.

Hizo una mueca de capricho y al mismo tiempo tamborileaba los dedos sobre la mesa. Bueno, si ella pensaba privarse del té y los pastelillos, perfecto; pero él no haría lo mismo. –Más para nosotros, ¿cierto Emily? – dijo el sombrerero a su eterna compañera situada como de costumbre sobre su hombro izquierdo –¡No estes tan seguro!– habló la muñeca con su voz traqueteante y discorde con su vestimenta rosa.  –¿Lo dices por la visita? Pero ella no quiere pastel– aseguró empuñando un tenedor–  …de lo contrario habría bajado de ahí desde hace un rato para acompañarnos.– terminó el tuerto de explicar y justo al terminar de hablar clavó el cubierto en el centro de una rebanada de pastel  con cubierta de nuez. Por un momento dio la impresión de que la muñeca movía ligeramente la cabeza como si hubiese querido voltear hacia el árbol, pero en ese preciso instante su propietario la retiró de su hombro y la colocó sobre la mesa, junto a una de las tazas de té.

Acabó pronto con esa pieza de pastel y se dispuso a elegir una mas de entre las que había sobre una charola. Indeciso paseaba la vista por toda la mesa. –Es la primera vez que alguien burla la guardia de esta mansión, ¿me permitirás conocer tu rostro o tendré que sacarte de ahí? – sus sentidos siempre se encontraban alerta, por eso se percató de que alguien los observaba desde el árbol, aunque no estuvo completamente seguro hasta pasado un rato. No le gustaba la idea de que existiera alguien tan sigiloso, mas tampoco podía decirse que le preocupara. Bebió un poco de té y ansioso por alimentar su  curiosidad echó la cabeza hacia atrás, poco faltó para que el flequillo dejase expuesta su carencia de orbe izquierdo.

¡Oh! Así que se trataba de una damisela. Calcular la edad en base a su voz podía ser engañoso, aunque tampoco importaba demasiado. Lo que sí se robó su atención fueron las preguntas formuladas con tanta seguridad. No cabía duda, la habitante del árbol se sentía superior y eso podía deberse a dos cosas: o era una ingenua de lo peor, o tenía verdaderamente una carta fuerte bajo la manga, ¿o bajo la capa? Quizá ambas…

–Así que… tu capa es roja. – murmuró para sí, hurgando entre el árbol con la mirada unos segundos más. Pasado ese breve tiempo se enderezó en su asiento, dejando el tenedor sobre el mantel de la mesa. –¿Pandora? – repitió como si fuese un término ajeno a el. Al ponerse de pie tomó su bastón que había dejado recargado por ahí y sobre el apoyó ambas manos. –¿Por qué habría de responderle a alguien que no es capaz de dar la cara? Si bajas de ahí podremos presentarnos debidamente y entonces tal vez “coopere”. – Ajá, claro. –Incluso podríamos intercambiar mi blanco por tu… rojo, preferiblemente antes de que tu capa se torne negra.– sugirió casi con felicidad. Si quería indirectas, indirectas le daría. –¡Anda! Ven y juguemos justamente a hacer preguntas...

Menuda sorpresa, ¡encima la desconocida se sentía orgullosa de su capa roja! Era pronto para relacionarla con ciertos encapuchados rojizos ‘de leyenda’ pero también le resultaba inevitable pensar en ellos, especialmente por la calidad de contrincante que al parecer tenía delante.

Él, que pocas veces daba importancia a los que otros decían sobre su persona, no se mostró para nada contento con lo que la chiquilla le dijo. Prácticamente lo estaba llamando indecente, y no fue precisamente el que lo considerara como tal lo que lo molestó, sino el desparpajo con que lo dijo y el atrevimiento de criticarlo como si tuviese derecho a hacerlo. Mocosa irreverente.

–Tu no eres precisamente una dama, o mejor dicho, de dama no tienes nada.– dijo con burlona sonrisa aunque no pudo evitar fruncir el ceño. Permaneció completamente quieto al percibir que la desconocida cambiaría de posición, era de esperarse que se moviera contra él por eso no se inmutó, mas no imaginó que la invitada sería dueña de semejante precisión con el filo de su arma. Ahora ya se hacía una idea de qué usaba para atacar, y también de que no debía confiarse demasiado.

Puso expresión apática y se llevó una mano al cabello, allí donde acababan de cortarle unos cuantos. Se notaba que su… “compañera de juegos” era en efecto infantil. Break giró para verla de frente y al encontrarse con su mirada esbozó media sonrisa, con un toque de divertida malicia. Presentía que cruzar palabras con ella sería divertido pero a la vez un pequeño dolor de cabeza, como le sucedía con todos los niños. –Uhm… me temo que se me ha esfumado la amabilidad. Así que no te lo diré si tu no lo haces primero.– bien, él tampoco se distinguía por actuar precisamente con madurez –Nada me asegura que  cumplirás con tu parte, señorita de la horrenda capa roja~ dijo con saña. Sujetó el bastón y despreocupado comenzó a hacerlo girar. Con la otra mano sacó un chocolate de su bolsillo y con pericia de años le retiro la envoltura con esa misma mano, se lo echó a la boca y el envoltorio lo apretujó hasta compactarlo. Esa basura dorada se la arrojó con descaro a la cabeza a la “entusiasta” señorita. De cualquier forma ya le había llamado indecente.

–Fuerte y claro por favor. Con la correcta reverencia de una damisela educada y delicada.– pidió ensanchando la sonrisa. –Después de ti haré mi parte.

Cantó victoria en su cabeza al ver que su provocación surtía efecto. Quizá habría sido mejor no invocar el enojo de su ya evidente contrincante, pero entonces todo sería aburrido y él quería divertirse, como siempre. Además, confiaba toneladas en su propia habilidad por lo que no se preocupó de terminar envuelto en un problema del que no pudiese salir bien librado.

Atacar siendo presa del enojo no siempre daba puntos a favor, por eso cuando la chica quiso atacarlo con el arma que tenía en la diestra, Break fue capaz de esquivar sin mayor problema. Había sido fácil de leer pero pronto descubrió que tendría que invertir más atención si quería hacer lo mismo con los siguientes movimientos de su atacante porque… resultó ser más rápida de lo que el peliblanco pensó en un inicio.

La burla se borró momentáneamente de su rostro, estaba concentrado en evitar el filo de las armas cuyo diseño aún le era desconocido y para hacerlo empezó a bloquear algunas de las estocadas con el bastón. El problema vino cuando la anónima jovencita se abalanzó por segunda vez contra él con mayor potencia y entonces el tuerto optó por rápidamente interponer el bastón  sujetándolo a dos manos, entre el arma de ella y su persona. ¡Oh! ¡Pero el filo del enemigo estaba mellando la cubierta de su espada!  Y eso… no le gustó.

–¿Qué no te ha enseñado tu molesta hermana a no dañar propiedad ajena?– dijo con media y forzada sonrisa, frunciendo ligeramente el ceño al tiempo que se zafaba del golpe que había estado reteniendo para no ser herido. También se desplazó rápidamente hacia la derecha, unos tres pasos de modo que no estuviese inmediatamente al alcance de su contrincante. –Parece que hoy estas de suerte, niña. Me has “convencido” de jugar con más entusiasmo.– dijo al desenfundar su arma, conservando la funda en la mano izquierda –¡Te sacaré ese nombre a la fuerza!– y se dejó ir contra ella.

En algún segundo del trayecto hizo girar la muñeca de su mano derecha para que su espada tomara el ángulo necesario y poder hacer un corte sobre el hombro de la niña. Si conseguía herirla lo suficiente tal vez soltara el arma. ¡Quería saber con qué exactamente lo estaba atacando! Solo así podría defenderse con mayor eficiencia y sin llevarse molestas sorpresas. Su ataque fue firme y sin restricciones, dependería de la habilidad contraria el impedir que la espada del sombrerero le arruinara la capa y algo más.

Su sonrisa se ensanchó al sentir como el filo de su espada hacía contacto con el cuerpo de la mocosa, abriendo la piel aunque no fuese lo suficientemente profundo. Lástima que eso no bastó para hacerle soltar el arma de esa mano a la desconocida, eso le decía que además de hábil en combate, su contrincante tenía la suficiente experiencia como pasa saber que jamás debe uno desprenderse de su arma. Hacerlo sería casi como darse por muerto.

Pero el único ojo del sombrerero parpadeó incrédulo, al menos al principio, porque después frunció el ceño y en su cara no quedó atisbo de buen humor. Con el último movimiento la punta de un arma en la mano de su enemigo se había hecho visible, tal vez era pronto para afirmarlo pero le pareció que podría coincidir con el perfil de una daga, solo que, por la distancia que calculó entre la mano de la chica y la punta del arma, ésta debía ser más larga y ancha que una daga normal. ¿Desde cuándo las señoritas utilizaban armas tan… peligrosas?

¡Ah! pero ese pensamiento no fue lo que acabó con la sonrisa del peliblanco, lo que en realidad melló su casi impecable humor fue el rostro que quedó a la vista cuando la capucha roja se deslizó, dejando en evidencia una cara conocida pero que nada coincidía con la personalidad que él le conocía, o que creía conocerle. –Echo…– No, ¿una gemela tal vez? se preguntó internamente, confundido y haciendo todo lo posible por resolver sus propias dudas en la cabeza. Lo más preocupante de todo, era el que estuviese vistiendo una capa roja. Sabía de unos cuantos rumores sobre los Baskerville, pero hasta ese momento nunca había tenido oportunidad de encontrarse con uno, o con quien podría ser uno de ellos, porque claro, no iba a darle por hecho.

–¿Mad Hatter?– repitió, obligándose a dejar la sorpresa atrás –Si lo fuera… ¿haría eso alguna diferencia? Personalmente no lo creo. Pero el que tu estes relacionada de algún modo con… Vincent Nightray sí que haría una diferencia para mi.– se contuvo de insultar al rubio como normalmente hacía, a favor de ser totalmente claro con la mocosa. Break tenía tiempo observando a los Nightray y por eso estaba al tanto de la jovencita que la rata tenía por sirviente, sabía que lo acompañaba a misiones de Pandora pero en ninguna ocasión la había visto en combate y, aunque las armas pudieran darle alguna pista, su comportamiento era rotundamente distinto. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? No lo entendía. Apretó el arma en su mano y tomó postura defensiva, esperando respuestas que no sabía si recibiría.

¿Qué él la estaba confundiendo? Eso le hacía apegarse a la posibilidad de que sí se tratara de una gemela, y recordar la personalidad de la sirviente de Vincent Nightray parecía secundar ese pensamiento pero, no aceptaría tan fácilmente lo que una desconocida de muy dudosa procedencia le decía. Bien, había una manera de averiguar la verdad, o al menos una parte de la misma: debía dejar en ella alguna herida visible que pudiese diferenciarla de Echo.

–¿Y cómo debería llamarte a ti Pandora?– preguntó con una media sonrisa, siendo atacado al instante. Su expresión cambió en ese momento, no esperó que la mocosa intentara atacarlo por lo bajo y si fue capaz de esquivar el filo de las armas contrarias fue apenas por poco. –Si no es por los Nightray que estas aquí… entonces cuéntame, ¿a qué se debe tu divertida visita a la casa Rainsworth?– para evitar el ataque había dado un ligero saltó hacia atrás, derrapando con una de sus botas para afianzar la posición. No esperó más, al segundo siguiente se impulsó de regreso contra ella. Llevaba el arma abajo pero en el proceso giró la muñeca e hizo un movimiento ascendente con su espada. Quería hacerle un inesperado corte en la mejilla pero para conseguirlo primero necesitaba debilitarla, por eso su propósito fue trazar un corte sesgado en una de las piernas de la chica, aunque el hecho de que llevara capa le estorbaba en los cálculos.

¿Sería también contratista? De momento no podía saberlo pero sin duda era un dato importante. Que él supiera Echo no lo era, pero ahora empezaba a poner en duda todo lo que sabía sobre esa persona. Vaya día tan peculiar.

Infló las mejillas al no ver brotar ni una pizca de sangre después de su ataque a la pierna de la chiquilla, pero al menos había conseguido su nombre: Zwei. Eso no estaba bien, no le sonaba de nada y ella sí lo conocía a él, al menos por el nombre que Pandora le había asignado. O era buena recabando información o tenía quién se la diera, la pregunta era: ¿Para qué exactamente?

Sus pucheros infantiles desaparecieron para dejar el camino libre a una sonrisa sumamente amistosa, una que evidentemente iba dedicada a la jovencita que lamentablemente había terminado por poner una rodilla en el suelo. Sí, así se vía mejor. Despreocupado echó a andar hacia ella, mas no dio ni tres pasos cuando la afirmación de Zwei lo hizo parar en seco.

–¿La casa Vessalius?– preguntó fingiendo momentáneamente inocencia, hasta puso cara de incomprensión. –Me temo que no sé de qué hablas, Zwei-chan~ Alguien te dio información incorrecta, seguro te jugaron una broma. Todos tus esfuerzos en este combate han sido in…– palabrería soltó como de costumbre, pero se vio interrumpido por un filo que repentinamente le rozó el hombro. Previamente se había percatado de que algo planeaba la peliblanca, la sonrisa en parte lo delataba y de alguna forma había captado que intentaría atacarlo de nuevo, mas no esperaba que fuese mediante un arma arrojadiza. Eso lo tomó por sorpresa, si hubiese sido de reflejos más lentos la cuchilla se le habría clavado directamente.

–Estúpida mocosa…– masculló molesto, llevándose una mano a la herida que sangraba más de lo que él aceptaría en futuros días. En esa misma mano sostenía aún la espada por lo que la empuñadora se manchó ligeramente de rojo. Bien, si lo que quería era tentar su humor ya lo había conseguido. –No me culpes si tu capa roja de orfanato se arruina…– dijo con el ceño fruncido. Preparó su espada y de golpe se dejó ir contra Zwei. Dado que su contrincante se encontraba en el suelo, el sombrerero clavó el arma en el suelo a través de la capa carmesí y fue con la funda de la espada con lo que se dispuso a golpear a la intrusa. Un golpe en la cabeza era lo que pretendía, lo mejor sería dejarla inconsciente y apresarla para después interrogarla con calma.