Cantina de Monstruos [LIBRE: Especial Halloween]

Contaban las leyendas sobre un misterioso lugar embrujado, a las afueras de Reveille donde rara vez alguien se pasaba, pues los pocos que habían ido a investigar y habían logrado entrar, jamás habían regresado. El caso se encontraba en los archivos secretos, de categoría indefinida al no poder obtener la suficiente información.
Se había estado siguiendo el caso durante 5 años y comenzaron a notar un patrón que se repetía cada cierto tiempo, la gente desaparecía cerca de una fecha en especial... 31 de Octubre. Justo el día que era.

El lugar era realmente lúgubre a primera vista, oscuro, húmedo, abandonado, el viento helado al acercarse cada vez más al edificio, y para terminar de darle aquel aire tétrico, la lluvia comenzaba a caer con mucha más fuerza, acompañada rayos que iluminaban ocasionalmente la oscuridad del cielo.

Abrió de par en par la puerta, adentrándose a aquella cantina tan familiar para él. Se abrió paso entre los monstruos presentes hasta llegar a la barra, sentándose en uno de los bancos - Una copa de sangre... AB negativo de humano con altos niveles de alcohol, que hoy estoy exigente - Miró de reojo a los presentes, el lugar emanaba un delicioso aroma a sangre. Esperaba a una persona en especial que le hiciera compañía y se preguntaba qué aburrida misión por parte del comité de Monstruos de la dimensión vecina del Abyss se llevaría a cabo ese año para asustar, devorar y matar a los mortales.

La leyenda mentía, de eso estaba segura. Si, algunas personas habían desaparecido, pero no todas. Su madre había sido una de las víctimas, pero para la joven ese no era un impedimento para continuar con su misión de buscar su paradero. La primera vez que había entrado a esa cantina casi se había desmayado de miedo, pero luego de hablar con uno de los del personal, había logrado una hazaña que nadie más podría. Salir viva de ahí.

Y le habían dicho claramente, que no regresara, pero allí estaba de nuevo, esta vez el día en que esperaba que más monstruos se encontraran. Sus ánimos de periodista eran tal que se había disfrazado para la ocasión, y de entre sus cabellos aparecían dos cuernos negro brillante que estaban bien sujetos bajo los mismos. Llevaba dientes afilados y postizos, ropa de cuero que no dejaba mucho a la imaginación y maquillaje que la asemejaba a un demonio. Eso o a una simple humana en Halloween, pero era la oportunidad de su vida de descubrir el pasado, aun si tenía que conversar con todos los presentes sobre la humana que había sido su madre. ¿Debía haber añadido algunas alas de corte raro?

Entró al lugar más mojada por la lluvia de lo que le hubiera gustado, y tuvo que agradecer que la pintura de su rostro no se corriera. Se acercó a la barra intentando pasar por una más de todo el grupo de monstruos y llamó con voz suave al de la barra—. Hola, algo de beber —saludó ansiosa y se llevó el dedo a los labios para que no le hicieran un alboroto por su presencia allí.

El relinchar de su caballo fue lo primero en sonar, lo dejó amarrado fuera de la cantina y en medio de un cruel trueno entró. Su atuendo era el más decente de todo el lugar, y es que él siempre había sido y sería todo un caballero. Uno de pies a cabeza, se sostuvo la sien mientras caminaba hacia la barra y miró a los otros presentes. Una chica que no sabía lo que era el invierno y un paliducho más. Indecentes todos.

—Jugo de tuétano o LCR —solicitó y al ubicar una mesa libre abandonó su cabeza  —esa que le habían cortado hace años pero que había recuperado — y la sentó a un lado en la madera.

Tenía la manía de rascarse el borde del cuello y se le enrojecía, le habían dicho que se pusiera calabazas pero le daba comenzón, ¿Qué de malo tenía llevar una cabeza poco funcional encima de los hombros? Al menos que lo dejaran en paz por los recuerdos. Y el roce de piel con piel no eran tan molesto como sentir una verdura cualquiera encima—. Eh, tu, albino, pásame las frituras que seguro no las necesitas —pidió al hombre de colmillos pues había olvidado tomarlas de la barra.

Él caminó sin rumbo por la calle perdido en sus pensamientos hasta que se vio fuera de la ciudad, y sin embargo, se sentía...Raro. Tenía el presentimiento de que algo malo le pasaría esa noche. Todo parecía tan tranquilo en la calle que se preguntó si de verdad este era el 31 de Octubre. Divisó una cantina en su rango de visión que nunca antes había visto, y como estaba cansado y quería sentarse y tomar algo, abrió la puerta, ignorante de las leyendas que estaban regadas sobre ese lugar.

Al abrir la puerta, su sorpresa no pudo ser más notoria. Había gente como él, humanos, pues. O eso pensaba.  Gente muy rara, y sus disfraces ni qué decir. El barman parecía extraño, estaba sirviéndole a un...¿vampiro? Una niña demonio y un tipo que podía desprenderse de la cabeza. Vaya, eso debió ser difícil de realizar, sin embargo le pareció asombroso. Dio pasos adelante acercándose a la barra, sentándose y dando un suspiro mirando a las personas que tenía alrededor y admirando sus disfraces. Él mismo no tenía uno, todo lo del Halloween le parecía innecesario, así que siempre salía disfrazado de sí mismo. Llamó al barman, entonces.

- Una copa de vino y un vaso de agua con hielo, por favor.

Esperaba que le sirvieran rápido. Había caminado más de lo que debía, le dolían los pies, estaba cansado y también hacía más frío de lo normal en esa cantina. Su mal presentimiento se intensificó al notar la mirada de alguien sobre él, haciendo que por alguna razón, sintiera que estaba en el lugar equivocado.

Al escuchar la bebida que le ofrecían pensó en negarse pues nunca le iba bien con el alcohol pero pronto tuvo el vaso frente suyo y supo que no tenía escapatoria—. Gracias —dijo con la voz en un hilo, sabía que necesitaba mezclarse con el grupo así que dio un largo trago.

Tembló en su asiento cuando escuchó al caballo y cuando entró el desconocido cliente lo miró de reojo, eso hasta que vio como dejaba su cabeza sobre la mesa cosa que le obligó a dar un respingo y sentarse derecha en su silla. Una presencia más le llamó la atención y se cubrió la boca con una mano al ver a quien desentonaba más que ella. ¡Un humano y sin disfraz! Casi sintió pena por el chico.

Pero antes de dirigirse a él y al ver que nadie se movía, su amabilidad natural le obligó a levantarse para entregar la bebida—. ¡No soy malévola!! Y ... yo voy… —reclamó y suspiró casi a la vez. Sin derramar el vaso lo llevó al rubio, fue imposible no mirar directamente a la cabeza en la mesa y preguntarse si miraría por ahí o por algún otro sistema. Luego de dejar la bebida que olía raro en la mesa del jinete volvió a la barra y miró al evidente humano—. ¿Sabes dónde estás? —preguntó con un murmullo tratando de no llamar la atención. Aunque por unos segundos su vista se desvió a las costuras del encargado de los tragos, preguntándose si estaría en pedazos igual que el jinete.

Se aburrió de esperar a que le entregaran las frituras y gruñó maldiciones entre dientes, al final la que se apiadó de él fue la chica veraniega, pero lo que si llamó su atención y le hizo apretar la madera con sus manos fue el singular recién llegado… ¿Era lo que creía que era?

No es que tuviera algo contra los humanos, aparte de que lo odiaban y tenían la culpa de las desgracias en su vida, y que gritaban tanto que necesitaba matarlos al final. Y bueno, que varios servían de alimento dependiendo de cómo se usaran. Saber que había uno fresco allí, en una cantina de monstruos para monstruos, le hizo ver lo mal que iba el mundo—. Para ser el aperitivo o precalentamiento de la misión está algo escuálido, ¿No? —preguntó en voz alta dirigiéndose al encargado de la barra, pues no tenía deseos de dirigirse al humano directamente. Tendría que matarlo antes de tiempo si chillaba mucho.

- Uhm - dijo mirando al frente arreglándose las enormes gafas que tenía en la cara - Gracias, supongo. Eso no es muy común estos días - Le dijo al barman, confundido por sus afirmaciones.


Miró el vino un momento y tomó la copa para beber, pero la señorita vestida de demonio le hizo interrumpirse con esa extraña pregunta. ¿Que si sabía dónde estaba? La pregunta ofendía.

- ¿No es obvio, señorita? Estamos en un bar, y es noche de Halloween, por lo que todo el mundo tiene disfraces puestos. A mi no me gustan, aunque debo decir que el suyo llama mucho la atención. Hasta parece...Asustada. ¿Quiere un poco?

Le dijo ofreciéndole una copa de la botella que le habían dado y mirando de reojo a los demás asistentes.

- Vaya que se esforzaron mucho este año, en especial ese decapitado y el otro de por allá. Bueno, ¿va a aceptar la copa o no?  -

En ese momento entro una mujer al bar que lucìa con un vestido blanco victoriano, pero con una capa negra que no dejaba al descubierto su rostro.

Los demàs asistentes la miraron de forma curiosa y lùgubre, ya que la mujer tenìa una canasta con ramos de rosas negras y azules de las que se presentan en un funeral; pero pesar de su apariencia los demas percibieron su perfume de un aroma dulce y travieso pero a la vez mortal.

El otro cantinero novato se acerco para servirla; cuando se acerco a mirarla, su rostro estaba cubierto de una mascara negra aterradora que tapaba la parte superior de su rostro y solo se reflejaba sus ojos azules y su boca delicada. Pero sintió su aura serena pero a la vez peligrosa y desconocida que podría hacer caer a cualquiera si quisiera.

El cantinero sintió nervios y le pregunto.

- Umm... Srta. ¿desea tomar algo?.

-!Umm!.. es la primera vez que me dicen asì, ya que fui viuda una vez, pero el matrimonio no se consumo;¡ ¿Desea saber por que?! - comentò con una voz dulce y cìnica pero a la vez causaba temor.

- Eh.. no.. no se moleste en decirlo, si no lo desea- comento riendo nervioso el cantinero.


-¡Ah pues que mal!- se acerco en susurro al joven y dijo - ¡Porque me encatarìa decirle como tenia la cara de mi esposo cuando lo sepultè! - sonriendo con malicia la mujer volvio a su sitio y aquellas palabras hicieron temblar al cantinero.

- Una copa de AB negativo ,¡¿por favor?! - pidio la mujer.

- En-seguida se lo traigo - mientras se acercaba a servir la copa sentìa que sus manos temblaban de recordar aquellas palabras.

Mientras esperaba, desviò su vista y visualizo las pocas personas que se encontraban en el bar, pero de entre todos vio algunas caras conocidas y entre ellos recordò a Gilbert Nightray, lo reconociò porque lo habìa visto seguir a Oz como su sirviente. Y otra persona que siempre era mencionada por su familia, Xerxes Break mas conocido como Mad Hatter, pero no se les acerco, porque esperaba que ellos dieran su iniciativa; despuès de todo aun no conocen su identidad.

La chica no respondió, qué extraño. Una nueva chica apareció con un disfraz de viuda negra, ¿blanca? muy elaborado, era muy bonito a decir verdad. Escuchó pedazos de conversaciones de un lado y del otro. "Marido", "Sepulté", "Escuálido"(¿se referían a él?), "AB Negativo", "Tuétano" y a varios pidiendo cosas relacionadas con sangre o cosas grotescas...Él había pedido vino, y se preguntaba si los nombres del vino en este lugar tenían el tema de la sangre para llamar la atención.

No era muy efectivo si estaba tan lejos de la ciudad, a decir verdad.

Las palabras del cantinero se le antojaron extrañas. Cliente número cincuenta mil dos. Bueno, licor gratis.

- Gracias - Bebió de la copa y notó un sabor dulce. El líquido de la copa era genuino vino tinto, sin embargo estaba mezclado con algo más, lo que sea que fuera, le daba un sabor único - ¿Qué tipo de vino es? - preguntó jugando con la copa dándole vueltas a la misma, mirándola a través de los enormes lentes que portaba en la cara, consciente de que estaba levantando sospechas entre los asistentes por una razón desconocida para él. No tenía qué temer y tenía sus papeles en regla así que nada de eso le molestaba -