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Black Cherry || Priv

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Mensaje por Lanre Drachenblut Jue Jul 09, 2015 6:07 am

Miércoles  | 7:25 am

Despertar temprano no le era difícil, casi podía decirse que le gustaba iniciar las actividades del día cuando el sol aún no daba señales de vida. Disfrutaba del frío y silencio característicos de las mañanas oscuras, así como también de los preparativos que día a día debía hacer para servir correctamente a su oficialmente ama. Algunos podrían pensar que aquello era una rutina aburrida y martirizante, pero para Lanre no lo era. Lo había deducido incluso antes de conseguir el trabajo, que estando junto a esa salvaje pelirroja jamás se aburriría y lo comprobó desde los primeros días que desempeñó como su sirviente personal. A su lado cada día era una incógnita, una que ansiaba descubrir cada mañana al abrir los ojos.

Perfectamente arreglado como siempre –“siempre” desde que trabajaba para ella– se encaminó sin prisa hacia la habitación que correspondía a la sobrina del Duque, llevando en las manos una fina bandeja sobre la cual se encontraba todo lo necesario para servirle su té favorito, además de unas cuantas galletas. –¿Qué irán a servir en la mansión de los Endall?– se preguntó sin pausar sus pasos. Esa mañana tendrían que ir a desayunar con una familia acaudalada, de esas que como muchas otras esperaban conseguir favores del Duque. Aburridos, pensó el castaño a pesar de que él también buscaba algo similar en un principio. Pero a él no le interesaba el poder propio del Ducado, tan solo quería un estilo de vida acomodado y lo más importante, divertirse con cierta chica rebelde y orgullosa. Y peligrosa, aunque él siempre lo negara.

Cuando estuvo a pasos de la puerta que lo llevaría directo hacia la señorita acomodó la bandeja de modo que no cayera a pesar de sostenerla con una sola mano, ya que con la otra abriría la puerta. Ah, bueno, primero tocaría sobre la madera, pero solo por… protocolo. Con suerte estaría todavía dormida. ¿Por qué suerte? Pues porque Lanre Drachenblut adoraba verla dormir, tan quieta y aparentemente inocente, además claro de lo “motivador” que resultaba encontrarla tendida en la cama, usando tan solo un camisón que todos los días lo invitaba a comérsela de pies a cabeza. Lástima que eso se quedara en sus divagaciones personales…

Señorita Barma– la llamó en voz alta después de dar tres toques a la madera de la puerta con los nudillos e inmediatamente sacó la llave de su bolsillo para abrir. El ambiente general del interior siempre le había gustado, cálido y acogedor como para tirarse a dormir todo el día. Cerró la puerta de nuevo con llave y con  cuidado dejó la bandeja sobre una pequeña mesa. ¿Con qué humor despertaría la heredera de los Barma? Nadie imaginaba que detrás de esa fachada de dama educada y carismática se escondiera una chica totalmente opuesta. Al principio le resultaba extraño verla actuar tan perfectamente en público, pero con el pasar de los días se había acostumbrado y sumado al juego. Claro, después se aseguraba de burlarse cuando estaban en privado aunque eso solía tener un costo.

Con la mano izquierda removió el dosel de la cama y con la “confianza” de siempre se sentó en el borde de la misma, junto a las almohadas. –Hora de despertar Ariadne…– dijo en voz baja encantado de ser él lo primero que la pelirroja encontrara al abrir los ojos. Agarró un mechón de sus cabellos y usó las puntas para jugar en el oído de la sádica que tenía por jefa.
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Mensaje por Ariadne Barma Jue Jul 09, 2015 6:48 am

Levantarse temprano no era de humanos… No de humanos decentes. Por eso ella no lo practicaba por sí misma. Le costaba quedarse dormida en las noches así que las mañanas le eran igualmente difíciles. Era por eso que desde que tenía sirviente le había encargado la fina tarea de despertarla. Era todo un lujo para él, una demostración más de la bondad de ella. Aparte de que el hecho de saber que otro sufría el amanecer más temprano que ella le animaba.

Dormía plácidamente ese día, con una mano bajo la almohada. Tanto así que no sintió los golpes en la puerta. Mucho menos el sonido de la llave. Una vez tuvo dentro de sus dominios a un desconocido no se dio ni por enterada. Ella simplemente respiraba tranquila, con los ojos naturalmente cerrados. Los pasos se acercaron a la cama antes de que la ocupante se pusiera en alerta, y aunque la voz murmuró su nombre, lo que la despertó fueron las cosquillas en su oído…

Y vaya despertar. Su mano izquierda apareció en escena, rápida y letal como su dueña, con una daga en la mano que estuvo al borde de clavar en el brazo del castaño hasta que razonó que era él y no otro. Su ceño se frunció y bufó una maldición—. Con tres demonios, Lanry… ¿Qué crees que haces en mi oído? —oh, así era el despertar de una suave y dulce dama. Dejó caer su arma entre las cobijas y se retorció en la cama unos segundos antes de enviar lejos las mantas que la cubrían. Sólo vestía un camisón porque supuestamente era decente pero ella prefería dormir sin nada—. ¿Qué hora es? —cuando recordó la fecha en la cual se encontraban otro suspiro emanó de su boca, mal día para amanecer.

Era la visita a la casa de los Endall, aburridos nobles, a los que debía ir a ver como miembro de su rojiza familia. Se sentó en la cama tallándose los ojos y luego miró a su sirviente con una expresión de hastío difícil de ignorar—. No quiero ir… Nos vamos a morir de aburrimiento —le comentó con toda la confianza que le tenía, y es que era un alivio, a pesar de que lo negara, el tener alguien con quien hablar normalmente y que no fuera sólo su cadena. Un humano, casi igual a ella. Sólo que jamás se lo haría saber al ego del hombre que estaba con ella en esos momentos, eso la dejaría en notable desventaja.

Necesito una ducha —comenzó a desabotonarse el camisón pero se detuvo en el primer botón y luego miró al joven con una sonrisa cruda, las únicas que si le salían sinceras—. Por poco olvido no quitarte el trabajo… Cárgame y prepárame para el baño, luego te encargas de tener mi ropa lista y de secarme —anunció la orden del día casi con deleite. Y es que hacerle trabajar extra era uno de los tantos placeres que había adquirido luego de un pesado mes acostumbrándose a tenerlo tras sus pasos—. Trata de no mirarme con cara de baboso o te haré hacerlo con ojos vendados. Aunque no te puedo culpar —no, claro que no. Ella sabía lo que tenía y lo que no. Un alma pura era algo de lo que carecía y un buen cuerpo... Pues bastaba con verse reflejada en los orbes contrarios para confirmar lo que tenía claro desde hace tiempo.
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Mensaje por Lanre Drachenblut Jue Jul 09, 2015 11:14 pm

Ya antes había estado a punto de ser agredido por Ariadne al despertarla, pero eso había sido al principio, recientemente ya no había ocurrido y por eso se llevó la primer sorpresa de la mañana. Un poco más y el brazo del hombre tendría una simpática daga clavada en la carne, culpa de lo bien ambientado que estaba en su papel de sirviente, con la guardia baja a pesar de que la persona a quien servía era sin duda peligrosa. Sin darse cuenta había tensado los músculos y los relajó hasta que la voz femenina maldijo, corroborando que ya estaba lo suficientemente despierta. Hizo todo lo posible por no fruncir el ceño ante el apodo del que renegaría toda la vida, y en su lugar extendió una sonrisa, aunque sus cejas no lo dejaban ocultar del todo el breve disgusto. –¿Qué hago en tu oído? Qué no haría en el…– murmuró soltando de inmediato los rojos cabellos.

Siguió con la mirada la trayectoria de las mantas, negando después puesto que la respuesta a su pregunta era obvia, siempre la despertaba a la hora que ella le pedía. –Si no quieres aburrirte puedes cortarles el cuello…– dijo contagiándose del poco ánimo por las horas que les esperaban, la diferencia era que él solía encontrar cierta diversión en ver a la pelirroja fingir por laaargos minutos ser gente normal. Eso rescataba las diplomáticas reuniones con otras familias o individuos. Asintió a favor de la ducha y ya se encontraba perfectamente atento a las manos de la chica cuando la demandante señorita suspendió el espectáculo.

Al natural como era con ella Lanre hizo una mueca de momentánea decepción, ¿qué rayos esperaba para desnudarse?! Buscó por inercia la respuesta en los ojos contrarios pero en el trayecto se topó con una sonrisa que no estaba muy seguro de si adorar o maldecir. A veces avisaba placer, otras, un fastidio. Pero ésta vez coincidió con la primera. –Como usted diga, Señorita Barma– respondió con innecesaria formalidad y evidente gusto, acortando casi con prisa la distancia que los separaba para cargarla en brazos con todo el cuidado posible. Ya quisiera él poder tenerla literalmente en sus brazos todo el tiempo, pero ya que era imposible se aseguraría de disfrutar los contados minutos en que sí podía.

Abrir la puerta que daba a la ducha sin soltar a su consentida ama requirió extrañas maniobras de los dedos del castaño, pero gracias a la constante práctica lo consiguió rápido. El interior se encontraba tan elegantemente arreglado que parecía cualquier otra habitación de la mansión, solo que con una tina en lugar de una gran cama. Unos cuantos espejos, un biombo y un sofá cama formaban parte del mobiliario, además de un pequeño banco acolchado sobre el que Lanre bajó a la contratista para poder ir y abrir las llaves del agua para la tina. Al regresar se posicionó detrás de ella, pasando los brazos por debajo de los contrarios para cumplir con su tarea de desabotonar el camisón. Desde luego había mejores ángulos, pero el que conseguía tras acomodar el rostro por encima del hombro derecho de Ariadne no estaba nada mal. La vista le encantaba y así la jovencita no tan fácil podría juzgar la forma en que él le recorría visualmente. –Puedo ayudarte con la esponja.– ofreció el servicio al mismo tiempo que frotaba una mejilla contra los cabellos rojizos, al unísono apretó intencionalmente los pechos de su ama con los brazos, suspendiendo por segundos la consigna de los botones. Definitivamente no existía mejor empleo que ese, dispuesto estaría a bañarla con la lengua si se lo ordenara.

Intentando sin mucho éxito no distraerse más de la cuenta terminó de desabotonarle y después le deshizo la trenza que en ocasiones le hacía antes de acostarse. En eso no era muy bueno, pero una de las sirvientas le había instruido, todo fuera porque el muchacho no arruinara el cabello de la joven señorita que todos en aquella mansión adoraban. Ahora podía hacerlo decentemente, aunque no a la perfección.

¿Esencia para el día de hoy?– preguntó pues contaban con una variedad que antes de fungir como sirviente ni siquiera sabía que existían. También le habían explicado sobre eso y las posibles combinaciones, pero solo unas cuantas se las había aprendido. Sin avisar sujetó el camisón por los hombros y lo hizo bajar un poco más allá de los hombros femeninos, soltando después la tela con la intención de dejar caer la prenda hasta el suelo.
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Mensaje por Ariadne Barma Vie Jul 10, 2015 5:04 pm

Debía aceptar que las ideas que le daba su sirviente no eran tan malas como se podía pensar. Y es que cortar el cuello de una aburrida familia si tenía su encanto. Si no fuera por el hecho de que eran nobles, sería hasta fácil. Pero eran muchos sirvientes, y mucho el alboroto que provocaría el desaparecerlos a todos. Así que negó la idea aunque visitar las calles donde ellos vivían si podía ser más ilustrativo. Unas cuantas víctimas anónimas le harían el día.

Esperó impaciente a que él la cargara. Y cuando lo hizo prefirió no dedicarse a meditar en cuando le agradaban los brazos del hombre. Lo dejó hacer y no se ofreció a ayudar con la puerta, ¿Qué clase de sirviente sería si no podía hacer dos cosas a la vez? Y en vez de detenerse a mirar la madera, su vista se mantuvo clavada en el rostro masculino. Aprobando como se veía cuando se vestía como persona decente. Sus pies pronto descansaron en un pequeño mueble y allí esperó, mientras sentía el agua brotar de las llaves de la tina.

Estás aprendiendo bastante… bien —aseguró mientras lo veía actuar para desabotonar el camisón, y ella sin hacer nada. No era tan malo vivir una vida así, aunque si tenía prisa un día entonces sería un desastre. Al escuchar la idea del joven su mente se encendió con ideas nada sanas y si no lo miró para ver qué tan en serio se le ofrecía fue porque se distrajo al sentir como su pecho era presionado por los brazos ajenos. Sintió poco después un movimiento extraño con su cabello y al no poder descubrir que se suponía que estaba haciendo el hombre, se confundió—. Las sirvientas de mi tío se encargaban de bañarme hace tiempo pero las despedí porque no lo hacían de la manera que quería. ¿Crees poder cumplir con mis expectativas? —preguntó mientras gruñía levemente cuando la trenza le fue desarmada. Había sido todo un trabajo el enseñarle a ese chico de manos poco trabajadas el arte de peinarle el cabello sin arrancarle gritos. Una sirvienta se había encargado antes de que ella terminara golpeándolo, no en público claro, y sí que había aprendido a ser cuidadoso.

De momento podía decir que estaba contenta con su inversión—. Mhm… Algo dulce para que me crean aún con mi cara de hastío, ¿Vainilla? O alguna flor, rosas… no, jazmín mejor —odiaba tanto el exceso de dulce, pero debía hacer sacrificios. Y le costaba decidir todo lo que se trataba de conocimiento normal de damiselas pues le aburría en sobremanera. Ah, pero un dato si le había venido a la cabeza cuando quedó completamente desnuda. Una de sus manos acomodó su cabello y luego se giró. Tal como había llegado al mundo hace siglos y no le importó quedar completamente a la vista de su hombre de confianza—. Acabo de recordar que el jazmín tiene propiedades interesantes, algo sobre ciertos apetitos… —unos de los que ella no carecía pero que no solía saciar. Era más importante alimentar su sed de sangre, aunque las hormonas solían ser traicioneras a cierta edad.

Sólo cuatro gotas o terminaré mareada —pidió mientras bajaba del pequeño mueble, haciéndole una seña para que la acompañara. Se pasó a un lado de la tina y miró el agua con el ceño ligeramente fruncido. Se inclinó para probar la temperatura y cuando sus manos la aprobaron volvió a incorporarse como era debido. Accediendo a entrar a ella, aunque alzó la mano para tener apoyo de parte del varón—. No quiero resbalar, si llegara a caer tendría que despedirte y sería un desperdicio. ¿Sabes dar masajes? —comentó sin ánimo alguno en la voz y preguntó lo último moviendo un poco el cuello, allí donde sentía la pesadez. Mandaría a cambiar el colchón de su cama si seguía sufriendo malas noches.

Miró los jabones, donde se encontraban. Y escogió de antemano cual pediría—. Mhm ¿Crees que jabón de lavanda sería mucho? Toma su olor y si crees que es excesivo o demasiado atrayente usa uno neutro. No tengo deseos de tener a una sarta de idiotas detrás de mi vestido —ah si, porque de paso tendría que cargar con un vestido y no con su ropa normal. Ese día definitivamente no aventuraba ser el mejor de toda su vida, pero esperaba poder hacer algo para remediarlo. Y ya vería como introducir a Lanre como uno de los participantes de su entretención que de momento sólo era mental. De momento requería ese baño para quitarse la tensión del cuerpo.
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Mensaje por Lanre Drachenblut Sáb Oct 10, 2015 3:44 pm

Cumplir expectativas… Habían pasado años desde la última vez que se había visto en la necesidad de darle gusto a alguien con su desempeño, al menos al nivel que Ariadne le exigía, y ahora resultaba extraño estarse esforzando al máximo para tenerla contenta. Tan extraño que por un segundo se desconoció a sí mismo –Puedo con tus expectativas, hasta la más irracional que tengas.– dijo totalmente seguro y también sonando ligeramente molesto, ¡que la pelirroja dudara de su capacidad era parecido a un insulto! Bastaba ver lo que había logrado en tan poco tiempo trabajando como sirviente para comprobar que ponía todo de sí para ser eficiente, pero no se lo iba a recalcar a su jefa, se burlaría de él incontables veces.

Esos minutos los había pasado mirando uno de los espejos, el que captaba el perfil de la sobrina del Duque, pero resignado se desprendió de ella y se dirigió hacia la mesilla sobre la que se encontraban las famosas esencias de mil sabores y, justo cuando tomó la de rosas –dejando la de vainilla– tuvo que cambiar por la de jazmín. Mujeres, por mucha sangre que derramara, Ariadne seguía siendo tan caprichosa como todas las de su especie. Volvió a tiempo para toparse de frente con el cuerpo femenino, si algo agradecía era que su casi literalmente domadora fuese tan… liberal cuando de exponer su figura se trataba. Lanre no se contuvo, la observó a tan poca distancia y de pies a cabeza, si no sonrió como el hambriento que era fue porque estaba embobado, aunque ya antes se le había advertido algo sobre eso.

Y por un instante odió la tina, porque a causa de ella la pelirroja bajó del banco –y lo abandonó a él- para ir hacia la tina. Resopló cuando estuvo fuera de la vista ajena y se acercó también a la tina. –¿Propiedades interesantes? Ilústrame con tus conocimientos. Soy nuevo, ya sabes…– y lo decía en serio, porque además de una vaga idea sobre el “apetito” nada claro tenía en mente, tenía curiosidad y no le apetecía preguntar a una de las sirvientas. Con toda la precisión posible dejó caer las cuatro gotas de jazmín en el agua, mirando después cómo su ama se inclinaba para evaluar la temperatura del agua. Obvio, él aprovechó para recrearse la pupila con la vista que proporcionaba el cuerpo parcialmente inclinado de Ariadne, irguiéndose a toda prisa en cuanto ella lo hizo. Con gusto le tendió la mano para que se apoyara y entrara por fin en el agua.

Desafortunadamente Lanre no podía seguirla a la tina, por lo que una vez estuvo ella dentro, retrocedió un par de pasos para dejar el frasco de la esencia en su lugar e inspeccionar después los mencionados jabones. Esos ya había aprendido a distinguirlos, tomó el de lavanda y obediente se concentró en calificar su aroma e imaginar el resultado de la posible combinación. –No será el vestido lo que persigan.– comentó entre dientes, ver a otros tipejos intentando cortejarla lo hacía arder en celos. Cambió el jabón por uno neutro y se acomodó atrás de Ariadne, acercando antes un banco para sentarse.

Los masajes son mi especialidad– exageró intencionalmente, relamiéndose los labios mientras se subía las mangas de la camisa –Puedo asegurar excelentes resultados después de una sesión sin interrupciones. Empezaré por tu cuello, después por el sitio que consideres más necesitado.– habló en un tono suave, recogiendo el rojizo y largo cabello con un broche, para así tener despejados los hombros de la dama. Atrevido como siempre acercó el rostro al cuello ajeno para llenarse de su aroma natural y antes de acomodar las manos donde debía, dio una rápida lamida a la base del cuello. Ganas tenía de morderla por ocio, pero eso seguro que lo pagaba caro.

¿No te preocupa que saque un arma y te abra la garganta mientras estas en desventaja?– preguntó tranquilo, ocupándose ya de masajear cuello y hombros con firmeza, no lento, pero tampoco con prisa. –Incluso podría matarte cuando duermes, o aprovecharme y amarrarte. No sé, tal vez darte algún somnífero y jugar con tus tentaciones.– suponiendo que su mugrosa chain no apareciera por su cuenta a arruinar el momento, obviamente. Variadas escenas habían corrido en su imaginación y a decir verdad ni él entendía por qué no había intentado poner en práctica ni una sola de ellas. Quizá porque… ¿le gustaba tener resistencia?
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Mensaje por Ariadne Barma Vie Oct 16, 2015 6:53 am

Sabía que él estaba mirando y no se quejaba. Si no fuera por las apariencias que debía mantener, seguramente ella sería una exhibicionista en varios aspectos de la vida—. Eres un chico Lanry, estoy segura de que sabes a qué apetitos me refiero... Ahwn~ —imitó un sonido poco sano con su natural descaro una vez estuvo en el agua. ¿Había sido un gemido? Por poco, y es que eso no era tan difícil de realizar a pesar de no estar sintiendo nada.

Escuchó con atención como él se ufanaba de sus dichosos masajes. Y una parte de ella quedó con deseos de enumerar todos los sitios que tenían la necesidad imperiosa de que Drachenblut se hiciera cargo en ese mismo instante—. Intentaré no interrumpirte entonces mientras trabajas —dijo aunque suponía que sería imposible, era su deber en la vida interrumpirlo a él. Eso claro, porque él hacía lo mismo con ella, o así sintió cuando la lengua del castaño pasó por su cuello. ¿Pedirle que siguiera ahí y con algo más fuerte era mucho?

Mejor esperaba a probar el dichoso masaje. Suspiró con pesar al escuchar su pregunta, aburrida por cierto. Desde que lo había conocido temía terminar sin vida, y eso no la había detenido de meterlo en su casa y darle el acceso casi completo a su vida luego de que él le rogara y casi amenazara más de una vez por lo mismo—. Si fueras un enfermo que gustara de cadáveres lo consideraría, pero sé que tus intereses van más por el lado de los vivos... Lo sé porque también es mi parte favorita —se explicó mientras dejaba que el masaje hiciera su trabajo aunque las palabras de él le devolvían la tensión, aprovechó de mojar sus brazos y buscando el jabón procedió a esparcirlo en los mismos y sobre su torso—. Además, Lanry... Si lo piensas bien... Incluso esta pequeña barra de jabón me serviría para acabarte... La metería en tu garganta tan profundo como se pudiera —comentó como si hablara del clima, con una sonrisa de oreja a oreja.

Alzó su cabeza hacia atrás para mirar a su sirviente—. Si no tuviéramos que salir de visita, te golpearía… Pero, ¿Qué clase de dueña me creerían si apareces con la nariz quebrada? —extendió sus brazos y sus manos se acomodaron alrededor del cuello del joven en una extraña llave como si fuera a abrazarlo y de un segundo a otro lo jalaron contra ella, haciendo que su cabeza quedara apoyada contra el hueco de su hombro como si de una máquina de tortura se tratara. Más que hacer fuerza, simplemente había usado el impulso, y ahora que tenía su rostro obligadamente al lado, aprovechó de acariciar el cabello castaño pensativa.

La diferencia entre tú y yo es que yo si tengo para pagarte... Y que soy más bonita. Por lo demás, somos muy similares —su rostro se giró para verlo de lado, alli donde lo tenía y su boca se movió hasta darle una insana mordida en el oído—. Tienes buen sabor pero no me superas… ¿Todavía crees que puedes con mis tentaciones? —agregó sonriendo ampliamente luego de darle una tibia lamida. ¿Sería capaz de contratacar? Mientras no la marcara visiblemente ella no se iba a quejar aunque resistencia pondría siempre. De hecho, Ariadne se moría por saberlo. Gracias a la presencia del contratista sus días estaban marcados por la expectación, las bondades de las situaciones al límite que la podían llevar al borde de la muerte incluso, no hacían más que emocionarla. El miedo jamás la había paralizado, este la encendía.
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