De visita Gil-Vanessa

Había terminado de hacer algunos pendientes en la casa y con los animales, y una vez terminado se dirigió a tomar una bebida fría del refrigerador. Caminó hacia el gran comedor mirando por los ventanales. Podía ver las cristalinas gotas impregnadas en las ventanas, como queriendo comunicar que había estado lloviendo ligeramente toda la mañana.
Miró hacia el camino que conducía hacia la granja, esperando ver a aquella chica que había estado esperando desde hace horas. Entrecerró la mirada irritado... en verdad había tardado bastante.
Sin darle mucha importancia y siguiendo esperando que llegara, se dirigió a la sala de música de la casa donde se encontraba el reluciente piano negro de cola acaparando la atención de cualquier otro instrumento o adorno en el lugar. Se acercó a éste y pasó la mano por la caja de resonancia, en verdad le gustaba mirar su piano que con tanto trabajo le había costado conseguir.
Se quedó en aquel lugar esperando de su hermanastra postiza, repasando mentalmente el regaño que le daría por llegar tarde. Estaba pensando en aquello cuando depronto escuchó alguien tocando en la puerta sobresaltándose. Caminó hacia el recibidor para abrir a quien tocaba.
Miró de frente a Shie un tanto sorprendido por aquella expresión que le parecía de disgusto. - ¿Que no querías venir acaso? - sonrió levemente estirando la mano para tocar la campanilla sobre la puerta - No te culpo, igual no hubieras alcanzado... - se hizo a un lado invitándola a pasar.

La escuchó enarcando una ceja. Verdaderamente tenía ese mismo caracter que distinguía al papel que interpretaba. Pero daba igual, conocía bastante bien cómo era porque, aunque fuera solo en el trabajo, realmente tenían un caracter parecido así que únicamente se limitó a dejarla pasar cerrando la puerta detrás de ella. - Quedamos que llegarías hace horas... impuntual. - le espetó un tanto de broma pero entrecerrando la mirada.

Caminó hacia la cocina desde donde la podía ver para sacar un par de copas y servir helado - Por supuesto... Cumplo que te prometo, pero solo podrás comerlo si te portas bien en el ensayo - Guardó el helado en el freezer y se dirigió nuevamente con ella extendiendo su copa de helado. - Por acá está la sala de música - le indicó caminando hacia la dirección dicha. Notó que miraba hacia afuera y escuchó su comentario - También te odio, no te preocupes.

La dirigió hacia la sala de música, abriendo la puerta de par en par para que pudiera observar mejor cada uno de los detalles del lugar. - Aquí es donde ensayaremos... - tomó un atril posicionándolo cerca del piano y se recargó en éste último, mirándola. - Más tarde podemos ir a dar un paseo en caballo... - extendió la mano pidiendo las partituras mientras con la otra comía helado.

Se había acercado por detrás de ella silencioso, mirando por sobre su hombro el montón de hojas que llevaba en las manos. Rió mentalmente ante esto puesto que a pesar de parecer una chica totalmente correcta, educada y demás, bien tenía su imagen de desorden total entre tantas hojas revueltas. Miraba con atención las hojas con curiosidad inclinándose un poco sobre ella para tener una mejor visión de estas, con ambas manos en la espalda.

Aún en silencio esperando que no notara su cercanía se arrodilló detrás de ella estirando la mano disimuladamente para tomar las hojas que había colocado boca abajo sobre el suelo. Los tomó y revisó uno por uno, asombrado por todo aquel talento que esa diminuta chica tenía. Bien ocultado lo tenía. Se puso a leer un pequeño fragmento de sus escritos... y vaya que solo le bastó ese fragmento para sentirse intimidado por tan imponente palabras. - Tienes más talento del que aparentas... - dijo detrás de ella al tiempo que tomaba también las partituras y se ponía de pie, caminando hacia el piano con la vista en los arreglos y notas leyéndolas mentalmente.

- Yo siempre tengo buenas ideas... - comentó un poco distraído. Tarareó un poco de la canción como entrando en un trance donde escuchaba ya la música y sin más, colocó las partituras sobre el atril y posicionó sus manos sobre las teclas del enorme piano comenzando a dar vida a aquellas notas atrapadas en las partituras.
Tan solo tocó unos cuantos pares de compáses y se detuvo, con una sonrisa en el rostro e incluso emocionado para mirarla. - Esta canción... - intentaba buscar alguna palabra que lo describiera todo pero únicamente sacudió la cabeza y esperó que estuviera lista para tocar juntos esa magnífica pieza.

Miró cómo ella estaba preparada ya para tocar. Tan solo mirarla se podía percibir ese trance que él también conocía bien. Aquel punto donde el mundo comienza a difuminarse a la vista hasta pasar a ser descrito y apreciado por el oído. Era el punto donde con las manos, el corazón y un universo de armonías y acordes lo conformaban todo; el viento que movía cada una de las plantas que se asomaban por la ventana, que les removía el cabello al son de la melodía, formaban las paredes que los rodeaban, el suelo que los sostenía, los instrumentos en sus manos hasta incluso sus propios cuerpos, todo lo que quisieran que existiera lo creaban... y lo que no querían, simplemente lo dejaban fuera del pentagrama. Eso era aquél poder que tenía la música al menos para él.

No dudó ni un momento en volver a hacer sonar y dar vida a aquella majestuosa melodía, esta vez acompañando el fino y claro sonido de las cuerdas del violín. Sonrió ampliamente para sus adentros en cuanto las dos melodías se fundieron en una sola. Exactamente eso era lo que conformaba una pieza inigualable. La pasión de ambos daba vida a la más maravillosa de las melodías que resonaba en su mente y en su mismo pecho, sintiendo la satisfacción de poder ser uno de los testigos de aquella creación.

Una vez que terminaron de tocar, la miró con la emoción en su rostro. - ¡Es... Es perfecta! - se levantó casi de un brinco. - Esto que has escrito... ¡Es simplemente magnífico!... Estoy seguro que podrías componer toda una obra, e incluso podríamos tocar... y compartir esta creación tan perfecta que has hecho... - la miró por un momento - Toquemos otra pieza... - le propuso extendiendo la mano, pidiendo nuevas partituras.

Retiré con cuidado el arco del violín, abrí los ojos y parpadee un par de veces, el sonido de la clara voz de Robert me despertó del sueño, como cuando sales del agua, tu cabeza choca contra la superficie, y de repente lo oyes todo. Le miré, al principio extrañada, parecía... gustarle aquello. Al oír sus halagos, poco a poco, fui sonrojándome, hasta que tuve que bajar la cabeza con disimulo. Nadie había oído mis composiciones, salvo quizá, mis vecinos, que no tenían mucha sensibilidad musical, que digamos.
-No...no seas ridículo- tartamudee rehuyendo su mirada como podía, fijé los ojos en un punto del piano, lejos de sus ojos, me costaba sostener las miradas- yo jamás...nunca...nunca dejaría que las viera nadie mas...
Agradecí cuando quiso tocar más, podía ocuparme de otros asuntos, como rebuscar entre mi desorden de partituras y demás historias desperdigadas por el suelo, la mesa, el piano y la carpeta de cuero viejo. Encontré una. Eran dos páginas, una melodía muy suave al principio, en forma de canon, después, había un crescendo muy pronunciado, una canción instrumental que se asemejaba a las de las películas de batallas y espadas. Es mas, esa melodía vino a mi cabeza un día, mientras dibujaba, me imaginaba el sonido de los cuernos de guerra, un arpa, el piano, el sonido del acero, un batir de alas...
-Esta me gusta, veamos si la sabes interpretar, después me dices que te transmite- le dije colocándola delante de sus ojos. Yo me la sabía de memoria, como todas las partituras, mi memoria para aquello era prodigiosa. Comencé con un piccicato para dar la entrada a la canción. Cerré los ojos. Algunas melodías transmiten algo más que emociones, transmiten sensaciones. Frío, calor, un aroma... solo si lo sabes detectar.