Contrabando amarillo [Ari]
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Re: Contrabando amarillo [Ari]
Le sirvió un vaso de leche que sacó del refrigerador, sin decirle nada, aunque por un segundo pensó que tal vez el prefería la leche tibia. Pero lo dejó pasar antes de que se hiciera un lío en su cabeza por no saber comportarse de debida manera con un invitado.
Casi se atragantó con su propio café cuando escuchó la respuesta del chico y se quedó unos segundos con la mente conectada sólo a la expresión tan feliz que tenía, una que le hacía desear verlo sonreír más seguido. Repitió en su mente la lista de su “humilde” nuevo amigo y asintió cuando la tuvo aprendida. Ella que nunca había tenido una hermana, y que recordaba muy poco a su madre, se preguntaba qué tan divertido sería tener una imagen femenina en la que apoyarse. –Casi juraría que estás ofreciéndome tus servicios de mecánico, pero que sencillo eres.- bromeó, aunque su mente ya estaba pensando en cierta idea loca que tenía desde hace tiempo y en lo útil que podrían ser los conocimientos del joven para lograrla.
Pero cuando escuchó su pregunta su ceño se frunció unos segundos, aunque más por desconcierto que por enojo. –No planto eternamente florecitas…- le comunicó ligeramente molesta, aunque luego se esmeró en responderle las dudas. –Bueno, ehm… A veces ayudo aquí en la granja, con los animales o cuando hay que ir a vender a la ciudad nuestros productos, pero eso lo hago con Rob, ah, también vendo flores, claro está.- sonrió al recordar el intento fallido de venderle las flores al castaño. –Y tenemos otro negocio familiar, seguramente habrás oído al menos de él. Es el Bar Sharek, uno que tiene iguanas.- comentó como si fuera de lo más normal –Voy en las noches a trabajar en la administración y a ver los temas de dinero.- no agregó que le encantaba beber jugo de uva, ni lo mucho que apreciaba el valor del dinero, o que casi no dormía cuando iba a pasar casi toda la noche al Bar, no esos detalles de ebria los guardaba bajo llave.
Miró por un segundo hacia la piscina donde residía Andy, y suspiró. Claro que era caro tener una sirena, pero más costoso era soportar a que volviera a todos los hombres dementes. –Ya que eres mi nuevo amigo… O eso espero… Puedes ir cuando quieras a beberte algunas copas.- le invitó lo más cordial que pudo sin que sonara desesperado por verlo de nuevo y luego se tragó un trozo de pastel y lo apuró con un sorbo de café pensando en que podría preguntar antes de que el tiempo se le escapara. –¿Qué edad tiene tu hermana?.- se abstuvo de hacer la pregunta completa justo a tiempo, antes de sonar más a una vil acosadora. Cortó un poco más del pastel para repetirse e hizo lo mismo dejándole otro trozo al lado en el plato al chico antes de preguntarle siquiera si quería más.
–Creo que vuestra vida no debe ser muy diferente a la de por aquí, es decir, dos hermanos sin padres sobreviviendo por la vida.- comentó luego de meditarlo mientras se zampaba otro trozo de tarta como si no se hubiera comido ya su porción, la verdad fuera dicha, tenía un apetito bastante saludable. –Aunque espero que no seas tan bestia como Robby, o compadeceré a tu hermana.- agregó luego con el ceño ligeramente fruncido recordando los enojos constantes con su estimado hermanito y la última discusión que habían sufrido.
Casi se atragantó con su propio café cuando escuchó la respuesta del chico y se quedó unos segundos con la mente conectada sólo a la expresión tan feliz que tenía, una que le hacía desear verlo sonreír más seguido. Repitió en su mente la lista de su “humilde” nuevo amigo y asintió cuando la tuvo aprendida. Ella que nunca había tenido una hermana, y que recordaba muy poco a su madre, se preguntaba qué tan divertido sería tener una imagen femenina en la que apoyarse. –Casi juraría que estás ofreciéndome tus servicios de mecánico, pero que sencillo eres.- bromeó, aunque su mente ya estaba pensando en cierta idea loca que tenía desde hace tiempo y en lo útil que podrían ser los conocimientos del joven para lograrla.
Pero cuando escuchó su pregunta su ceño se frunció unos segundos, aunque más por desconcierto que por enojo. –No planto eternamente florecitas…- le comunicó ligeramente molesta, aunque luego se esmeró en responderle las dudas. –Bueno, ehm… A veces ayudo aquí en la granja, con los animales o cuando hay que ir a vender a la ciudad nuestros productos, pero eso lo hago con Rob, ah, también vendo flores, claro está.- sonrió al recordar el intento fallido de venderle las flores al castaño. –Y tenemos otro negocio familiar, seguramente habrás oído al menos de él. Es el Bar Sharek, uno que tiene iguanas.- comentó como si fuera de lo más normal –Voy en las noches a trabajar en la administración y a ver los temas de dinero.- no agregó que le encantaba beber jugo de uva, ni lo mucho que apreciaba el valor del dinero, o que casi no dormía cuando iba a pasar casi toda la noche al Bar, no esos detalles de ebria los guardaba bajo llave.
Miró por un segundo hacia la piscina donde residía Andy, y suspiró. Claro que era caro tener una sirena, pero más costoso era soportar a que volviera a todos los hombres dementes. –Ya que eres mi nuevo amigo… O eso espero… Puedes ir cuando quieras a beberte algunas copas.- le invitó lo más cordial que pudo sin que sonara desesperado por verlo de nuevo y luego se tragó un trozo de pastel y lo apuró con un sorbo de café pensando en que podría preguntar antes de que el tiempo se le escapara. –¿Qué edad tiene tu hermana?.- se abstuvo de hacer la pregunta completa justo a tiempo, antes de sonar más a una vil acosadora. Cortó un poco más del pastel para repetirse e hizo lo mismo dejándole otro trozo al lado en el plato al chico antes de preguntarle siquiera si quería más.
–Creo que vuestra vida no debe ser muy diferente a la de por aquí, es decir, dos hermanos sin padres sobreviviendo por la vida.- comentó luego de meditarlo mientras se zampaba otro trozo de tarta como si no se hubiera comido ya su porción, la verdad fuera dicha, tenía un apetito bastante saludable. –Aunque espero que no seas tan bestia como Robby, o compadeceré a tu hermana.- agregó luego con el ceño ligeramente fruncido recordando los enojos constantes con su estimado hermanito y la última discusión que habían sufrido.
Ariadne Barma- Miembro de Pandora
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Re: Contrabando amarillo [Ari]
Hizo todo lo posible por no reír ante su mala expresión por el asunto de las florecitas, por un momento creyó que la leche recién servida y de la cual ya disfrutaba, saldría disparada de manera muy poco grata. Pero para su fortuna no ocurrió, aunque poco faltó para terminar en tan mala situación. Escuchó atento el resto de la información, llegando a la conclusión de que el par de hermanos nadaban no solo en territorio y teóricamente en animales, sino que también en infinitas labores domésticas a realizar. Sin duda sonaba agradable ese estilo de vida, sin tener que andar todo el tiempo en la atascada ciudad, pero de alguna forma las ocupaciones de una granja le parecían cansadas y a la larga tal vez monótonas.
¿No se aburrían? Bueno, su propia rutina de vida tampoco era muy versátil como para presumir… « No eres muy buena que digamos vendiendo flores » pensó mas que divertido al tiempo que dirigía la vista hacia el par de girasoles que ahora lucían espléndidos en el jarrón que tan amablemente le habían proporcionado. Cuando escuchó “otro negocio” dedicó sin darse cuenta, una mirada incrédula a su acompañante ¿Qué la granja no les bastaba? Por lo visto estaba tratando con una fanática del trabajo, seguro era de esas personas incapaces de permanecer quietas y en calma. Sharek e iguanas… por supuesto que lo había escuchado, imposible que alguien en aquella ciudad no conociera tan peculiar combinación de elementos. Al principio la imaginó como una bonita camarera atendiendo a sujetos bien forrados en dinero, pero esa visualización cambió drásticamente al tomar nota del resto de la oración.
Terminó de un trago la fresca leche y dejando el vaso a un lado se giró para tener al frente a la famosa peliroja. Apoyo el codo sobre la barra y se llevó la mano al mentón en actitud pensativa. Si había entendido bien, era ella quien contaba los billetes que el bar generaba… Eso explicaba como podían sustentar un hogar de ese calibre. El concepto visual de Sam con vestimenta de mesera fue sustituido por la imagen de una jovencita sexymente vestida detrás de un escritorio, en su oficina personal y con montañas de dinero por contar. Vaya, eso definitivamente no lo habría imaginado cuando la vio por primera vez en su modo agresivo en su rondar por los campos de girasoles.
– Lucie tiene 18. Estudia y trabaja así que no compartimos tanto tiempo como quisiéramos. – se encogió de hombros con resignación al tiempo que dejaba su vista vagar por las decoraciones de la cocina. – No puedo decir que soy un modelo de hermano, pero al menos no discutimos en exceso ni pasamos a modo cubo de hielo. Un día te la presentaré.– finalizó mas alegre dejando en el limbo el asunto de los padres, casi podía asegurar que para ella tampoco era el mejor de los temas. Algo distraído tomó un trozo de su segunda rebanada y jugó con el cubierto incrustado mientras retomaba la palabra. – La verdad es que… nunca he estado en tu bar. No lo tomes a mal pero… pinta algo cariñoso para mi presupuesto, el tener que lavar la loza no me agrada del todo.– agregó con un sarcasmo que pretendía disimular la cruda realidad de sus palabras. Desechando al instante la sensación, apuntó a la adinerada jovencita con el pedazo de pastel – Pero si tu invitas, ten por seguro que me verás ahí. Sería genial poder salir de la monotonía por lo menos unas horas! – asintió con seguridad un par de veces, marcando en su agenda mental el hacer acto de presencia en el famoso Sharek. – Y si algún día se avería tu tractor, o lo que sea que tengas por vehículo pues… me llamas y le echamos un ojo. – Se apresuró a terminar la pintoresca rebanada de tarta frente a él mientras buscaba algo en su bolsillo, una pequeña tarjeta que entregó a la chica. Una vez hecho, se incorporó dispuesto a seguir su rumbo inicial, notando entonces la ausencia de nudo en una de sus botas, detalle por el cual se agachó para componer el asunto. – ¿Será que tengas muchos pendientes para la mañana? Tal vez podrías… acompañarme… Digo! Para que sepas dónde queda el taller, claro… – “corrigió” ligeramente nervioso ya de pie, atreviéndose a dar unas cuantas palmaditas sobre los rojizos cabellos, todo fuera por desviar un poco la atención.
¿No se aburrían? Bueno, su propia rutina de vida tampoco era muy versátil como para presumir… « No eres muy buena que digamos vendiendo flores » pensó mas que divertido al tiempo que dirigía la vista hacia el par de girasoles que ahora lucían espléndidos en el jarrón que tan amablemente le habían proporcionado. Cuando escuchó “otro negocio” dedicó sin darse cuenta, una mirada incrédula a su acompañante ¿Qué la granja no les bastaba? Por lo visto estaba tratando con una fanática del trabajo, seguro era de esas personas incapaces de permanecer quietas y en calma. Sharek e iguanas… por supuesto que lo había escuchado, imposible que alguien en aquella ciudad no conociera tan peculiar combinación de elementos. Al principio la imaginó como una bonita camarera atendiendo a sujetos bien forrados en dinero, pero esa visualización cambió drásticamente al tomar nota del resto de la oración.
Terminó de un trago la fresca leche y dejando el vaso a un lado se giró para tener al frente a la famosa peliroja. Apoyo el codo sobre la barra y se llevó la mano al mentón en actitud pensativa. Si había entendido bien, era ella quien contaba los billetes que el bar generaba… Eso explicaba como podían sustentar un hogar de ese calibre. El concepto visual de Sam con vestimenta de mesera fue sustituido por la imagen de una jovencita sexymente vestida detrás de un escritorio, en su oficina personal y con montañas de dinero por contar. Vaya, eso definitivamente no lo habría imaginado cuando la vio por primera vez en su modo agresivo en su rondar por los campos de girasoles.
– Lucie tiene 18. Estudia y trabaja así que no compartimos tanto tiempo como quisiéramos. – se encogió de hombros con resignación al tiempo que dejaba su vista vagar por las decoraciones de la cocina. – No puedo decir que soy un modelo de hermano, pero al menos no discutimos en exceso ni pasamos a modo cubo de hielo. Un día te la presentaré.– finalizó mas alegre dejando en el limbo el asunto de los padres, casi podía asegurar que para ella tampoco era el mejor de los temas. Algo distraído tomó un trozo de su segunda rebanada y jugó con el cubierto incrustado mientras retomaba la palabra. – La verdad es que… nunca he estado en tu bar. No lo tomes a mal pero… pinta algo cariñoso para mi presupuesto, el tener que lavar la loza no me agrada del todo.– agregó con un sarcasmo que pretendía disimular la cruda realidad de sus palabras. Desechando al instante la sensación, apuntó a la adinerada jovencita con el pedazo de pastel – Pero si tu invitas, ten por seguro que me verás ahí. Sería genial poder salir de la monotonía por lo menos unas horas! – asintió con seguridad un par de veces, marcando en su agenda mental el hacer acto de presencia en el famoso Sharek. – Y si algún día se avería tu tractor, o lo que sea que tengas por vehículo pues… me llamas y le echamos un ojo. – Se apresuró a terminar la pintoresca rebanada de tarta frente a él mientras buscaba algo en su bolsillo, una pequeña tarjeta que entregó a la chica. Una vez hecho, se incorporó dispuesto a seguir su rumbo inicial, notando entonces la ausencia de nudo en una de sus botas, detalle por el cual se agachó para componer el asunto. – ¿Será que tengas muchos pendientes para la mañana? Tal vez podrías… acompañarme… Digo! Para que sepas dónde queda el taller, claro… – “corrigió” ligeramente nervioso ya de pie, atreviéndose a dar unas cuantas palmaditas sobre los rojizos cabellos, todo fuera por desviar un poco la atención.
Lanre Drachenblut- sirviente
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