Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Pandora Hearts Rol :: [P.H] Users :: PH :: Edificios Principales :: Hospital
Página 1 de 1.
Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
No comprendía del todo qué había sucedido, pero estaba convencida de que yo no era la culpable. Aunque todos los demás presentes en el accidente pensaran lo contrario, yo aun así tenía plena confianza de mi inocencia. ¡Era inocente! Así que... ¿Por qué diantres me llevaban allí?
-¡Yo no hice nada! -exclamé de la nada mientras miraba, sentada en una banca que me había asignado una enfermera después de haberle dado todos mis datos, la ajetreada sala de esperas de la zona de urgencias del hospital. Una señora volteó a verme, como si me hubiera confundido de hospital y en el que realmente debería estar era en un psiquiátrico, mas la ignoré.
Moví la cabeza de un lado hacia otro mientras trataba de tararear, a manera de distracción, entre dientes. No iba a negarlo, dolía más de lo que yo hubiera pensado que me iba a doler. Además, la cabeza me punzaba con fuerza e impulsivamente me llevé mi mano izquierda hacia la pequeña herida que tenía en la ceja, rápidamente arrepintiéndome por ese movimiento y lanzando un quejido un tanto fuerte por el dolor. Aún tenía sangre fresca en la herida y como aún no me había limpiado ni nada por el estilo desde el accidente, acontecido haría una media hora, sería mejor que la dejara por la paz. Si no fuera porque el dolor en mi brazo izquierdo realmente era insoportable, jamás hubiera consentido que me llevaran allí.
Aunque tenía el mal hábito de cruzar las calles y avenidas sin fijarme antes, había logrado salir victoriosa de muchos sustos, podía haberme jactado de nunca sufrir un percance. Hasta hoy...
Cerré los ojos y traté de olvidarme de mi cuerpo entumecido y adolorido mientras mi cerebro recreaba la escena: había salido tarde de casa debido a que no había calculado bien mi tiempo y si no me apuraba, no llegaría a tiempo al trabajo. Hoy tenía función a las siete y había salido corriendo, con el único pensamiento de llegar al club lo más pronto posible para no recibir una reprimienda por parte del gerente, cuando, atravesando la tercera calle, sólo logré distinguir por el rabillo del ojo unas luces que anunciaban el inminente choque y de allí mis recuerdos estaban confusos. El auto había logrado frenar, pero no lo suficiente como para no lograr golpearme en la cadera con la defensa delantera y tumbarme al suelo, provocando que me golpeara en la frente y cayera sobre mi brazo. Lo siguiente que recordaba era haber estado tirada y el conductor a un lado mío, tratando de reanimarme. Como literalmente había sido mi culpa, por cruzar en verde, me había hecho el favor de llevarme hasta el hospital, tras darme una tarjeta de presentación por si necesitaba algo más, y se había marchado; ahora yo me encontraba allí, a la espera de que algún doctor se desocupara para que me atendieran. La enfermera que me había recibido había examinado rápidamente los daños y tras sospechar que quizá tenía alguna fractura en el brazo, me aconsejó mantener este en alto para evitar aun más la hinchazón, aunque no estaba funcionando del todo, y mantenerme despierta, por eso del golpe en la cabeza, mientras ella iba a sacarme ficha para una radiografía.
Miré un reloj de pared que estaba en la sala, la cual tenía unas cuantas personas más además de mí, y me di cuenta de lo tarde que ya era: 7:43 de la noche.
-Adiós salario... -susurré apesadumbrada antes de cerrar los ojos y recargar la cabeza en la pared de nueva cuenta.
Ya podían hacer lo que quisieran, si me atendían en un minuto o en un diez horas, me daba igual. Ya no iba a poder ir a trabajar. Y ni manera de avisar a mi esposo o a alguien del trabajo de lo sucedido, pues mi celular lo había olvidado en la mesa del comedor con las prisas. Sólo quedaba esperar.
-Aburrido.... -estaba a punto de quedarme dormida, aunque logré percibir vagamente la presencia de alguien acercándose hacia donde yo estaba, pero de igual manera no abrí los ojos. Estaba aburrida y quería dormir, a pesar de que la enfermera me había dejado en claro que no debía hacerlo... ¿Pero quién era ella para impedírmelo?
-¡Yo no hice nada! -exclamé de la nada mientras miraba, sentada en una banca que me había asignado una enfermera después de haberle dado todos mis datos, la ajetreada sala de esperas de la zona de urgencias del hospital. Una señora volteó a verme, como si me hubiera confundido de hospital y en el que realmente debería estar era en un psiquiátrico, mas la ignoré.
Moví la cabeza de un lado hacia otro mientras trataba de tararear, a manera de distracción, entre dientes. No iba a negarlo, dolía más de lo que yo hubiera pensado que me iba a doler. Además, la cabeza me punzaba con fuerza e impulsivamente me llevé mi mano izquierda hacia la pequeña herida que tenía en la ceja, rápidamente arrepintiéndome por ese movimiento y lanzando un quejido un tanto fuerte por el dolor. Aún tenía sangre fresca en la herida y como aún no me había limpiado ni nada por el estilo desde el accidente, acontecido haría una media hora, sería mejor que la dejara por la paz. Si no fuera porque el dolor en mi brazo izquierdo realmente era insoportable, jamás hubiera consentido que me llevaran allí.
Aunque tenía el mal hábito de cruzar las calles y avenidas sin fijarme antes, había logrado salir victoriosa de muchos sustos, podía haberme jactado de nunca sufrir un percance. Hasta hoy...
Cerré los ojos y traté de olvidarme de mi cuerpo entumecido y adolorido mientras mi cerebro recreaba la escena: había salido tarde de casa debido a que no había calculado bien mi tiempo y si no me apuraba, no llegaría a tiempo al trabajo. Hoy tenía función a las siete y había salido corriendo, con el único pensamiento de llegar al club lo más pronto posible para no recibir una reprimienda por parte del gerente, cuando, atravesando la tercera calle, sólo logré distinguir por el rabillo del ojo unas luces que anunciaban el inminente choque y de allí mis recuerdos estaban confusos. El auto había logrado frenar, pero no lo suficiente como para no lograr golpearme en la cadera con la defensa delantera y tumbarme al suelo, provocando que me golpeara en la frente y cayera sobre mi brazo. Lo siguiente que recordaba era haber estado tirada y el conductor a un lado mío, tratando de reanimarme. Como literalmente había sido mi culpa, por cruzar en verde, me había hecho el favor de llevarme hasta el hospital, tras darme una tarjeta de presentación por si necesitaba algo más, y se había marchado; ahora yo me encontraba allí, a la espera de que algún doctor se desocupara para que me atendieran. La enfermera que me había recibido había examinado rápidamente los daños y tras sospechar que quizá tenía alguna fractura en el brazo, me aconsejó mantener este en alto para evitar aun más la hinchazón, aunque no estaba funcionando del todo, y mantenerme despierta, por eso del golpe en la cabeza, mientras ella iba a sacarme ficha para una radiografía.
Miré un reloj de pared que estaba en la sala, la cual tenía unas cuantas personas más además de mí, y me di cuenta de lo tarde que ya era: 7:43 de la noche.
-Adiós salario... -susurré apesadumbrada antes de cerrar los ojos y recargar la cabeza en la pared de nueva cuenta.
Ya podían hacer lo que quisieran, si me atendían en un minuto o en un diez horas, me daba igual. Ya no iba a poder ir a trabajar. Y ni manera de avisar a mi esposo o a alguien del trabajo de lo sucedido, pues mi celular lo había olvidado en la mesa del comedor con las prisas. Sólo quedaba esperar.
-Aburrido.... -estaba a punto de quedarme dormida, aunque logré percibir vagamente la presencia de alguien acercándose hacia donde yo estaba, pero de igual manera no abrí los ojos. Estaba aburrida y quería dormir, a pesar de que la enfermera me había dejado en claro que no debía hacerlo... ¿Pero quién era ella para impedírmelo?
Última edición por Dai Ashenbert el Jue Sep 12, 2013 3:57 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
No le quedó mas remedio que apalabrarse con uno de sus compañeros de turno para que lo cubriera en las labores de escritorio y así poder unirse a la cirugía de corazón programada. Ya solo hacía falta que el personal terminara de alistar el uniforme obligatorio, él incluido, y podrían dar inicio. Lo único que lamentaba era el gran retraso de la operación, pues su jornada laboral debía terminar en 2 horas más, tiempo en el que obviamente no terminaría la cirugía. Ni hablar, tocaría hacer horas extras no remuneradas y hacerse a la idea de dormir solo un poco antes de tener que presentarse como todos los días, a las aulas de la universidad para seguir con las sesiones de su respectiva especialidad.
Mientras se amarraba las botas de tela azul meditaba en lo bien que le caería poder cenar con su mujer, pero aunque la situación fuese distinta, Julieta tenía reunión de estudios ese día y a juzgar por la hora, ya debía estar entrada en ello. Se puso en pie con toda la disposición de dirigirse al lavamanos correspondiente y lavarse debidamente hasta los codos pero un leve llamado a la puerta captó su atención. Sin esperar respuesta del interior un hombre de cabello canoso entró al vestidor, recorrió con la mirada el lugar buscando a alguien entre los presentes y solo cruzó la puerta cuando su vista topó con las facciones del peliblanco – Deberías echar un vistazo en urgencias, alguien que conoces esta por ahí… Otra vez – concluyó el anestesiólogo con un intento de sonrisa y señalando la puerta con el pulgar le incitó a abandonar la zona restringida al público.
Que le repitieran era innecesario. Al instante trazó ruta hacia el área mencionada haciendo un gran esfuerzo por no salir corriendo como loco, pues aunque la expresión del mensajero era tranquila y demostraba que no era nada grave (no tan grave como en ocasiones pasadas), era inevitable que la preocupación y el temor le invadieran. En esos casos era mas que ventajoso el trabajar en el hospital, no solo porque la mayor parte del personal que laboraba ahí se conocía y de esa manera corrían rápidamente la voz cuando algún familiar aparecía necesitando atención, sino que también daba paso a la posibilidad de acelerar o saltarse ciertos requisitos y colarse en las eternas filas de pacientes.
– Cuando estén listas, la traes a mi consultorio – le dijo en voz alta otro médico que le vio cruzar a paso rápido con dirección al pasillo siempre lleno de urgencias. “¿Cuándo estén listas??” se preguntó confuso pero sin volver la vista a quien le había dado la indicación. Era evidente que su compañero de profesión y conocido, ya había dado un vistazo a la castaña, de ahí que estuviera mas informado que él mismo. Claro, debió pedir aunque sea una breve explicación de la situación al anestesiólogo para así poder mentalizarse y no mostrarse tan alterado. Pero como de costumbre, no podía esperar.
Exhaló un poco menos estresado al doblar la esquina y poder observar que al menos, Julieta estaba completa y bien sentadita esperando su turno con una casi perfecta fachada de gente pacífica. Casi, pues su expresión de pocos amigos rompía con la quietud que reinaba en el resto de su figura, y eso, incluía la inusual posición de su brazo. Antes de acercarse a ella, pidió a una de las enfermeras que rondaban por el sitio unas cuantas gasas e isodine. De paso le cuestionó por el estado de la paciente de larga cabellera castaña a lo cual respondió tras pensarlo unos cuantos segundos, buscando en su archivo mental, con un simple “radiografías”. Dicho esto se marchó apresurada a seguir con sus ocupaciones dejándolo prácticamente en las mismas.
Se acercó a su añorada esposa, quien al parecer estaba en modo todo me vale, y sin decir palabra se agachó para prenderse de sus labios unos segundos. Hacerlo siempre le mejoraba el ánimo, calmaba la mayor parte de sus arranques y bueno, fomentaba otros. – ¿Puedes contarme qué sucedió? – le preguntó en un tono calmado, guardándose las ganas de atascarla de preguntas sobre posibles dolores, regaños monótonos y reclamos por no haberle enviado al menos un mensaje de texto para avisar de lo ocurrido. Nada de eso ayudaría, lo sabía de sobra, por ello prefirió dedicarse a limpiar la herida que la chica llevaba en la frente. – Arderá solo un poco – avisó por lo bajo antes de pasar la gasa humedecida con la oscura sustancia por su frente. No era la primera vez, y seguro no sería la última.
La persona encargada de nombrar al siguiente en la fila no tardó en aparecer, notando al instante la presencia de Akira ya que la filipina azul le hacía más que obvio entre los pacientes y familiares de los mismos. El sujeto nombró a un par de personas y entonces se acercó a la pareja. – Pasen – la forma en que lo dijo dejaba claro que no era cosa suya el darles preferencia. No les conocía, pero uno de los médicos en turno, le había dado indicaciones de atenderlos a la brevedad. Ninguno de los presentes expresó queja alguna, pero las miradas sobre ambos eran muchas.
Mientras se amarraba las botas de tela azul meditaba en lo bien que le caería poder cenar con su mujer, pero aunque la situación fuese distinta, Julieta tenía reunión de estudios ese día y a juzgar por la hora, ya debía estar entrada en ello. Se puso en pie con toda la disposición de dirigirse al lavamanos correspondiente y lavarse debidamente hasta los codos pero un leve llamado a la puerta captó su atención. Sin esperar respuesta del interior un hombre de cabello canoso entró al vestidor, recorrió con la mirada el lugar buscando a alguien entre los presentes y solo cruzó la puerta cuando su vista topó con las facciones del peliblanco – Deberías echar un vistazo en urgencias, alguien que conoces esta por ahí… Otra vez – concluyó el anestesiólogo con un intento de sonrisa y señalando la puerta con el pulgar le incitó a abandonar la zona restringida al público.
Que le repitieran era innecesario. Al instante trazó ruta hacia el área mencionada haciendo un gran esfuerzo por no salir corriendo como loco, pues aunque la expresión del mensajero era tranquila y demostraba que no era nada grave (no tan grave como en ocasiones pasadas), era inevitable que la preocupación y el temor le invadieran. En esos casos era mas que ventajoso el trabajar en el hospital, no solo porque la mayor parte del personal que laboraba ahí se conocía y de esa manera corrían rápidamente la voz cuando algún familiar aparecía necesitando atención, sino que también daba paso a la posibilidad de acelerar o saltarse ciertos requisitos y colarse en las eternas filas de pacientes.
– Cuando estén listas, la traes a mi consultorio – le dijo en voz alta otro médico que le vio cruzar a paso rápido con dirección al pasillo siempre lleno de urgencias. “¿Cuándo estén listas??” se preguntó confuso pero sin volver la vista a quien le había dado la indicación. Era evidente que su compañero de profesión y conocido, ya había dado un vistazo a la castaña, de ahí que estuviera mas informado que él mismo. Claro, debió pedir aunque sea una breve explicación de la situación al anestesiólogo para así poder mentalizarse y no mostrarse tan alterado. Pero como de costumbre, no podía esperar.
Exhaló un poco menos estresado al doblar la esquina y poder observar que al menos, Julieta estaba completa y bien sentadita esperando su turno con una casi perfecta fachada de gente pacífica. Casi, pues su expresión de pocos amigos rompía con la quietud que reinaba en el resto de su figura, y eso, incluía la inusual posición de su brazo. Antes de acercarse a ella, pidió a una de las enfermeras que rondaban por el sitio unas cuantas gasas e isodine. De paso le cuestionó por el estado de la paciente de larga cabellera castaña a lo cual respondió tras pensarlo unos cuantos segundos, buscando en su archivo mental, con un simple “radiografías”. Dicho esto se marchó apresurada a seguir con sus ocupaciones dejándolo prácticamente en las mismas.
Se acercó a su añorada esposa, quien al parecer estaba en modo todo me vale, y sin decir palabra se agachó para prenderse de sus labios unos segundos. Hacerlo siempre le mejoraba el ánimo, calmaba la mayor parte de sus arranques y bueno, fomentaba otros. – ¿Puedes contarme qué sucedió? – le preguntó en un tono calmado, guardándose las ganas de atascarla de preguntas sobre posibles dolores, regaños monótonos y reclamos por no haberle enviado al menos un mensaje de texto para avisar de lo ocurrido. Nada de eso ayudaría, lo sabía de sobra, por ello prefirió dedicarse a limpiar la herida que la chica llevaba en la frente. – Arderá solo un poco – avisó por lo bajo antes de pasar la gasa humedecida con la oscura sustancia por su frente. No era la primera vez, y seguro no sería la última.
La persona encargada de nombrar al siguiente en la fila no tardó en aparecer, notando al instante la presencia de Akira ya que la filipina azul le hacía más que obvio entre los pacientes y familiares de los mismos. El sujeto nombró a un par de personas y entonces se acercó a la pareja. – Pasen – la forma en que lo dijo dejaba claro que no era cosa suya el darles preferencia. No les conocía, pero uno de los médicos en turno, le había dado indicaciones de atenderlos a la brevedad. Ninguno de los presentes expresó queja alguna, pero las miradas sobre ambos eran muchas.
Off: Sorry por no seguir el orden que te dije(?) y por no dar señales de vida... me quedé vilmente dormido antes de las 10:30 _-_
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Aunque deseaba desesperadamente poder dormir aunque fuera un poco, era igual consciente de que el ruido a mi alrededor harían imposible esa tarea. Además, sentía que alguien me estaba mirando con una fijeza extrema que resultaba casi intimidante. Fruncí el ceño, sintiendo una punzada en la ceja izquierda, donde tenía la herida, mas no di seña alguna de ello y seguí con mi postura imperturbable. Daría lo que fuera por encontrarme en cualquier otro lado, menos allí... incluso la cárcel parecía más apetitosa, tenían catres y su atmósfera era menos apabullante.
Cuando efectivamente la presencia que sentí que se aproximaba, se detuvo frente a mí, fingí demencia y no hice movimiento alguno que me delatara; hasta que sentí unos labios rozar los míos y abrí los ojos de golpe, anonadada. Si no fuera porque ya sabía reconocer los labios de Akira, seguramente le hubiera soltado un par de improperios por su atrevimiento. Parpadeé un par de veces, sin ser consciente de que realmente estaba allí y le miré directamente a sus ojos rojizos al tiempo que le escuchaba su interrogante. Por unos segundos no supe qué decir.
-Bueno... -me encogí de hombros- realmente no fue nada, sólo tuve un encuentro muy cariñoso con un auto negro... ¿Sí era negro? -ahora que lo pensaba, ni siquiera recordaba eso, debido quizá a que realmente no había prestado atención a ese detalle- la cosa es que fue más cariñoso de lo que a mí me hubiera gustado -siseé entre dientes cuando pasó el desinfectante sobre la herida y cerré los ojos con fuerza. Cómo detestaba esas cosas.- Perdona que no te avisara -murmuré entre dientes e hice un esfuerzo por abrir los ojos y mirarle. Le conocía lo suficiete como para saber que se estaba conteniendo de decirme muchas cosas que quizá resultaban inútiles, pero que a él dejarían más tranquilo si las soltaba- Pero olvidé el celular en casa y ya sabes que nunca me he podido aprender tantos números...
Fue en ese momento en el que me percarté en su curiosa vestimenta y le miré de arriba hacia abajo, tratando de descifrar qué significaba exáctamente lo azul de su atuendo. Por lo general no era tan corta de ideas, pero después de haber recibido un golpe en la cabeza que me dejó desorientada, a cualquiera se le justificaría que no relacionara las cosas tan rápidamente. Abrí los ojos con sorpresa y retrocedí, para que dejara de aplicarme la sustancia y emitiendo un leve quejido de dolor por el brusco movimiento, pero sin prestarle ni la más mínima importancia
-¡Es cierto! -Ahora recordaba que algo me había comentado de una cirugía programada en la cual quería participar y que aún estaba en "veremos" de conseguir puesto. Al final sí había conseguido suplente en su trabajo, pero estaba allí... -Por favor dime que no has perdido la oportunidad por mi culpa...
Sólo me faltaría eso para ahora sí ser libre de tirarme por la avenida y esperar que otro completara el trabajo que el primero no había hecho. ¿Es que aquel día todo me tenía que salir mal?
Justo en ese momento una puerta se abrió y comenzaron a nombrar a algunas personas, antes de que un hombre se acercara a nosotros y nos diera la autorización de pasar antes. Mi primera reacción ante su tono de voz fue dedicarle una mirada de sumo desagrado. Ya de por sí era malo el llamar la atención de tanta gente, como para que a parte viniera este sujeto y nos tratara como si le debieramos el mayor de los favores. Aunque tenía que reconocer que sí nos hacía un favor, también reconocía que era una ayuda que yo nunca expresé en querer. Siempre me daban preferencia por ser la pareja de Ishida, y siempre aceptaba ese favoritismo con una sonrisa de forzada cortesía. Pero eso, a que me agradara la idea, había un paso abismal. En este caso, al no tratarse de un amigo de mi esposo, no me sentiría mal por desairarle.
Por lo que compuse la mejor de mis sonrisas antes de responder:
-Se lo agradezco enormemente -mentía, pero era algo que no se me daba del todo mal- pero prefiero que siga el orden de la lista de los pacientes. Puedo esperar perfectamente -miré a mi alrededor y lancé un suspiro. Total, siempre podía irme a casa como si nada si veía que la cosa estaba muy lenta, no es como si me importara tener que tragarme el insoportable dolor de mi brazo izquierdo; incluso podía ir al trabajo y aunque fuera, hacer medio turno. Mire a Akira- No quiero que pierdas esa cirugía por mi culpa, y hablo en serio.
Off: No te preocupes, como verás, yo tampoco seguí orden....
Cuando efectivamente la presencia que sentí que se aproximaba, se detuvo frente a mí, fingí demencia y no hice movimiento alguno que me delatara; hasta que sentí unos labios rozar los míos y abrí los ojos de golpe, anonadada. Si no fuera porque ya sabía reconocer los labios de Akira, seguramente le hubiera soltado un par de improperios por su atrevimiento. Parpadeé un par de veces, sin ser consciente de que realmente estaba allí y le miré directamente a sus ojos rojizos al tiempo que le escuchaba su interrogante. Por unos segundos no supe qué decir.
-Bueno... -me encogí de hombros- realmente no fue nada, sólo tuve un encuentro muy cariñoso con un auto negro... ¿Sí era negro? -ahora que lo pensaba, ni siquiera recordaba eso, debido quizá a que realmente no había prestado atención a ese detalle- la cosa es que fue más cariñoso de lo que a mí me hubiera gustado -siseé entre dientes cuando pasó el desinfectante sobre la herida y cerré los ojos con fuerza. Cómo detestaba esas cosas.- Perdona que no te avisara -murmuré entre dientes e hice un esfuerzo por abrir los ojos y mirarle. Le conocía lo suficiete como para saber que se estaba conteniendo de decirme muchas cosas que quizá resultaban inútiles, pero que a él dejarían más tranquilo si las soltaba- Pero olvidé el celular en casa y ya sabes que nunca me he podido aprender tantos números...
Fue en ese momento en el que me percarté en su curiosa vestimenta y le miré de arriba hacia abajo, tratando de descifrar qué significaba exáctamente lo azul de su atuendo. Por lo general no era tan corta de ideas, pero después de haber recibido un golpe en la cabeza que me dejó desorientada, a cualquiera se le justificaría que no relacionara las cosas tan rápidamente. Abrí los ojos con sorpresa y retrocedí, para que dejara de aplicarme la sustancia y emitiendo un leve quejido de dolor por el brusco movimiento, pero sin prestarle ni la más mínima importancia
-¡Es cierto! -Ahora recordaba que algo me había comentado de una cirugía programada en la cual quería participar y que aún estaba en "veremos" de conseguir puesto. Al final sí había conseguido suplente en su trabajo, pero estaba allí... -Por favor dime que no has perdido la oportunidad por mi culpa...
Sólo me faltaría eso para ahora sí ser libre de tirarme por la avenida y esperar que otro completara el trabajo que el primero no había hecho. ¿Es que aquel día todo me tenía que salir mal?
Justo en ese momento una puerta se abrió y comenzaron a nombrar a algunas personas, antes de que un hombre se acercara a nosotros y nos diera la autorización de pasar antes. Mi primera reacción ante su tono de voz fue dedicarle una mirada de sumo desagrado. Ya de por sí era malo el llamar la atención de tanta gente, como para que a parte viniera este sujeto y nos tratara como si le debieramos el mayor de los favores. Aunque tenía que reconocer que sí nos hacía un favor, también reconocía que era una ayuda que yo nunca expresé en querer. Siempre me daban preferencia por ser la pareja de Ishida, y siempre aceptaba ese favoritismo con una sonrisa de forzada cortesía. Pero eso, a que me agradara la idea, había un paso abismal. En este caso, al no tratarse de un amigo de mi esposo, no me sentiría mal por desairarle.
Por lo que compuse la mejor de mis sonrisas antes de responder:
-Se lo agradezco enormemente -mentía, pero era algo que no se me daba del todo mal- pero prefiero que siga el orden de la lista de los pacientes. Puedo esperar perfectamente -miré a mi alrededor y lancé un suspiro. Total, siempre podía irme a casa como si nada si veía que la cosa estaba muy lenta, no es como si me importara tener que tragarme el insoportable dolor de mi brazo izquierdo; incluso podía ir al trabajo y aunque fuera, hacer medio turno. Mire a Akira- No quiero que pierdas esa cirugía por mi culpa, y hablo en serio.
Off: No te preocupes, como verás, yo tampoco seguí orden....
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
¿Qué parte de toda aquella información recibida le alteraba más los nervios? Sin duda pondría en lo alto de la lista el hecho de que Julieta rechazara la oportunidad de ser atendida a la brevedad… Podía hacerse una idea de la inconformidad que seguramente pasaba por la mente de la castaña, pero siendo realistas, la mitad de las personas ahí formadas deseaban asistencia médica para problemas mínimos, solo que acudir a urgencias siempre aparentaba ser la forma mas rápida de toparse con un doctor. Pero si era obvio que ella era de los pacientes que debían atenderse lo mas pronto posible! En segundo lugar encajaría la eterna distracción de la chica para cruzar las calles, pareciera que se mantenía en reto constante contra los autos pero en vista de que estaba vivita, podía relajarse un poco. Lo que era seguro, es que pasarían unos cuantos muchos días antes de poder moverse a placer… Eso sería todo un drama, pues por experiencia sabía que convencerla de mantenerse quieta y en reposo era una misión casi imposible, necesitaría armarse de un soborno caritativo para llegar a un trato con ella y conseguir que cuidara al menos un poco su salud. El lío vendría cuando se quedara inevitablemente sola, él no podía darse el lujo de faltar al trabajo, aunque a clases… tal vez si.
Se había puesto de pie al escuchar la indicación del otro médico, pero ahora con la negativa por parte de su esposa, quedó unos minutos en blanco mientras decidía rápidamente cómo proceder ante el berrinche. Si, porque su infinita terquedad era un… berrinche pasivo. Por lo pronto el otro sujeto ya se había marchado junto con las otras personas nombradas, claro, no sin antes dedicar una mirada de fastidio a la chica. Ahora podían dar por hecho que no les volverían a llamar hasta que fuera oficialmente su turno, y aunque sabía que Julieta sería capaz de soportar el dolor un rato, a él no le gustaba la idea de verla en ese estado. «Masoquismo puro con dosis de orgullo…» pensó al volver las rojizas pupilas hacia la figura de su amada, quien hasta entonces pintaba una bonita sonrisa. Años atrás se habría creído esa expresión, ahora era capaz de captar su amable manera de mandar muy muy lejos al tipo. Lo único bueno en aquello era que las miradas ajenas finalmente les habían soltado.
Dejó escapar un suspiro de cansancio y después de echar al cesto mas cercano las gasas con que le había limpiado la herida, tomó asiento a piernas cruzadas frente a la silla que ocupaba su mujer. – Si tu prefieres esperar, entonces yo también. Siempre puedo llegar a barrer la sala de cirugías – le respondió tardíamente con una sonrisa en el rostro al tiempo que tomaba un extremo de los castaños cabellos para jugar entre los dedos. – Ni de broma te voy a dejar aquí sola, además… – se removió un poco de su lugar para poder sacar el celular del bolsillo del pantalón – no has avisado a tus amigas de lo ocurrido. Te deben estar esperando… ¿Cómo se llama la dueña de la casa? – preguntó mientras buscaba entre los contactos algún nombre que le sonara a amiguis de Julieta. Como hasta la fecha no conocía cara a cara a sus compañeras de carrera, le costaba asignar el nombre correcto a cada uno de los conocidos que solía mencionarle entre pláticas. – A… Alondra, Aliza, Acaponeta? Ardilla… Anastacia! Anestecia?? – repetía en tono de broma al ir revisando la lista en su agenda hasta que finalmente, decepcionado de su memoria al respecto, optó por entregarle el móvil para que ella pudiera marcar. Ah pero… ¿podía marcar en su estado?
El asunto de la cirugía aún rondaba por su mente, vagamente, pero si. Ni caso tenía darle mas vueltas al asunto, de cualquier forma le sería imposible concentrarse en la sala sabiendo que Julieta estaba por ahí herida y esperando en solitario. Y tomando en cuenta que la operación recién empezaría, tardaría mas horas de las aceptables en poder acudir al apoyo de su mujer, y eso suponiendo que todo saliera como debería, sin complicaciones que exigieran horas extra. Definitivamente descartaba la opción de retirarse, por mas que ella insistiera no podía ceder.
Se había puesto de pie al escuchar la indicación del otro médico, pero ahora con la negativa por parte de su esposa, quedó unos minutos en blanco mientras decidía rápidamente cómo proceder ante el berrinche. Si, porque su infinita terquedad era un… berrinche pasivo. Por lo pronto el otro sujeto ya se había marchado junto con las otras personas nombradas, claro, no sin antes dedicar una mirada de fastidio a la chica. Ahora podían dar por hecho que no les volverían a llamar hasta que fuera oficialmente su turno, y aunque sabía que Julieta sería capaz de soportar el dolor un rato, a él no le gustaba la idea de verla en ese estado. «Masoquismo puro con dosis de orgullo…» pensó al volver las rojizas pupilas hacia la figura de su amada, quien hasta entonces pintaba una bonita sonrisa. Años atrás se habría creído esa expresión, ahora era capaz de captar su amable manera de mandar muy muy lejos al tipo. Lo único bueno en aquello era que las miradas ajenas finalmente les habían soltado.
Dejó escapar un suspiro de cansancio y después de echar al cesto mas cercano las gasas con que le había limpiado la herida, tomó asiento a piernas cruzadas frente a la silla que ocupaba su mujer. – Si tu prefieres esperar, entonces yo también. Siempre puedo llegar a barrer la sala de cirugías – le respondió tardíamente con una sonrisa en el rostro al tiempo que tomaba un extremo de los castaños cabellos para jugar entre los dedos. – Ni de broma te voy a dejar aquí sola, además… – se removió un poco de su lugar para poder sacar el celular del bolsillo del pantalón – no has avisado a tus amigas de lo ocurrido. Te deben estar esperando… ¿Cómo se llama la dueña de la casa? – preguntó mientras buscaba entre los contactos algún nombre que le sonara a amiguis de Julieta. Como hasta la fecha no conocía cara a cara a sus compañeras de carrera, le costaba asignar el nombre correcto a cada uno de los conocidos que solía mencionarle entre pláticas. – A… Alondra, Aliza, Acaponeta? Ardilla… Anastacia! Anestecia?? – repetía en tono de broma al ir revisando la lista en su agenda hasta que finalmente, decepcionado de su memoria al respecto, optó por entregarle el móvil para que ella pudiera marcar. Ah pero… ¿podía marcar en su estado?
El asunto de la cirugía aún rondaba por su mente, vagamente, pero si. Ni caso tenía darle mas vueltas al asunto, de cualquier forma le sería imposible concentrarse en la sala sabiendo que Julieta estaba por ahí herida y esperando en solitario. Y tomando en cuenta que la operación recién empezaría, tardaría mas horas de las aceptables en poder acudir al apoyo de su mujer, y eso suponiendo que todo saliera como debería, sin complicaciones que exigieran horas extra. Definitivamente descartaba la opción de retirarse, por mas que ella insistiera no podía ceder.
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Hasta que el doctor no desapareció, mi sonrisa de eterna hipocrecía se mantuvo intacta en mis labios, pero mis ojos castaños le dedicaron una mirada de velada advertencia mientras se retiraba, en respuesta a su muy amigable última expresión dirigida hacia mí. Total, en estos momentos andaba displicente como para tratar de ser amable con todos. El que me preocupaba era Ishida, pero este sólo se dirigió al cesto para tirar los residuos de mi curación, mas nada dijo y eso provocó que me removiera en mi asiento, inquieta.
Él podía ir a su cirugía, yo me quedaría un rato más allí antes de escabullirme y ver si podía ganar un poco de sustento el día de hoy, para al menos compensar en algo los gastos médicos. Bendita suerte la mía.
Le seguí con la mirada todo el tiempo, hasta que al fin se dignó a hablar, provocando que le mirara de forma fastidiada mientras él tomaba asiento frente a mí y jugueteaba con mi cabellera. ¿Por qué era tan terco? En otras circunstancias me parecería divertida la situación, pero en esos momentos, cuando estaba a punto de colapsar de tanto dolor reprimido, no lo hacía.
Todo color en mi rostro desapareció de golpe, dejándome aun más pálida de lo que ya estaba, si eso era posible, cuando sacó su celular y comenzó a buscar a alguno de mis compañeros para avisar de mi accidente. Estaba perdida, vilmente perdida. Era obvio que él no tendría a nadie de los chicos del club y si marcaba a una de mis compañeras, las cuales no estaban enteradas de mi farsa, definitivamente echarían a perder todo. A pesar de estar agonizando metafóricamente, entre la espada y la pared, no pude evitar escuchar la pequeña lista de nombres que iba diciendo mientras revisaba sus contactos, y un aguijonazo de celos me atravesó el pecho mientras lo hacía.
-Me sorprende que tengas nombres de tantas chicas en tu directorio... -mascullé, haciendo una mueca irónica al no reconocer ningún nombre de los que iba mencionando, aunque la mayoría eran inventados para tratar de sacarme una sonrisa. No funcionó. Cuando se dio por vencido, me permití respirar de nueva cuenta y traté de disimular mi evidente alivio cuando me pasó el celular. Bien, la situación estaba de nuevo bajo control. Seguramente de grande sufriría alguna enfermedad de hipertensión, o algo parecido, ante tanto susto. Me desagradaba tener que mentirle a mi esposo, pero de otra forma no encontraba el cómo ayudar en los gastos del hogar y tratar de no ser una carga para él. Aunque a mí me gustaba pensar que no le estaba mintiendo, sino que sólo le ocultaba la verdad.
Comencé a revisar rápidamente los contactos, operando el aparato con mi mano derecha, mientras me sentía de nueva cuenta dueña de la situación.
-Hmmm sólo tienes el teléfono de una de las chicas de los que formamos el círculo de estudio, y cambió de número hace un par de meses. Y, si debo ser sincera, lo último que se me antoja es andar molestando a la gente para averiguar números. Gracias, pero tendrán que hacerse una teoría de mi ausencia hasta que se enteren de todo mañana. -Le pasé el celular como si nada y volví a recargar mi espalda en el respaldo de la silla al tiempo que le miraba directamente a los ojos y acariciaba mi brazo hinchado y lesionado con mi mano contraria de forma inconsciente, esperando una reacción por su parte que indicase que iría a su cirugía, arrepentido de haber dicho que me esperaría. Pero pasaron los minutos en silencio y no dio muestra alguna de hacer lo que esperaba y deseaba, cosa que comenzó a exasperarme. Digamos que mi humor dudoso en esos momentos sumado a que no me estaba saliendo con la mía, no daban un muy buen resultado, y me hacían más imprudente de lo que por sí ya era. Podía ver en su expresión un tanto ausente que realmente tenía en mente la dichosa cirugía, ¿por qué estaba llí, entonces? ¿Qué le retenía? Yo no era una muñeca rota, a pesar de tener el brazo en ese estado, y se lo iba a demostrar. Si había algo que realmente odiaba, era ser una inútil y un estorbo para la persona que más amaba y que más me importaba sobre todo.
Comencé a explorar la zona más adolorida de mi brazo, aquella en la que comenzaba la postura antinatural, con mis dedos y aplicando algo de fuerza al tiempo que apretaba mis mandíbulas con fuerza para no gritar cuando localicé el lugar donde yo creí que estaba el problema y cerré mi mano entorno a la misma, para aplicar un rápido movimiento rotativo como había visto hacer en una película tiempo atrás. Claro, sólo que jamás se me ocurrió que iba a doler hasta mi apellido con ello, por lo que, aunque no grité, sí gemí con fuerza y sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, por lo que rápidamente comencé a pellizcarme el puente de la nariz, para lograr controlar las reacciones de mi cuerpo.
Antes de que Akira se diera cuenta de lo que estaba pasando, o pudiera hacer algo para impedirlo, me puse en pie y le miré con una sonrisa contenida, la cual trataba de ocultar lo que realmente sentía y en cambio, aparentaba como si nada estuviera pasando, aunque la rigidez en mi cuerpo me delatara.
-Bueno, pues en vista que no irás a la cirugía, entonces puedes quedarte todo el tiempo que quieras, esperando a que te atiendan, yo tengo cosas que hacer. Si me disculpas...
Antes de que pudiera hacer algo, esquivé la fila de asientos, pacientes y enfermeras que iban de aquí para allá apresurando el paso y llegando frente a la puerta de la sala de espera, una vez allí, salí al pasillo y eché a correr lo más rápido posible, ignorando recliminaciones por parte del personal, hasta dar con la salida y salir al frío aire nocturno del exterior, sin mirar ni una sola vez atrás. Deseaba despejar la mente.
Una vez allí, me detuve para tomar aire y normalizar mi respiración agitada mientras olvidaba por un segundo lo magullado de mi cuerpo y, en cambio, trataba de sacar cuentas rápidamente. Si no me equivocaba, el club nocturno estaba a catorce cuadras de allí, aún estaba a tiempo para dar un espectáculo pequeño. Todo, con tal de olvidar lo realmente inútil que me sentía en esos momentos.
Off: Creo que me pasé... y yo que creí que quedaría corto x,x
Él podía ir a su cirugía, yo me quedaría un rato más allí antes de escabullirme y ver si podía ganar un poco de sustento el día de hoy, para al menos compensar en algo los gastos médicos. Bendita suerte la mía.
Le seguí con la mirada todo el tiempo, hasta que al fin se dignó a hablar, provocando que le mirara de forma fastidiada mientras él tomaba asiento frente a mí y jugueteaba con mi cabellera. ¿Por qué era tan terco? En otras circunstancias me parecería divertida la situación, pero en esos momentos, cuando estaba a punto de colapsar de tanto dolor reprimido, no lo hacía.
Todo color en mi rostro desapareció de golpe, dejándome aun más pálida de lo que ya estaba, si eso era posible, cuando sacó su celular y comenzó a buscar a alguno de mis compañeros para avisar de mi accidente. Estaba perdida, vilmente perdida. Era obvio que él no tendría a nadie de los chicos del club y si marcaba a una de mis compañeras, las cuales no estaban enteradas de mi farsa, definitivamente echarían a perder todo. A pesar de estar agonizando metafóricamente, entre la espada y la pared, no pude evitar escuchar la pequeña lista de nombres que iba diciendo mientras revisaba sus contactos, y un aguijonazo de celos me atravesó el pecho mientras lo hacía.
-Me sorprende que tengas nombres de tantas chicas en tu directorio... -mascullé, haciendo una mueca irónica al no reconocer ningún nombre de los que iba mencionando, aunque la mayoría eran inventados para tratar de sacarme una sonrisa. No funcionó. Cuando se dio por vencido, me permití respirar de nueva cuenta y traté de disimular mi evidente alivio cuando me pasó el celular. Bien, la situación estaba de nuevo bajo control. Seguramente de grande sufriría alguna enfermedad de hipertensión, o algo parecido, ante tanto susto. Me desagradaba tener que mentirle a mi esposo, pero de otra forma no encontraba el cómo ayudar en los gastos del hogar y tratar de no ser una carga para él. Aunque a mí me gustaba pensar que no le estaba mintiendo, sino que sólo le ocultaba la verdad.
Comencé a revisar rápidamente los contactos, operando el aparato con mi mano derecha, mientras me sentía de nueva cuenta dueña de la situación.
-Hmmm sólo tienes el teléfono de una de las chicas de los que formamos el círculo de estudio, y cambió de número hace un par de meses. Y, si debo ser sincera, lo último que se me antoja es andar molestando a la gente para averiguar números. Gracias, pero tendrán que hacerse una teoría de mi ausencia hasta que se enteren de todo mañana. -Le pasé el celular como si nada y volví a recargar mi espalda en el respaldo de la silla al tiempo que le miraba directamente a los ojos y acariciaba mi brazo hinchado y lesionado con mi mano contraria de forma inconsciente, esperando una reacción por su parte que indicase que iría a su cirugía, arrepentido de haber dicho que me esperaría. Pero pasaron los minutos en silencio y no dio muestra alguna de hacer lo que esperaba y deseaba, cosa que comenzó a exasperarme. Digamos que mi humor dudoso en esos momentos sumado a que no me estaba saliendo con la mía, no daban un muy buen resultado, y me hacían más imprudente de lo que por sí ya era. Podía ver en su expresión un tanto ausente que realmente tenía en mente la dichosa cirugía, ¿por qué estaba llí, entonces? ¿Qué le retenía? Yo no era una muñeca rota, a pesar de tener el brazo en ese estado, y se lo iba a demostrar. Si había algo que realmente odiaba, era ser una inútil y un estorbo para la persona que más amaba y que más me importaba sobre todo.
Comencé a explorar la zona más adolorida de mi brazo, aquella en la que comenzaba la postura antinatural, con mis dedos y aplicando algo de fuerza al tiempo que apretaba mis mandíbulas con fuerza para no gritar cuando localicé el lugar donde yo creí que estaba el problema y cerré mi mano entorno a la misma, para aplicar un rápido movimiento rotativo como había visto hacer en una película tiempo atrás. Claro, sólo que jamás se me ocurrió que iba a doler hasta mi apellido con ello, por lo que, aunque no grité, sí gemí con fuerza y sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, por lo que rápidamente comencé a pellizcarme el puente de la nariz, para lograr controlar las reacciones de mi cuerpo.
Antes de que Akira se diera cuenta de lo que estaba pasando, o pudiera hacer algo para impedirlo, me puse en pie y le miré con una sonrisa contenida, la cual trataba de ocultar lo que realmente sentía y en cambio, aparentaba como si nada estuviera pasando, aunque la rigidez en mi cuerpo me delatara.
-Bueno, pues en vista que no irás a la cirugía, entonces puedes quedarte todo el tiempo que quieras, esperando a que te atiendan, yo tengo cosas que hacer. Si me disculpas...
Antes de que pudiera hacer algo, esquivé la fila de asientos, pacientes y enfermeras que iban de aquí para allá apresurando el paso y llegando frente a la puerta de la sala de espera, una vez allí, salí al pasillo y eché a correr lo más rápido posible, ignorando recliminaciones por parte del personal, hasta dar con la salida y salir al frío aire nocturno del exterior, sin mirar ni una sola vez atrás. Deseaba despejar la mente.
Una vez allí, me detuve para tomar aire y normalizar mi respiración agitada mientras olvidaba por un segundo lo magullado de mi cuerpo y, en cambio, trataba de sacar cuentas rápidamente. Si no me equivocaba, el club nocturno estaba a catorce cuadras de allí, aún estaba a tiempo para dar un espectáculo pequeño. Todo, con tal de olvidar lo realmente inútil que me sentía en esos momentos.
Off: Creo que me pasé... y yo que creí que quedaría corto x,x
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Pero que bonita broma para la noche~
De ante mano sabía que su amada esposa era toda una cajita de sorpresas, pero por mas que intentara estar preparado para casi cualquier ocurrencia… la realidad era que siempre le tomaba desprevenido, desprevenido y sin la mas remota idea de cómo actuar. Se quedó en algo similar a un shock emocional cuando tarde, captó la locura que Julieta acababa de cometer, ni siquiera asimiló sus sarcásticas palabras sobre ser él quien esperara a ser atendido, su mente se había quedado atascada en un punto anterior en el que le escuchó gemir de dolor al destartalar su pobre brazo. Porque en efecto, fue el sonido de su voz el que le hizo reaccionar y tirar a la basura sus tontas cavilaciones.
Demasiado tarde, pues la ahora fugitiva ya le llevaba una ventaja considerable. Si quería alcanzarla e intentar llegar a un acuerdo tendría que despojarse de su lentitud mental y alcanzarle los pasos tan pronto como fuera posible. Pues si de algo estaba seguro, era de que la chica haría cuanto fuera posible para que no diera con su paradero.
Sin importar lo que los presentes pudieran pensar, se sacó las tediosas botas de tela para así poder iniciar carrera con su obligado calzado blanco, y las dejó en algún lugar que la gravedad decidió por cuenta propia. Dio un último vistazo al concurrido pasillo de urgencias y con expresión de indiferencia abandonó el hospital, listo para hacer un poco de ejercicio al aire libre.
Ah pero… no contaba con que la noche sería tan fría, muchos menos con que a los pocos minutos de cruzar la puerta las nubes soltaran una repentina lluvia, con suficiente intensidad como para empapar en pocos minutos a todo aquel que tomaran con la guardia baja en las calles de la ciudad. Bien, con todo y eso no podía darse por vencido ¿Qué dirección habría tomado? Dudaba mucho que corriera a casa, era obvio que ahí le encontraría tarde o temprano pero entonces… ¿a dónde mas? Era rápida, eso lo sabía por su desempeño en las grabaciones, pero con suerte la lluvia le impediría explayarse en el terreno. Solo tenía que ponerse en sus zapatos y adivinar hacia dónde… había… corrido.
–Pero si seré… – contuvo el resto por el bien de la salud auditiva de los no presentes y regresó sus pasos por el camino recién recorrido. Al volver la vista hacia la puerta del hospital descubrió la bonita figura de la castaña que se encontraba quieta no muy lejos de la salida. Claro, el único dramático y cegatón de la no che era él, llevándose una mojada gratis por ponerse en plan desesperado y no mirar a los lados…
Suspiró con cierto alivio y sin poder evitar que su rostro delatara la vergüenza que ahora le inundaba, se acercó a ella sin tener aún argumentos de convencimiento. – ¿Al menos te sientes mejor? Hacer algo como eso es… masoquista – comentó en voz baja mientras la tomaba en sus brazos, cuidando no lastimarla más de lo que ya estaba. ¿Hasta cuándo entendería que verla pasar malos ratos también le dolía a él? Captaba la intención de mandarlo de regreso a la cirugía pero al igual que ella, también sabía armar berrinche, solo que mas silencioso.
Le apetecía estrujarla y llenarse de su esencia. Al hacerlo quizá encontraría una solución aceptable para ambos y el lío se arreglaría, mas no se encontraban en el sitio mas correcto para ello. Sin dar oportunidad a quejas le tomó de la muñeca y no la soltó hasta llegar a los vestidores donde tiempo atrás había recibido la noticia de su presencia. El llegar ahí significó colarse a la mala por un par de puntos de seguridad, pero el conservar el uniforme sustituyó restricciones por severas miradas.
–Querías que regresara y aquí estamos, pero siento decirte que a esta hora ya deben haber empezado. – explicó con calma mientras sacaba de su casillero la camisa que vestía andes de colocarse la fiipina. – Pero si aún quieres que me quede… te aviso que no lo haré solo ~ – Le quería ver despreocupado no? En ese caso Julieta tendría que hacerse responsable y ayudarle a encerrar de momento, la desesperación ocasionada por la poca importancia que la chica daba a su salud.
De ante mano sabía que su amada esposa era toda una cajita de sorpresas, pero por mas que intentara estar preparado para casi cualquier ocurrencia… la realidad era que siempre le tomaba desprevenido, desprevenido y sin la mas remota idea de cómo actuar. Se quedó en algo similar a un shock emocional cuando tarde, captó la locura que Julieta acababa de cometer, ni siquiera asimiló sus sarcásticas palabras sobre ser él quien esperara a ser atendido, su mente se había quedado atascada en un punto anterior en el que le escuchó gemir de dolor al destartalar su pobre brazo. Porque en efecto, fue el sonido de su voz el que le hizo reaccionar y tirar a la basura sus tontas cavilaciones.
Demasiado tarde, pues la ahora fugitiva ya le llevaba una ventaja considerable. Si quería alcanzarla e intentar llegar a un acuerdo tendría que despojarse de su lentitud mental y alcanzarle los pasos tan pronto como fuera posible. Pues si de algo estaba seguro, era de que la chica haría cuanto fuera posible para que no diera con su paradero.
Sin importar lo que los presentes pudieran pensar, se sacó las tediosas botas de tela para así poder iniciar carrera con su obligado calzado blanco, y las dejó en algún lugar que la gravedad decidió por cuenta propia. Dio un último vistazo al concurrido pasillo de urgencias y con expresión de indiferencia abandonó el hospital, listo para hacer un poco de ejercicio al aire libre.
Ah pero… no contaba con que la noche sería tan fría, muchos menos con que a los pocos minutos de cruzar la puerta las nubes soltaran una repentina lluvia, con suficiente intensidad como para empapar en pocos minutos a todo aquel que tomaran con la guardia baja en las calles de la ciudad. Bien, con todo y eso no podía darse por vencido ¿Qué dirección habría tomado? Dudaba mucho que corriera a casa, era obvio que ahí le encontraría tarde o temprano pero entonces… ¿a dónde mas? Era rápida, eso lo sabía por su desempeño en las grabaciones, pero con suerte la lluvia le impediría explayarse en el terreno. Solo tenía que ponerse en sus zapatos y adivinar hacia dónde… había… corrido.
–Pero si seré… – contuvo el resto por el bien de la salud auditiva de los no presentes y regresó sus pasos por el camino recién recorrido. Al volver la vista hacia la puerta del hospital descubrió la bonita figura de la castaña que se encontraba quieta no muy lejos de la salida. Claro, el único dramático y cegatón de la no che era él, llevándose una mojada gratis por ponerse en plan desesperado y no mirar a los lados…
Suspiró con cierto alivio y sin poder evitar que su rostro delatara la vergüenza que ahora le inundaba, se acercó a ella sin tener aún argumentos de convencimiento. – ¿Al menos te sientes mejor? Hacer algo como eso es… masoquista – comentó en voz baja mientras la tomaba en sus brazos, cuidando no lastimarla más de lo que ya estaba. ¿Hasta cuándo entendería que verla pasar malos ratos también le dolía a él? Captaba la intención de mandarlo de regreso a la cirugía pero al igual que ella, también sabía armar berrinche, solo que mas silencioso.
Le apetecía estrujarla y llenarse de su esencia. Al hacerlo quizá encontraría una solución aceptable para ambos y el lío se arreglaría, mas no se encontraban en el sitio mas correcto para ello. Sin dar oportunidad a quejas le tomó de la muñeca y no la soltó hasta llegar a los vestidores donde tiempo atrás había recibido la noticia de su presencia. El llegar ahí significó colarse a la mala por un par de puntos de seguridad, pero el conservar el uniforme sustituyó restricciones por severas miradas.
–Querías que regresara y aquí estamos, pero siento decirte que a esta hora ya deben haber empezado. – explicó con calma mientras sacaba de su casillero la camisa que vestía andes de colocarse la fiipina. – Pero si aún quieres que me quede… te aviso que no lo haré solo ~ – Le quería ver despreocupado no? En ese caso Julieta tendría que hacerse responsable y ayudarle a encerrar de momento, la desesperación ocasionada por la poca importancia que la chica daba a su salud.
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Una vez normalizada la respiración y con un plan en mente que ni la lluvia que acababa de desatarse lo desmoronaría, me dispuse a dar el primer paso de una carrera sin descanso hasta el club... cuando una sombra veloz que pasó a un lado mío me ganó la partida sin siquiera haberla iniciado oficialmente. Me quedé de piedra, con un pie adelante de otro y parpadeando, completamente incrédula.
Ese que había pasado corriendo hacia la lluvia había sido... ¿Ishida?
-Qué kamikaze... -susurré antes de suspirar y mirarle alejarse. ¡Ni siquiera me había visto!
Lo mejor sería que diera la media vuelta y rodeara el edificio para no ser vista y poder escabullirme, pero ciertamente ver su figura en la oscuridad y siendo empapada era sencillamente... inspirador. Me quedé allí, observándole descaradamente y deleitándome al tiempo que me preguntaba cuánto tiempo pasaría hasta que se diera cuenta de mi presencia, si es que se daba cuenta.
Cuando al fin lo hizo y caminó a mi encuentro, no hice movimiento alguno y tampoco dije absolutamente nada para justificarme. Me deje guiar al interior del edifcio nuevamente y mientras recorríamos pasillos que no recordaba haber pisado antes, en silencio, hice todo lo posible para mantener mi vista fuera de su silueta.
Enarqué una ceja con incredulidad al ver los vestidores y me deshice de su amarre una vez que la puerta se cerró tras nosotros, poniendo la mayor distancia entre ambos al sentir una punzada de remordimiento cuando me enteré que estabamos en el lugar donde se cambiaban antes de la cirugía y que esta seguramente ya había dado inicio. ¿Así o más inútil había sido toda aquella velada?
Suspiré, recargándome contra la pared y cerrando los ojos con cansancio.
-Aún tengo sueño... -me quejé, hablando conmigo misma, antes de abrir de nueva cuenta los ojos para espiarle discretamente por el rabillo y ver qué estaba haciendo-... pero supongo que tendré que resignarme, por esta noche... -volví a apartar la mirada y miré al suelo, aunque realmente no era muy consciente de lo que estaba observando, más ensimismada estaba en mis pensamientos.- Lo siento... por hacer que perdieras la cirugía, sé lo importante que era para ti. Si debo ser sincera, no me siento del todo bien... -sonreí, en un vago intento por quitar la tensión y me lleve una mano al brazo fracturado- Creo que es uno de los dolores más intensos e insoportables que he padecido a través de mis... ¿qué? ¿Veinte años? Pero no sé, creo que la sensación de ser una inútil me puede más -me giré para verle directamente a los ojos y me separé de la pared para acercarme a él- Sé que estoy siendo egoísta, pero una parte de mí se alegra de que estés aquí. Sin ti, siento que me falta algo siempre -me puse frente a él y rodeé su cuello con mi brazo sano para poder atraerlo hacia mí y besarle en los labios con ternura y necesidad por unos instantes. Después de eso, me separé sólo lo suficiente para poder mirarle y dedicarle una breve sonrisa antes de esconder mi rostro en su cuello y aspirar su aroma con sutileza.
Adoraba el olor de la colonia que usaba, pero sobre todo adoraba su propio aroma. Cada que podía inhalar su fragancia, lo hacía sin pensarlo, aunque de la forma más discreta posible. No recordaba habérselo dicho alguna vez antes, pero de no haberlo hecho, lo mantendría un poco más en silencio. Me parecía tentador mantenerlo como mi secreto personal.
Recargué suavemente mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos al tiempo que trataba de distraer mi mente en otra cosa que no fuera en las punzadas de dolor que atravesaban mi brazo izquierdo y mi cadera. Jamás iba a reconocerlo, pero ahora consideraba más la oportunidad que se me había ofrecido de ser atendida pronto y que había hecho bien en rechazar al segundo siguiente.
Tomé aire antes de comenzar a cantar en susurros suaves. Al inicio en talareos sin sentido, después fueron adquiriendo sentido las palabras hasta que, sin darme cuenta, terminé por cantar una letra que había escrito tiempo atrás y que recientemente me había dedicado a componerle ritmo y tratar de tocarla con la guitarra en mis pocos ratos libres. Si todo hubiera salido bien, me hubiera gustado presentarla en el club ese fin de semana, pero al parecer era algo que debía esperar, pues con mi brazo roto me sería imposible seguir tocando la guitarra, al menos por un tiempo. Cuando terminé de cantar, me di cuenta de lo que había hecho y me separé de él, trastabillando un poco y con las mejillas sonrojadas.
-Lo siento... me perdí por un momento... -musité, apenada.
Bueno, al menos me había distraído del dolor por unos minutos.
Off: Cuando creo que hice el post corto, me queda largo, y cuando siento que me quedará largo, me queda extremadamente corto... Me siento estafada =w= Pero sinceramente ya no sé qué más añadirle, lo siento!! Prometo compensarte al doble en el próximo >3<
*Editado: Bueno, al final me sentí mal y extendí un poco más la respuesta. Perdona que metiera lo de la canción... pero la estaba escuchando y no pude evitarlo >_< Ya sé que no es Hanatan la que está cantando (? Pero como Hanatan tiene una voz muy flexible, no será difícil pensar que ella está cantando en agudito (? Ah! También pasa por alto el hecho de que esa canción me la robé y puse que Julieta era la autora cuando nada que ver, pero todo el mundo hace eso (? Y si te lo preguntas, sí... me sentí bien acosadora con lo del olor (? xD!
Ese que había pasado corriendo hacia la lluvia había sido... ¿Ishida?
-Qué kamikaze... -susurré antes de suspirar y mirarle alejarse. ¡Ni siquiera me había visto!
Lo mejor sería que diera la media vuelta y rodeara el edificio para no ser vista y poder escabullirme, pero ciertamente ver su figura en la oscuridad y siendo empapada era sencillamente... inspirador. Me quedé allí, observándole descaradamente y deleitándome al tiempo que me preguntaba cuánto tiempo pasaría hasta que se diera cuenta de mi presencia, si es que se daba cuenta.
Cuando al fin lo hizo y caminó a mi encuentro, no hice movimiento alguno y tampoco dije absolutamente nada para justificarme. Me deje guiar al interior del edifcio nuevamente y mientras recorríamos pasillos que no recordaba haber pisado antes, en silencio, hice todo lo posible para mantener mi vista fuera de su silueta.
Enarqué una ceja con incredulidad al ver los vestidores y me deshice de su amarre una vez que la puerta se cerró tras nosotros, poniendo la mayor distancia entre ambos al sentir una punzada de remordimiento cuando me enteré que estabamos en el lugar donde se cambiaban antes de la cirugía y que esta seguramente ya había dado inicio. ¿Así o más inútil había sido toda aquella velada?
Suspiré, recargándome contra la pared y cerrando los ojos con cansancio.
-Aún tengo sueño... -me quejé, hablando conmigo misma, antes de abrir de nueva cuenta los ojos para espiarle discretamente por el rabillo y ver qué estaba haciendo-... pero supongo que tendré que resignarme, por esta noche... -volví a apartar la mirada y miré al suelo, aunque realmente no era muy consciente de lo que estaba observando, más ensimismada estaba en mis pensamientos.- Lo siento... por hacer que perdieras la cirugía, sé lo importante que era para ti. Si debo ser sincera, no me siento del todo bien... -sonreí, en un vago intento por quitar la tensión y me lleve una mano al brazo fracturado- Creo que es uno de los dolores más intensos e insoportables que he padecido a través de mis... ¿qué? ¿Veinte años? Pero no sé, creo que la sensación de ser una inútil me puede más -me giré para verle directamente a los ojos y me separé de la pared para acercarme a él- Sé que estoy siendo egoísta, pero una parte de mí se alegra de que estés aquí. Sin ti, siento que me falta algo siempre -me puse frente a él y rodeé su cuello con mi brazo sano para poder atraerlo hacia mí y besarle en los labios con ternura y necesidad por unos instantes. Después de eso, me separé sólo lo suficiente para poder mirarle y dedicarle una breve sonrisa antes de esconder mi rostro en su cuello y aspirar su aroma con sutileza.
Adoraba el olor de la colonia que usaba, pero sobre todo adoraba su propio aroma. Cada que podía inhalar su fragancia, lo hacía sin pensarlo, aunque de la forma más discreta posible. No recordaba habérselo dicho alguna vez antes, pero de no haberlo hecho, lo mantendría un poco más en silencio. Me parecía tentador mantenerlo como mi secreto personal.
Recargué suavemente mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos al tiempo que trataba de distraer mi mente en otra cosa que no fuera en las punzadas de dolor que atravesaban mi brazo izquierdo y mi cadera. Jamás iba a reconocerlo, pero ahora consideraba más la oportunidad que se me había ofrecido de ser atendida pronto y que había hecho bien en rechazar al segundo siguiente.
Tomé aire antes de comenzar a cantar en susurros suaves. Al inicio en talareos sin sentido, después fueron adquiriendo sentido las palabras hasta que, sin darme cuenta, terminé por cantar una letra que había escrito tiempo atrás y que recientemente me había dedicado a componerle ritmo y tratar de tocarla con la guitarra en mis pocos ratos libres. Si todo hubiera salido bien, me hubiera gustado presentarla en el club ese fin de semana, pero al parecer era algo que debía esperar, pues con mi brazo roto me sería imposible seguir tocando la guitarra, al menos por un tiempo. Cuando terminé de cantar, me di cuenta de lo que había hecho y me separé de él, trastabillando un poco y con las mejillas sonrojadas.
-Lo siento... me perdí por un momento... -musité, apenada.
Bueno, al menos me había distraído del dolor por unos minutos.
- Canción:
Off: Cuando creo que hice el post corto, me queda largo, y cuando siento que me quedará largo, me queda extremadamente corto... Me siento estafada =w= Pero sinceramente ya no sé qué más añadirle, lo siento!! Prometo compensarte al doble en el próximo >3<
*Editado: Bueno, al final me sentí mal y extendí un poco más la respuesta. Perdona que metiera lo de la canción... pero la estaba escuchando y no pude evitarlo >_< Ya sé que no es Hanatan la que está cantando (? Pero como Hanatan tiene una voz muy flexible, no será difícil pensar que ella está cantando en agudito (? Ah! También pasa por alto el hecho de que esa canción me la robé y puse que Julieta era la autora cuando nada que ver, pero todo el mundo hace eso (? Y si te lo preguntas, sí... me sentí bien acosadora con lo del olor (? xD!
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
¿Había algo mejor que los besos de su amada? Realmente lo dudaba, pero de momento, no se detendría en divagar al respecto. Prefería disfrutar cuanto fuera posible de la suavidad de esos hermosos labios que parecían encajar a la perfección con los propios, comprobando por enésima vez, que estaba en el sitio y tiempo correctos. No importaba la estresante cirugía, incluso se podía presumir contento de que Julieta no asistiera a su sesión de estudios, aunque la razón de ello aún tenía su peso.
Que el corazón se le oprimiera al confirmar el dolor que ella sentía era inevitable. Verla herida siempre conseguía hacerle sentir un total fracasado, un pésimo intento de marido por ser incapaz de mantener a salvo a su mujer. Y entonces, venía una larga lista de recuerdos de todas aquellas situaciones similares en las que no había podido hacer nada al respecto. Pero aún con esas sensaciones encima, debía sostenerse en alto, debía y lo haría, pues permitirse caer solo conseguiría empeorar las cosas, entristecer a tan preciada persona…
Enamorado del contacto y la forma en que éste se había dado, rodeó con ambos brazos la cintura de la castaña. Cada vez que lo hacía, se sorprendía de lo reconfortante que era… El que fuera común nunca restaba valor al gesto, pues al hacerlo, confirmaba para si mismo que toda su esencia le pertenecía, que podía presumirla como suya.
Si alguien les hubiese podido observar en ese momento, habría notado que sonrieron casi al unísono, quizá se habría percatado de la profundidad con que él le miraba, y si fuese un atento observador e intérprete, descubriría que aquella joven era el centro de toda su vida, su razón de ser y de existir.
Naturalmente no se negó a tenerla en su hombro, sin embargo, tal acto le parecía clara señal de lo mal que debía estarla pasando en ese momento. Claro, como de costumbre la castaña se había hecho la valiente, pero mantener esa postura era todo un reto considerando lo lastimada que se encontraba. Hizo un esfuerzo por no dejar escapar un pesado suspiro, soltarlo únicamente conseguiría transmitir la errónea idea de molestia y no, eso sería imperdonable. No había espacio para malos entendidos. Se dispuso a decir algo, permanecer en silencio por mucho tiempo también podía ser mal interpretado. ¿Pero qué podía decirle? Pedirle que regresaran a la sala de espera sonaba a pésima idea, era lo ideal sin duda, mas solo conseguiría volver al tema de culpabilidad, y ese, era uno difícil de ganar.
Y justo cuando las palabras se acomodaron en su mente, listas para dar señales de vida, se vio sorprendido por la suave voz de quien en ese momento tarareaba. Amaba como cantaba, especialmente cuando era en privado para su persona pero… esa no la conocía. El notarlo le hizo alzar un poco el rostro por inercia, queriendo encontrarse con sus ojos pero le fue necesario reprimir el movimiento. Si se movía, muy probablemente le cortaría la inspiración, y no, él quería escuchar de principio a fin esa canción.
Atender a la letra le hizo ir agregando inconscientemente presión a su abrazo, ¿qué exactamente cruzaba por la mente de la chica al ir armando las líneas? Como de costumbre la curiosidad se le pegaba y cuando hubiera oportunidad, seguro que le soltaría unas cuantas preguntas al respecto. Negó de manera perceptible tanto a la vista como al oído e hizo un poco de distancia entre ambos, solo la necesaria para poder dirigirle unas palabras sin tener que soltarla. – Número uno: sabes perfectamente, que no tienes razón para disculparte. Al contrario, soy yo quien debe agradecer por la exclusiva – aclaró agachando un poco su posición para quedar al nivel de su rostro y regalarle una sonrisa que dejaba mas que claro lo satisfecho que estaba con tan hermoso regalo, porque sí, ya se lo había adjudicado. – No me habías dicho que estabas escribiendo una nueva canción, intentaré no sentirme menos por ese pequeño detalle – sarcasmo a primera y última vista acompañado de una miradita bien armada de reproche. – Pero no creas que se me ha olvidado. Necesito convencerte de ir a revisión, cueste lo que cueste – afirmó extrañamente animado y tomando con delicadeza la mano sana y salva de Julieta, se hincó a sus pies alzando la vista, dispuesto a sostenerle la mirada hasta conseguir una respuesta afirmativa de su parte. – Haz tu petición, haré cualquier cosa que me pidas. Hasta entrar a la sala de cirugías y cantar… la entrada de alguna novela de bajo presupuesto! – asintió convencido de sus palabras e imaginando por anticipado el posible resultado de lo que acababa de decir. Ah, imaginar al equipo de trabajo observándole como bicho raro pintaba mas que perturbador. Pero bueno, todo fuera por conseguir que su chica cuidara al menos un poquito de su salud.
Que el corazón se le oprimiera al confirmar el dolor que ella sentía era inevitable. Verla herida siempre conseguía hacerle sentir un total fracasado, un pésimo intento de marido por ser incapaz de mantener a salvo a su mujer. Y entonces, venía una larga lista de recuerdos de todas aquellas situaciones similares en las que no había podido hacer nada al respecto. Pero aún con esas sensaciones encima, debía sostenerse en alto, debía y lo haría, pues permitirse caer solo conseguiría empeorar las cosas, entristecer a tan preciada persona…
Enamorado del contacto y la forma en que éste se había dado, rodeó con ambos brazos la cintura de la castaña. Cada vez que lo hacía, se sorprendía de lo reconfortante que era… El que fuera común nunca restaba valor al gesto, pues al hacerlo, confirmaba para si mismo que toda su esencia le pertenecía, que podía presumirla como suya.
Si alguien les hubiese podido observar en ese momento, habría notado que sonrieron casi al unísono, quizá se habría percatado de la profundidad con que él le miraba, y si fuese un atento observador e intérprete, descubriría que aquella joven era el centro de toda su vida, su razón de ser y de existir.
Naturalmente no se negó a tenerla en su hombro, sin embargo, tal acto le parecía clara señal de lo mal que debía estarla pasando en ese momento. Claro, como de costumbre la castaña se había hecho la valiente, pero mantener esa postura era todo un reto considerando lo lastimada que se encontraba. Hizo un esfuerzo por no dejar escapar un pesado suspiro, soltarlo únicamente conseguiría transmitir la errónea idea de molestia y no, eso sería imperdonable. No había espacio para malos entendidos. Se dispuso a decir algo, permanecer en silencio por mucho tiempo también podía ser mal interpretado. ¿Pero qué podía decirle? Pedirle que regresaran a la sala de espera sonaba a pésima idea, era lo ideal sin duda, mas solo conseguiría volver al tema de culpabilidad, y ese, era uno difícil de ganar.
Y justo cuando las palabras se acomodaron en su mente, listas para dar señales de vida, se vio sorprendido por la suave voz de quien en ese momento tarareaba. Amaba como cantaba, especialmente cuando era en privado para su persona pero… esa no la conocía. El notarlo le hizo alzar un poco el rostro por inercia, queriendo encontrarse con sus ojos pero le fue necesario reprimir el movimiento. Si se movía, muy probablemente le cortaría la inspiración, y no, él quería escuchar de principio a fin esa canción.
Atender a la letra le hizo ir agregando inconscientemente presión a su abrazo, ¿qué exactamente cruzaba por la mente de la chica al ir armando las líneas? Como de costumbre la curiosidad se le pegaba y cuando hubiera oportunidad, seguro que le soltaría unas cuantas preguntas al respecto. Negó de manera perceptible tanto a la vista como al oído e hizo un poco de distancia entre ambos, solo la necesaria para poder dirigirle unas palabras sin tener que soltarla. – Número uno: sabes perfectamente, que no tienes razón para disculparte. Al contrario, soy yo quien debe agradecer por la exclusiva – aclaró agachando un poco su posición para quedar al nivel de su rostro y regalarle una sonrisa que dejaba mas que claro lo satisfecho que estaba con tan hermoso regalo, porque sí, ya se lo había adjudicado. – No me habías dicho que estabas escribiendo una nueva canción, intentaré no sentirme menos por ese pequeño detalle – sarcasmo a primera y última vista acompañado de una miradita bien armada de reproche. – Pero no creas que se me ha olvidado. Necesito convencerte de ir a revisión, cueste lo que cueste – afirmó extrañamente animado y tomando con delicadeza la mano sana y salva de Julieta, se hincó a sus pies alzando la vista, dispuesto a sostenerle la mirada hasta conseguir una respuesta afirmativa de su parte. – Haz tu petición, haré cualquier cosa que me pidas. Hasta entrar a la sala de cirugías y cantar… la entrada de alguna novela de bajo presupuesto! – asintió convencido de sus palabras e imaginando por anticipado el posible resultado de lo que acababa de decir. Ah, imaginar al equipo de trabajo observándole como bicho raro pintaba mas que perturbador. Pero bueno, todo fuera por conseguir que su chica cuidara al menos un poquito de su salud.
----------
Off: No dejes que lo extenso o no extenso te estrese, la idea no es que lo sientas como carga x) Tu solo déjalo ser~ Y por cierto, sorry por el abandono... morí y reviví sin sueño _-_
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Enarqué una ceja, tratando de ocultar la sorpresa que tenía de verlo en aquella postura y... ¿Por qué no? La risa que igualmente me provocaba aquella situación.
Ladeé el rostro, meditando seriamente la clase de respuesta que le iba a dar y tragué en seco, para borrar la sonrisa que sabía que se me estaba dibujando en el rostro. Apreté ligeramente su mano y busqué entrelazar los dedos con los suyos, al tiempo que me hincaba frente a él, no sin algo de dificultad, para quedar a la misma altura y negaba levemente.
-No tienes que hacer nada de eso... -le reproché, mirándole directamente a los ojos, antes de cambiar de tema- ¿Sabes? Quiero ir a la playa contigo... -me acerqué a él para darle un beso en la mejilla y aprovechar de esa manera para sonreír maliciosamente- Prefiero ver cómo cantas la entrada de una novela de bajo presupuesto frente a un público más extenso y veraniego -le susurré al oído juguetonamente antes de hacerme hacia atrás y reír, sin poder evitarlo.
Yo pagaría la primera entrada para ver ese mini concierto, de eso no cabía duda alguna.
Traté de controlar la risa de todas las formas posibles, incluso aguardando la respiración, pero era inútil: sencillamente la visión de Akira en traje de baño rayado, con una capa blanca de bloqueador en la nariz y la piel levemente rojiza por culpa del sol, de pie en medio de la playa deleitando a un grupo considerable de turistas hacía que me atacara de la risa sin consuelo.
-Ya... ya... -me mordí el labio con fuerza, pero volví a reír- Ya, basta... lo siento... -me disculpé entrecortadamente, por culpa de la falta de aire y le miré con mis ojos castaños brillando juguetonamente al tiempo que tenía la respiración levemente agitada- Por supuesto que no te pediría hacer algo por el estilo... aunque tienes que admitir que sería divertida la escenita -me mordí el labio inferior de nueva cuenta y le guiñé el ojo, antes de que mi expresión se tornara seria y le mirara de forma solemne, llena de sentimientos que ni yo estaba segura de poder descifrar bien.
¿Qué hubiera sido de mi vida si no me hubiera encontrado con él? Esa interrogante en mi mente era más que suficiente para que mi pecho comenzara a contraerse dolorosamente. No deseaba pensar en ese tipo de cosas. Cuando era más feliz, no era en un escenario, sino a su lado. Deshice el amarre que tenía con su mano para poder acariciarle la mejilla con dulzura, disfrutando de la tersa piel y delineando el contorno de su rostro con las yemas de mis dedos. Definitivamente mi lugar estaba con él.
Deslicé los dedos suavemente por su piel hasta llegar a su cuello y acunar la palma de la mano sobre el hueco que formaba este al tiempo que acercaba mi rostro de nueva cuenta al suyo y reclamara sus labios con los míos, cerrando mis ojos para disfrutar de la sensación que ese simple contacto me proporcionaba. Aunque le besaba con delicadeza, también dejaba en claro la urgencia que tenía de saborearle y disfrutar su piel, por lo que no duré mucho en sus labios antes de comenzar a deslizar los míos por la piel de su rostro: la comisura de sus labios, su mejilla, su mentón, hasta llegar al otro lado del cuello donde mi mano estaba posada, y entretenerme allí un poco más, aspirando de nueva cuenta su aroma mientras le pagaba con sutiles besos en aquella sensible área que me fascinaba tanto. Me desplacé hacia arriba, haciendo que la punta de mi lengua rozara su piel con ligereza al hacerlo, al mismo tiempo que deslizaba mi mano en su cuello hacia su pecho y dejarla allí. Cuando llegué al lóbulo de su oreja, comencé a intercalar leves mordisquitos con besos antes de tomar aire.
-Quédate conmigo -murmuré en su oído entre besos- cuando me revisen y después de eso... Quiero ir a casa después del chequeo contigo y disfrutar de tu compañía... Quiero que en esta noche no pienses en nada más que no sea yo, y yo no pensar en nada que no seas tú...-le mordisqueé la piel por última vez antes de separarme sólo lo suficiente para verle a los ojos y que viera en los míos que lo que decía era completamente sincero- Por favor...
No pude soportar más tiempo antes de volver a unir mis labios con los de él y acercar un poco más mi cuerpo al suyo, buscando su calidez.
Off: Allí tienes tu pornografía infantil (? Y digo infantil... porque en serio me sentí toda una enferma mientras escribía la escena romanticosa y escuchaba intercaladamente la de El Ciclo sin Fin junto con otras dos de Sin Bandera ._.
Ladeé el rostro, meditando seriamente la clase de respuesta que le iba a dar y tragué en seco, para borrar la sonrisa que sabía que se me estaba dibujando en el rostro. Apreté ligeramente su mano y busqué entrelazar los dedos con los suyos, al tiempo que me hincaba frente a él, no sin algo de dificultad, para quedar a la misma altura y negaba levemente.
-No tienes que hacer nada de eso... -le reproché, mirándole directamente a los ojos, antes de cambiar de tema- ¿Sabes? Quiero ir a la playa contigo... -me acerqué a él para darle un beso en la mejilla y aprovechar de esa manera para sonreír maliciosamente- Prefiero ver cómo cantas la entrada de una novela de bajo presupuesto frente a un público más extenso y veraniego -le susurré al oído juguetonamente antes de hacerme hacia atrás y reír, sin poder evitarlo.
Yo pagaría la primera entrada para ver ese mini concierto, de eso no cabía duda alguna.
Traté de controlar la risa de todas las formas posibles, incluso aguardando la respiración, pero era inútil: sencillamente la visión de Akira en traje de baño rayado, con una capa blanca de bloqueador en la nariz y la piel levemente rojiza por culpa del sol, de pie en medio de la playa deleitando a un grupo considerable de turistas hacía que me atacara de la risa sin consuelo.
-Ya... ya... -me mordí el labio con fuerza, pero volví a reír- Ya, basta... lo siento... -me disculpé entrecortadamente, por culpa de la falta de aire y le miré con mis ojos castaños brillando juguetonamente al tiempo que tenía la respiración levemente agitada- Por supuesto que no te pediría hacer algo por el estilo... aunque tienes que admitir que sería divertida la escenita -me mordí el labio inferior de nueva cuenta y le guiñé el ojo, antes de que mi expresión se tornara seria y le mirara de forma solemne, llena de sentimientos que ni yo estaba segura de poder descifrar bien.
¿Qué hubiera sido de mi vida si no me hubiera encontrado con él? Esa interrogante en mi mente era más que suficiente para que mi pecho comenzara a contraerse dolorosamente. No deseaba pensar en ese tipo de cosas. Cuando era más feliz, no era en un escenario, sino a su lado. Deshice el amarre que tenía con su mano para poder acariciarle la mejilla con dulzura, disfrutando de la tersa piel y delineando el contorno de su rostro con las yemas de mis dedos. Definitivamente mi lugar estaba con él.
Deslicé los dedos suavemente por su piel hasta llegar a su cuello y acunar la palma de la mano sobre el hueco que formaba este al tiempo que acercaba mi rostro de nueva cuenta al suyo y reclamara sus labios con los míos, cerrando mis ojos para disfrutar de la sensación que ese simple contacto me proporcionaba. Aunque le besaba con delicadeza, también dejaba en claro la urgencia que tenía de saborearle y disfrutar su piel, por lo que no duré mucho en sus labios antes de comenzar a deslizar los míos por la piel de su rostro: la comisura de sus labios, su mejilla, su mentón, hasta llegar al otro lado del cuello donde mi mano estaba posada, y entretenerme allí un poco más, aspirando de nueva cuenta su aroma mientras le pagaba con sutiles besos en aquella sensible área que me fascinaba tanto. Me desplacé hacia arriba, haciendo que la punta de mi lengua rozara su piel con ligereza al hacerlo, al mismo tiempo que deslizaba mi mano en su cuello hacia su pecho y dejarla allí. Cuando llegué al lóbulo de su oreja, comencé a intercalar leves mordisquitos con besos antes de tomar aire.
-Quédate conmigo -murmuré en su oído entre besos- cuando me revisen y después de eso... Quiero ir a casa después del chequeo contigo y disfrutar de tu compañía... Quiero que en esta noche no pienses en nada más que no sea yo, y yo no pensar en nada que no seas tú...-le mordisqueé la piel por última vez antes de separarme sólo lo suficiente para verle a los ojos y que viera en los míos que lo que decía era completamente sincero- Por favor...
No pude soportar más tiempo antes de volver a unir mis labios con los de él y acercar un poco más mi cuerpo al suyo, buscando su calidez.
Off: Allí tienes tu pornografía infantil (? Y digo infantil... porque en serio me sentí toda una enferma mientras escribía la escena romanticosa y escuchaba intercaladamente la de El Ciclo sin Fin junto con otras dos de Sin Bandera ._.
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Ahora el estar empapado parecía ser el menor de sus problemas. De hecho, internamente se había casi desvanecido de solo visualizar semejante escena en plena playa. Cierto era que hace un par de meses le había pedido un poco de instrucción a Julieta para el asunto de la cantada pero de eso a ser capaz de cantar algo en un lugar como ese… había un enorme y profundo abismo. Mas no podía retractarse, la propuesta le pertenecía y la mantendría a como diera lugar, eso si, se aseguraría de pagarle a todos sus compañeros de trabajo un viajecito de lujo a las montañas mas lejanas. Quien le mandaba andar dando ideas tan extrañas? Especialmente cuando su mujer era tan astuta y juguetona… Sin lugar a dudas había cavado su propia tumba.
Por lo menos la expresión de la chica retomaba ya su usual alegría, la misma que le cautivó desde que se conocieron años atrás, y con la que podía darse por bien servido. Casi cualquier cosa valía con tal de verle feliz, incluso el afirmar que en sus noches de reunión estudiantil, él dormía como un tronco en casa. No podía confesar que en su ausencia solía pasarla un tanto estresado e inquieto por no saber si ella se encontraba bien, sana y salva o con el estómago lleno. Un fragmento de esas horas sin ella las pasaba aún en el trabajo, pero al salir, el mundo se le nublaba al recordar que no tendría oportunidad de verle hasta muchas horas después. En algunas ocasiones, para no sentirse tan solitario, buscaba la compañía de su mejor amigo, pero tampoco abusaba de ello, no fuera a ser que un día le corrieran a escobazos por plantarse en casa ajena sin avisar.
De momento dejaría a un lado el tema veraniego, especialmente por el inesperado cambio de ambiente que empezaba a rodearlo. Tenerla al mismo nivel ya era un poco extraño, y si alguien les encontrara en ese mismo instante, seguro se haría una idea muy abstracta de lo que ocurría en el vestidor, especialmente al observar las siguientes acciones de la pareja.
Un segundo de sorpresa y al siguiente ya correspondía con el mismo entusiasmo a los suaves labios de Julieta, los cuales como de costumbre, le encendían sin mucha dificultad el resto de los sentidos, deseando cuanto fuera posible de su contacto. Frunció el ceño al verse abandonado en pleno beso y de no haberle sentido recorrer el resto de su rostro muy probablemente se habría quejado. Pero las caricias repartidas a paso lento por su piel fueron mas que suficientes para desechar la molestia y en su lugar dejar espacio a una agitada respiración. No gustaba de tener las manos libres, así que sin pensárselo dos veces las acomodó sobre la cadera de la castaña, tomándole con mas insistencia de la que él mismo planeaba. Y sin poder evitarlo se estremeció al sentirla sobre su cuello, conteniendo un instante la respiración antes de relajar nuevamente los hombros.
Adoraba tenerla por ahí, y seguro que ella lo sabía, sabía como desbordaba de sensaciones cada vez que se tomaba la libertad de recorrerle, sobre todo a paso lento y con la humedad de su lengua.
Sin quererlo dejó escapar un leve quejido al sentir algo mas que besos en su oreja, hecho que le hizo morderse los labios al instante para evitar soltar algún otro sonido. Hacerlo daría cierto poder a su amada pero… ¿eso realmente importaba?? Descubrirse por enésima vez tan dejado y dispuesto comenzaba ser gracioso.
–No hacía falta que lo pidieras aunque… escucharte tan ansiosa me sienta mas que bien~ respondió casi en un susurro mientras apreciaba con detalle las perfectas facciones que le acompañaban, la profundidad de esas pupilas que alimentaban día a día sus ganas de vivir. En definitiva tenerla entre sus brazos era siempre la experiencia mas gratificante y ahora, prendido nuevamente a sus labios, podía confirmar de nueva cuenta que había hecho bien en descartar la cirugía, y ella en rechazar las influencias. Si, aquel sitio era el perfecto, el instante perfecto y la compañía ideal para ambos.
Pero si creía que después de alborotar con tanto empeño sus emociones podría simplemente parar e ir a revisión, estaba muy equivocada. Naturalmente meditó las posibilidades, mas no por mucho tiempo. Si ya la tenía ahí… ¿para qué esperar a llegar a casa? Para que la atendieran, claro! Claro… la llevaría, pero… en unos minutos más…
Debía ser cuidadoso, después de todo no quería lastimarla más de lo que ya estaba y aunque el asunto le complicaría un poco la situación, seguro encontraría la forma de ser eficiente. Igualmente se apegó a ella, ignorando por completo el pequeño detalle de estar mojado por la lluvia, y subiendo ambas manos hasta su espalda, la presionó aún mas contra su pecho. La posición en que se encontraban era poco común, ¿debía usar el suelo como buen tercio? No sonaba del todo cómodo considerando el amable encuentro de su esposa con el auto de algún desconocido…
Sus labios no se detenían, y antes de que tomar aire fuera urgente, algo externo le hizo pausar los planes que ya tenía para saborear mas literalmente de su amada. No supo ni como, pero alcanzó a incorporarse y llevar a Julieta hasta un punto muerto a la vista de quien cruzara la puerta, entre los casilleros y una esquina de pared, donde supuso que alcanzarían a pasar desapercibidos para el par de voces que segundos antes escuchó aproximarse. Y en efecto algunos médicos hicieron acto de presencia en el lugar, probablemente se preparaban para laborar en el horario nocturno sin saber aún que una cirugía se encontraba en proceso.
Mientras no hicieran mucho escándalo quizá podrían seguir con lo suyo y obviamente estaba dispuesto a intentarlo. Lo cual demostró después de dar un rápido vistazo a la delineada figura de su joven esposa, y tras posar el dedo índice sobre sus labios un segundo, le removió el cabello para poder dar un aparente beso sobre su cuello. Inicialmente lo era, mas no tardó en tomarle con mas fuerza, la suficiente para dejar a futuro una bonita marca de propiedad. Pasados unos minutos le soltó y después de relamerse los labios con satisfacción se acercó a su oído para susurrar – ¿Te apetece... una mordida? – , le cuestionó con remarcado interés y aún sin alzar la vista. Desde luego no necesitaba permiso, pero el escuchar su respuesta, cualquiera que esta fuera, le carcomía de curiosidad.
Por lo menos la expresión de la chica retomaba ya su usual alegría, la misma que le cautivó desde que se conocieron años atrás, y con la que podía darse por bien servido. Casi cualquier cosa valía con tal de verle feliz, incluso el afirmar que en sus noches de reunión estudiantil, él dormía como un tronco en casa. No podía confesar que en su ausencia solía pasarla un tanto estresado e inquieto por no saber si ella se encontraba bien, sana y salva o con el estómago lleno. Un fragmento de esas horas sin ella las pasaba aún en el trabajo, pero al salir, el mundo se le nublaba al recordar que no tendría oportunidad de verle hasta muchas horas después. En algunas ocasiones, para no sentirse tan solitario, buscaba la compañía de su mejor amigo, pero tampoco abusaba de ello, no fuera a ser que un día le corrieran a escobazos por plantarse en casa ajena sin avisar.
De momento dejaría a un lado el tema veraniego, especialmente por el inesperado cambio de ambiente que empezaba a rodearlo. Tenerla al mismo nivel ya era un poco extraño, y si alguien les encontrara en ese mismo instante, seguro se haría una idea muy abstracta de lo que ocurría en el vestidor, especialmente al observar las siguientes acciones de la pareja.
Un segundo de sorpresa y al siguiente ya correspondía con el mismo entusiasmo a los suaves labios de Julieta, los cuales como de costumbre, le encendían sin mucha dificultad el resto de los sentidos, deseando cuanto fuera posible de su contacto. Frunció el ceño al verse abandonado en pleno beso y de no haberle sentido recorrer el resto de su rostro muy probablemente se habría quejado. Pero las caricias repartidas a paso lento por su piel fueron mas que suficientes para desechar la molestia y en su lugar dejar espacio a una agitada respiración. No gustaba de tener las manos libres, así que sin pensárselo dos veces las acomodó sobre la cadera de la castaña, tomándole con mas insistencia de la que él mismo planeaba. Y sin poder evitarlo se estremeció al sentirla sobre su cuello, conteniendo un instante la respiración antes de relajar nuevamente los hombros.
Adoraba tenerla por ahí, y seguro que ella lo sabía, sabía como desbordaba de sensaciones cada vez que se tomaba la libertad de recorrerle, sobre todo a paso lento y con la humedad de su lengua.
Sin quererlo dejó escapar un leve quejido al sentir algo mas que besos en su oreja, hecho que le hizo morderse los labios al instante para evitar soltar algún otro sonido. Hacerlo daría cierto poder a su amada pero… ¿eso realmente importaba?? Descubrirse por enésima vez tan dejado y dispuesto comenzaba ser gracioso.
–No hacía falta que lo pidieras aunque… escucharte tan ansiosa me sienta mas que bien~ respondió casi en un susurro mientras apreciaba con detalle las perfectas facciones que le acompañaban, la profundidad de esas pupilas que alimentaban día a día sus ganas de vivir. En definitiva tenerla entre sus brazos era siempre la experiencia mas gratificante y ahora, prendido nuevamente a sus labios, podía confirmar de nueva cuenta que había hecho bien en descartar la cirugía, y ella en rechazar las influencias. Si, aquel sitio era el perfecto, el instante perfecto y la compañía ideal para ambos.
Pero si creía que después de alborotar con tanto empeño sus emociones podría simplemente parar e ir a revisión, estaba muy equivocada. Naturalmente meditó las posibilidades, mas no por mucho tiempo. Si ya la tenía ahí… ¿para qué esperar a llegar a casa? Para que la atendieran, claro! Claro… la llevaría, pero… en unos minutos más…
Debía ser cuidadoso, después de todo no quería lastimarla más de lo que ya estaba y aunque el asunto le complicaría un poco la situación, seguro encontraría la forma de ser eficiente. Igualmente se apegó a ella, ignorando por completo el pequeño detalle de estar mojado por la lluvia, y subiendo ambas manos hasta su espalda, la presionó aún mas contra su pecho. La posición en que se encontraban era poco común, ¿debía usar el suelo como buen tercio? No sonaba del todo cómodo considerando el amable encuentro de su esposa con el auto de algún desconocido…
Sus labios no se detenían, y antes de que tomar aire fuera urgente, algo externo le hizo pausar los planes que ya tenía para saborear mas literalmente de su amada. No supo ni como, pero alcanzó a incorporarse y llevar a Julieta hasta un punto muerto a la vista de quien cruzara la puerta, entre los casilleros y una esquina de pared, donde supuso que alcanzarían a pasar desapercibidos para el par de voces que segundos antes escuchó aproximarse. Y en efecto algunos médicos hicieron acto de presencia en el lugar, probablemente se preparaban para laborar en el horario nocturno sin saber aún que una cirugía se encontraba en proceso.
Mientras no hicieran mucho escándalo quizá podrían seguir con lo suyo y obviamente estaba dispuesto a intentarlo. Lo cual demostró después de dar un rápido vistazo a la delineada figura de su joven esposa, y tras posar el dedo índice sobre sus labios un segundo, le removió el cabello para poder dar un aparente beso sobre su cuello. Inicialmente lo era, mas no tardó en tomarle con mas fuerza, la suficiente para dejar a futuro una bonita marca de propiedad. Pasados unos minutos le soltó y después de relamerse los labios con satisfacción se acercó a su oído para susurrar – ¿Te apetece... una mordida? – , le cuestionó con remarcado interés y aún sin alzar la vista. Desde luego no necesitaba permiso, pero el escuchar su respuesta, cualquiera que esta fuera, le carcomía de curiosidad.
----------------
Off: Gomen, el resultado no es el mismo cuando escribes por partes. D;
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Mi corazón se aceleró ante la respuesta de aceptación de Akira al momento de devolver el beso y no mostré queja alguna de que acercara mi cuerpo aun más al suyo. Se me olvidaba que su ropa de hospital estaba casi por completo empapada, pero era algo que me tenía completamente sin cuidado. El poder disfrutar de aquel momento con él era lo que me importaba, aunque una parte de mi mente se preocupaba por la salud de mi esposo pues no deseaba que pescara un resfriado por culpa de aquella prenda húmeda. Cuando fuera dueña de mí misma y pudiera reaccionar de forma coherente, le haría notar que debía cambiarse de ropa... pero por el momento podía esperar unos momentos, ¿no?
Interrumpió el beso bruscamente y le miré con el ceño fruncido, sin comprender del todo al tiempo que mi agitada respiración lentamente iba recuperando su ritmo, pero no el del latir de mi corazón. Parpadeé, incrédula ante su reacción tan extraña, aunque tuve que ahogar una exclamación de sorpresa cuando rápidamente se puso de pie y me tiró para que yo hiciera lo mismo, arrastrándome a un pequeño escondrijo en la habitación al tiempo que la puerta se abría y voces se escuchaban resonar en el recinto. En esos momentos agradecía el buen oído de mi esposo, si nos hubieramos tenido que atener a mi sentido, seguramente en esos momentos estaríamos en una incómoda situación. Me obligué a guardar silencio y mi cuerpo se mantuvo completamente tenso mientras escuchaba las voces de los otros, alerta a cualquier cosa que pudiera revelar nuestra posición. Miré a Akira de reojo, lista para proponerle que regresaramos a la zona de urgencias una vez que los tipos se marcharan, pero el peliblanco no me dio siquiera la opción de articular palabra alguna, pues colocó su dedo sobre mis labios antes de inclinarse hacia mi cuello. Instintivamente cerré los ojos, dispuesta a disfrutar de la sensación de sus labios sobre mi piel al tiempo que ladeaba lo cabeza, para dejar mi cuello al descubierto y darle más espacio para interactuar con comodidad. Siseé ante el agradable dolor y volví a abrir los ojos cuando se separó, aunque no lo suficiente para poder verle el rostro. Mis mejillas adquirieron un leve tono rosado ante su pregunta, pero me decidí a no dejarme cohibir por la situación y en cambio sonreí, aunque él no pudiera verlo, con dulzura, picardía y amor, todo mezclado. Junté mi mejilla con la de él, para ubicar mis labios a la misma altura de su oreja y exhalé levemente sobre su piel, tomándome mi tiempo en esa acción para hacerle estremecer si era posible, antes de darle la tan anhelada respuesta:
-Eso no se pregunta.... -le musité muy suavemente, con voz cargada de pasión, antes de inclinarme aun más y tomar la adelantera, lamiendo la piel del cuello cercana a la nuca, por detrás de la oreja, antes de tomar una pequeña porción entre mis dientes y tirar de la piel con suma delicadeza, casi con reverencia. La solté sólo para plagarla de suaves caricias con mis labios, recompenzándole por el atrevimiento de haberle mordido.
Recreé un camino de besos desde la base de su nuca hasta su mentón mientras que mi mano, la sana, que previamente había colocado sobre su hombro, la deslicé hacia arríba sólo para poder enterrar mis dedos entre los sedosos y húmedos cabellos.
-Eres el hombre más irresistible... -musité sobre su piel, sin separar mis labios de su piel y los entreabrí para que la punta de mi lengua pudiera degustar de su sabor, primero tentatívamente, después con más atrevimiento hasta el punto de deslizarla hasta el lóbulo de su oreja y hacer qyue jugueteara con el lóbulo. Detuve mi acción después de unos segundos para enterrar mi rostro en su cuello y aspirar su aroma. -Amo tu aroma... -deslice de nueva cuenta la lengua- Tu sabor... -me separé para poder verle el rostro y que él pudiera ver mis ojos, a pesar de lo sonrojado de mis mejillas- Todo de ti... -volví a deslizar mi mano hacia abajo, tirando de la tela azul suavemente para dejar parte de su hombro al descubierto y sin perder contacto visual con él mientras lo hacía. Cuando la clavícula estuvo expuesta para mí, sonreí antes de volver a inclinarme y posar con dulzura mis labios justo sobre el pequeño hueco que creaba el hueso, volví a entreabrir mis labios para dar paso a mi lengua para relamer esa pequeña zona y prepararla, por así decirlo, para lo que planeaba hacer a continuación. Volví a besarle, pero esta vez con un poco más de fuerza y aplicando leve succión, a la que incluía por momentos leves mordiscos lo suficientemente vigorosos para hacerse notar, pero no como para lastimarle demasiado. De esta manera le devolvería el favor de hacía unos momentos, por la posible marca que ahora tendría en el cuello.
Mientras hacía eso, mi mano discretamente fue bajando hasta llegar al borde de la parte superior de su atuendo para las cirugías. Una vez allí, la deslicé por debajo para poder tocar con las yemas de los dedos la desnuda piel de su vientre, la cual ya había recorrido innumerables veces pero de la que nunca me cansaría de volver a sentir bajo mis dedos. Me entretuve dándole casi imperceptibles caricias en su piel con la punta de mis dedos, antes de hacer que mi mano se posara sobre su costado, aun deleitándome con la calidez que trasmitía a pesar de la leve humedad causada por la ropa mojada. Cuando tuviera oportunidad, me desharía de aquella prenda para beneficio de la salud de Akira.
No detuve mis besos y leves mordidas sobre su hombro hasta que la falta de oxígeno hizo que fuera necesario que me separara sólo lo suficiente para poder llenar de aire mis pulmones, pero casi inmediatamente después volví a besarle la piel con la que me había entretenido, dejando de lado esta vez las mordidas, y gemí casi inaudiblemente de manera satisfactoria, saboreándole.
Off: Insisto, no deberías dejarme responder esta clase de cosas a una hora tan peligrosa como esta (? xD
Interrumpió el beso bruscamente y le miré con el ceño fruncido, sin comprender del todo al tiempo que mi agitada respiración lentamente iba recuperando su ritmo, pero no el del latir de mi corazón. Parpadeé, incrédula ante su reacción tan extraña, aunque tuve que ahogar una exclamación de sorpresa cuando rápidamente se puso de pie y me tiró para que yo hiciera lo mismo, arrastrándome a un pequeño escondrijo en la habitación al tiempo que la puerta se abría y voces se escuchaban resonar en el recinto. En esos momentos agradecía el buen oído de mi esposo, si nos hubieramos tenido que atener a mi sentido, seguramente en esos momentos estaríamos en una incómoda situación. Me obligué a guardar silencio y mi cuerpo se mantuvo completamente tenso mientras escuchaba las voces de los otros, alerta a cualquier cosa que pudiera revelar nuestra posición. Miré a Akira de reojo, lista para proponerle que regresaramos a la zona de urgencias una vez que los tipos se marcharan, pero el peliblanco no me dio siquiera la opción de articular palabra alguna, pues colocó su dedo sobre mis labios antes de inclinarse hacia mi cuello. Instintivamente cerré los ojos, dispuesta a disfrutar de la sensación de sus labios sobre mi piel al tiempo que ladeaba lo cabeza, para dejar mi cuello al descubierto y darle más espacio para interactuar con comodidad. Siseé ante el agradable dolor y volví a abrir los ojos cuando se separó, aunque no lo suficiente para poder verle el rostro. Mis mejillas adquirieron un leve tono rosado ante su pregunta, pero me decidí a no dejarme cohibir por la situación y en cambio sonreí, aunque él no pudiera verlo, con dulzura, picardía y amor, todo mezclado. Junté mi mejilla con la de él, para ubicar mis labios a la misma altura de su oreja y exhalé levemente sobre su piel, tomándome mi tiempo en esa acción para hacerle estremecer si era posible, antes de darle la tan anhelada respuesta:
-Eso no se pregunta.... -le musité muy suavemente, con voz cargada de pasión, antes de inclinarme aun más y tomar la adelantera, lamiendo la piel del cuello cercana a la nuca, por detrás de la oreja, antes de tomar una pequeña porción entre mis dientes y tirar de la piel con suma delicadeza, casi con reverencia. La solté sólo para plagarla de suaves caricias con mis labios, recompenzándole por el atrevimiento de haberle mordido.
Recreé un camino de besos desde la base de su nuca hasta su mentón mientras que mi mano, la sana, que previamente había colocado sobre su hombro, la deslicé hacia arríba sólo para poder enterrar mis dedos entre los sedosos y húmedos cabellos.
-Eres el hombre más irresistible... -musité sobre su piel, sin separar mis labios de su piel y los entreabrí para que la punta de mi lengua pudiera degustar de su sabor, primero tentatívamente, después con más atrevimiento hasta el punto de deslizarla hasta el lóbulo de su oreja y hacer qyue jugueteara con el lóbulo. Detuve mi acción después de unos segundos para enterrar mi rostro en su cuello y aspirar su aroma. -Amo tu aroma... -deslice de nueva cuenta la lengua- Tu sabor... -me separé para poder verle el rostro y que él pudiera ver mis ojos, a pesar de lo sonrojado de mis mejillas- Todo de ti... -volví a deslizar mi mano hacia abajo, tirando de la tela azul suavemente para dejar parte de su hombro al descubierto y sin perder contacto visual con él mientras lo hacía. Cuando la clavícula estuvo expuesta para mí, sonreí antes de volver a inclinarme y posar con dulzura mis labios justo sobre el pequeño hueco que creaba el hueso, volví a entreabrir mis labios para dar paso a mi lengua para relamer esa pequeña zona y prepararla, por así decirlo, para lo que planeaba hacer a continuación. Volví a besarle, pero esta vez con un poco más de fuerza y aplicando leve succión, a la que incluía por momentos leves mordiscos lo suficientemente vigorosos para hacerse notar, pero no como para lastimarle demasiado. De esta manera le devolvería el favor de hacía unos momentos, por la posible marca que ahora tendría en el cuello.
Mientras hacía eso, mi mano discretamente fue bajando hasta llegar al borde de la parte superior de su atuendo para las cirugías. Una vez allí, la deslicé por debajo para poder tocar con las yemas de los dedos la desnuda piel de su vientre, la cual ya había recorrido innumerables veces pero de la que nunca me cansaría de volver a sentir bajo mis dedos. Me entretuve dándole casi imperceptibles caricias en su piel con la punta de mis dedos, antes de hacer que mi mano se posara sobre su costado, aun deleitándome con la calidez que trasmitía a pesar de la leve humedad causada por la ropa mojada. Cuando tuviera oportunidad, me desharía de aquella prenda para beneficio de la salud de Akira.
No detuve mis besos y leves mordidas sobre su hombro hasta que la falta de oxígeno hizo que fuera necesario que me separara sólo lo suficiente para poder llenar de aire mis pulmones, pero casi inmediatamente después volví a besarle la piel con la que me había entretenido, dejando de lado esta vez las mordidas, y gemí casi inaudiblemente de manera satisfactoria, saboreándole.
Off: Insisto, no deberías dejarme responder esta clase de cosas a una hora tan peligrosa como esta (? xD
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
El recordarse adicto a ella siempre sacaba su mejor sonrisa. Ya ni siquiera era capaz de imaginar sus días sin su compañía, sin sus locuras, sin su voz y por supuesto, sin su amor y la inmensidad que eso agrupaba. El simple hecho de poder tocar su piel ya era suficiente para enardecer casi cada rincón de su esencia, para él, el mayor deleite experimentado hasta entonces. ¿Cómo no adorar tan preciado contacto? Tan exquisitas caricias que le eran proporcionadas con tanta insistencia y sentimiento… como añorando fundirse con la piel ajena, complementándose hasta dar forma a una misma flama rebosante de amor y deleite. Y en efecto así lo sentía, juraría sin milésima de duda que aquello realmente sucedía entre ambos, no solo en los momentos de pasión y entrega al otro, pero negar que eran estos el ejemplo mas claro de ese abrazador fenómeno era imposible.
Elegir entre tan variadas caricias una favorita carecía de sentido. Sentir sus provocativos ataques en la oreja conseguía hacerle delirar, podría afirmar que era un método eficaz para hacerle sucumbir a sus deseos de forma casi instantánea, mas tampoco podía dejar de lado el estremecimiento de sentirle de manera tan húmeda y perversa en la nuca. Probablemente era una acción un tanto inusual, pero precisamente eso era lo que la hacía tan significativa, ganando puntos extra gracias al factor sorpresa. Bendito factor sorpresa~ Si algo tenía que reconocerle a la castaña, era su excelencia para tomarle desprevenido en cualquier ámbito, tal cual aquella noche, cargándose un drama en el brazo y aún así, complaciéndole sin limitaciones en ese preciso instante.
¿O si las había? El no estar solos en el vestidor podía ser una, pero al menos de momento los intrusos seguían sin percatarse de su presencia, manteniendo su propia conversación y generando un poco de ruido con las puertas de los viejos casilleros del lugar. Aunque no estaba muy seguro de poder continuar tan silencioso, semejante presión mas allá de su cuello amenazaba con hacerle soltar algún quejido complaciente y aunque consiguió reprimirlo apretando con inestabilidad los labios, falló rotundamente al ser “víctima” de las mordidas de su mujer. No era su intención dejar ir un gemido impregnado de placer que delatara su sentir y quizá la ubicación de ambos entre las sombras, pero simple y sencillamente sucedió. Un instante después ya sonreía ligeramente apenado por lo sucedido, siendo en esa pequeña pausa cuando se percató de la invitada que vagaba con cautela bajo su ropa.
Entreabrió la mirada para enfocar el rostro de su amada, hasta entonces había mantenido la vista cerrada la mayor parte del tiempo, dejándose deleitar con la marea de caricias tan deliciosamente proporcionadas, pero el percibir un rastro de satisfacción en la voz de su compañera le hizo querer observar la expresión que acompañaba a tan interesante sonido. – Me fascina escucharte en ese tono~ afirmó después de escuchar la puerta cerrar y notar el tan esperado silencio. Era buen momento para retomar el plan inicial y llevar a Julieta a revisión pero… la idea no le simpatizaba del todo. ¿Estaba siendo egoísta? Era inevitable el empezar a sentirse culpable, especialmente cuando ya presionaba el cuerpo ajeno contra la pared, y sus rojas pupilas disfrutaban sin pena alguna el panorama resultado del nulo espacio entre el pecho de ambos. Al hacerlo su sonrisa se extendió, si por él fuera, ya habría desaparecido unas cuantas prendas pero al parecer, tendría que esperar a la privacidad de su hogar. O al menos, así debería ser.
Llevó una mano a jugar entre sus cabellos, quizá un vago intento por captar su atención y conseguir un momento de su mirada, un instante de esa profundidad que llenaba su vida, su refugio personal. – Siento decirte que… tendrás que ser tu quien marque el alto… – ¿no era siempre así? De cualquier forma avisó con calma antes de inclinar lo suficiente el rostro para poder susurrar a su indefenso oído y continuar – Porque yo no quiero. – Sin pensárselo dos veces dio una leve y corta mordida a su oreja, siendo solo una advertencia de lo que le esperaba. Ya en esa posición sería un desperdicio no recorrerle el oído con humedad, por experiencia sabía lo estimulante que resultaba ese contacto y si algo deseaba en esa noche, era satisfacer a la magnífica mujer que tenía frente a él. En ocasiones caía en cuenta de lo mucho que usaba la lengua para explorar los rincones que usualmente no visitaba en público, pero dejar pasar la oportunidad de combinar el sentido del gusto y el tacto para hacerle saber cuanto deseaba hacerla suya era impensable.
Una vez satisfecho, se desplazó con un lento roce de los labios hasta los de ella, segundos antes le había tomado por el mentón así que con ayuda del pulgar le hizo separar parcialmente los labios, y así, tras hacer el contacto usual con la suavidad de los ajenos, se adjudicó el permiso para introducir la lengua a través del espacio abierto premeditadamente. Cerró los ojos unos minutos con la intención de disfrutar al máximo el sabor de Julieta, recorriendo su interior inicialmente con lentitud y después con cierta ansiedad. La misma que se reflejaba en su agitada respiración y en la inquietud de sus manos, una de las cuales se imponía con autoridad sobre la cadera de su compañera. La otra cambiaba de ubicación, invirtiendo generosos minutos en bajar por las curvas que igualmente consideraba como propiedad suya, hasta finalmente llegar al limitado espacio existente entre la tela y la suavidad de la espalda de su acosadora. Una vez ahí, buscó el acostumbrado broche que se empeñaba en hacer mal tercio en cada uno de sus encuentros y que precisamente por eso, el peliblanco había adquirido ya cierta facilidad para soltarlo.
Distraído por ese objetivo el ritmo de sus caricias internas había disminuido, pero ahora con la misión cumplida volvía a concentrarse en ello, apegándose y sacando provecho al poco aire que aún mantenía. ¿A dónde debería enfocar ahora su tacto? Las opciones iban desde seguir aflojando la ropa de ella, hasta el buscar modo de aprisionar sus manos para así poder jugar con relativa libertad. Cierto, lo segundo sería poco ameno considerando las circunstancias…
Necesitado de aire se vio obligado a marcar unos centímetros de distancia, y aún con la vista atenta a los labios recién liberados, tomó con cuidado el hombro correspondiente al brazo herido de Julieta. Con suma delicadeza descendió haciendo esporádicas escalas en ciertos puntos, tal vez inconscientemente buscaba averiguar el estado en que realmente se encontraba, pero su atención no era la suficiente para llevar a cabo la tarea. Mientras tanto, y con la respiración ligeramente mas pausada colocó de nueva cuenta los labios sobre la marca que minutos atrás había dibujado en la piel de su pareja. Un roce, después un breve pero bien plantado beso hasta finalmente apoyar todo el peso de su rostro sobre el hombro no accidentado. No fue difícil dar con la ubicación del tirante bajo la tela y haciendo uso de los dientes hizo lo posible por removerlo de su lugar, con un poco de dificultad por supuesto. Ahora mas que antes sentía la necesidad de quitar unas cuantas prendas de por medio.
Elegir entre tan variadas caricias una favorita carecía de sentido. Sentir sus provocativos ataques en la oreja conseguía hacerle delirar, podría afirmar que era un método eficaz para hacerle sucumbir a sus deseos de forma casi instantánea, mas tampoco podía dejar de lado el estremecimiento de sentirle de manera tan húmeda y perversa en la nuca. Probablemente era una acción un tanto inusual, pero precisamente eso era lo que la hacía tan significativa, ganando puntos extra gracias al factor sorpresa. Bendito factor sorpresa~ Si algo tenía que reconocerle a la castaña, era su excelencia para tomarle desprevenido en cualquier ámbito, tal cual aquella noche, cargándose un drama en el brazo y aún así, complaciéndole sin limitaciones en ese preciso instante.
¿O si las había? El no estar solos en el vestidor podía ser una, pero al menos de momento los intrusos seguían sin percatarse de su presencia, manteniendo su propia conversación y generando un poco de ruido con las puertas de los viejos casilleros del lugar. Aunque no estaba muy seguro de poder continuar tan silencioso, semejante presión mas allá de su cuello amenazaba con hacerle soltar algún quejido complaciente y aunque consiguió reprimirlo apretando con inestabilidad los labios, falló rotundamente al ser “víctima” de las mordidas de su mujer. No era su intención dejar ir un gemido impregnado de placer que delatara su sentir y quizá la ubicación de ambos entre las sombras, pero simple y sencillamente sucedió. Un instante después ya sonreía ligeramente apenado por lo sucedido, siendo en esa pequeña pausa cuando se percató de la invitada que vagaba con cautela bajo su ropa.
Entreabrió la mirada para enfocar el rostro de su amada, hasta entonces había mantenido la vista cerrada la mayor parte del tiempo, dejándose deleitar con la marea de caricias tan deliciosamente proporcionadas, pero el percibir un rastro de satisfacción en la voz de su compañera le hizo querer observar la expresión que acompañaba a tan interesante sonido. – Me fascina escucharte en ese tono~ afirmó después de escuchar la puerta cerrar y notar el tan esperado silencio. Era buen momento para retomar el plan inicial y llevar a Julieta a revisión pero… la idea no le simpatizaba del todo. ¿Estaba siendo egoísta? Era inevitable el empezar a sentirse culpable, especialmente cuando ya presionaba el cuerpo ajeno contra la pared, y sus rojas pupilas disfrutaban sin pena alguna el panorama resultado del nulo espacio entre el pecho de ambos. Al hacerlo su sonrisa se extendió, si por él fuera, ya habría desaparecido unas cuantas prendas pero al parecer, tendría que esperar a la privacidad de su hogar. O al menos, así debería ser.
Llevó una mano a jugar entre sus cabellos, quizá un vago intento por captar su atención y conseguir un momento de su mirada, un instante de esa profundidad que llenaba su vida, su refugio personal. – Siento decirte que… tendrás que ser tu quien marque el alto… – ¿no era siempre así? De cualquier forma avisó con calma antes de inclinar lo suficiente el rostro para poder susurrar a su indefenso oído y continuar – Porque yo no quiero. – Sin pensárselo dos veces dio una leve y corta mordida a su oreja, siendo solo una advertencia de lo que le esperaba. Ya en esa posición sería un desperdicio no recorrerle el oído con humedad, por experiencia sabía lo estimulante que resultaba ese contacto y si algo deseaba en esa noche, era satisfacer a la magnífica mujer que tenía frente a él. En ocasiones caía en cuenta de lo mucho que usaba la lengua para explorar los rincones que usualmente no visitaba en público, pero dejar pasar la oportunidad de combinar el sentido del gusto y el tacto para hacerle saber cuanto deseaba hacerla suya era impensable.
Una vez satisfecho, se desplazó con un lento roce de los labios hasta los de ella, segundos antes le había tomado por el mentón así que con ayuda del pulgar le hizo separar parcialmente los labios, y así, tras hacer el contacto usual con la suavidad de los ajenos, se adjudicó el permiso para introducir la lengua a través del espacio abierto premeditadamente. Cerró los ojos unos minutos con la intención de disfrutar al máximo el sabor de Julieta, recorriendo su interior inicialmente con lentitud y después con cierta ansiedad. La misma que se reflejaba en su agitada respiración y en la inquietud de sus manos, una de las cuales se imponía con autoridad sobre la cadera de su compañera. La otra cambiaba de ubicación, invirtiendo generosos minutos en bajar por las curvas que igualmente consideraba como propiedad suya, hasta finalmente llegar al limitado espacio existente entre la tela y la suavidad de la espalda de su acosadora. Una vez ahí, buscó el acostumbrado broche que se empeñaba en hacer mal tercio en cada uno de sus encuentros y que precisamente por eso, el peliblanco había adquirido ya cierta facilidad para soltarlo.
Distraído por ese objetivo el ritmo de sus caricias internas había disminuido, pero ahora con la misión cumplida volvía a concentrarse en ello, apegándose y sacando provecho al poco aire que aún mantenía. ¿A dónde debería enfocar ahora su tacto? Las opciones iban desde seguir aflojando la ropa de ella, hasta el buscar modo de aprisionar sus manos para así poder jugar con relativa libertad. Cierto, lo segundo sería poco ameno considerando las circunstancias…
Necesitado de aire se vio obligado a marcar unos centímetros de distancia, y aún con la vista atenta a los labios recién liberados, tomó con cuidado el hombro correspondiente al brazo herido de Julieta. Con suma delicadeza descendió haciendo esporádicas escalas en ciertos puntos, tal vez inconscientemente buscaba averiguar el estado en que realmente se encontraba, pero su atención no era la suficiente para llevar a cabo la tarea. Mientras tanto, y con la respiración ligeramente mas pausada colocó de nueva cuenta los labios sobre la marca que minutos atrás había dibujado en la piel de su pareja. Un roce, después un breve pero bien plantado beso hasta finalmente apoyar todo el peso de su rostro sobre el hombro no accidentado. No fue difícil dar con la ubicación del tirante bajo la tela y haciendo uso de los dientes hizo lo posible por removerlo de su lugar, con un poco de dificultad por supuesto. Ahora mas que antes sentía la necesidad de quitar unas cuantas prendas de por medio.
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Sonreí un tanto maliciosa mientras sentía los dientes de Akira tratando de retirar el tirante y hacerlo caer sobre mi hombro, aunque tuve que usar todas mis fuerzas de voluntad para evitar lanzar un quejido de dolor con su mano sujetando mi brazo herido. Sí llegaba a darse cuenta de ello, seguramente se retiraría y en esos momentos no deseaba eso. ¿Qué no había dicho que yo sería quien pusiera el alto? Pues bien, definitivamente ese no sería. Saqué mi mano de por debajo de su camisa y a tientas busqué la suya que sujetaba mi brazo contrario, para tomarla y apartarla de esa zona con la excusa de llevarmela a los labios y tomar la punta de su dedo índice con mis dientes, con suma suavidad, antes de hacer que la punta de mi lengua rozara juguetonamente con su yema. Podía sentir los latidos de mi corazón, desbocados, luchando por hacerse notar para que el peliblanco los percibiera. Todas sus caricias en general para mí eran la mejor de las ambrosías, cada una de ellas provocaban reacciones distintas e inesperadas y si hasta ahorita no había gemido de placer, era porque la situación y el lugar en el que nos encontrabamos me cohibían un poco, pero estaba segura que sí él continuaba de esa manera, me olvidaría por completo del lugar y le complacería dejándome escuchar. Y no faltaba mucho para conseguirlo. Me molestaba sólo tener una mano disponible para acariciarle, pues deseaba sentirle de todas las maneras permitidas; recorrerle y abarcar el mayor terreno posible. Aunque ahora tenía otro dilema que resolver.
Amaba a mi esposo y adoraba jugar con él, por lo que mientras estaba jugueteando con su dedo, realicé un breve movimiento de hombro para permitir que mi tirante de deslizara por mi piel hasta medio brazo y en vista de que ya no había broche alguno que lo mantuviera firme en su lugar, la tela de igual manera se deslizó sólo lo suficiente para dejar mi busto de ese lado parcialmente al descubierto. Pero si deseaba ir al siguiente paso, tendría antes que convencerme de ello. Con la mayor de las suavidades, me aparté de él, pegándome lo mayor posible contra la pared y empujándole por el hombro de igual manera para hacerlo retroceder un par de pasos, sólo para llevar mi mano a su camisa y comenzar a retirársela lentamente, sin desaprovechar la oportunidad de deleitarme con la vista que se me ofrecía y de hacer que mi mano rozara cuanto fuera posible de su piel. Descubrí que sería imposible sacársela con una sola mano, por lo que me armé de valor para emplear el brazo adolorido y llevar a cabo mi meta, la cosa era que no quería que Ishida interviniera, para no darle oportunidad de arrepentirse. Inhalé con fuerza antes de tensar la mandíbula con fuerza, para que mi rostro no mostrara seña alguna de dolor, y quitarle por completo la camisa azul de su uniforme, pasándola por encima de su cabeza. Dejé que esta cayera al suelo y me permití dirigirle una larga mirada, demostrando picardía en mis ojos castaños cuando los alcé para mirarle directamente a los suyos y sonreírle al tiempo que lo atraía de nueva cuenta hacia mí hasta lograr que nuestros cuerpos se encontraran lo más dolorosa y gratificantemente cerca posible. De esta manera lo húmedo de la tela ya no le haría daño, podría sentir su calor de forma más amena y ya no habría limitaciones para recorrerle la piel desnuda. Había matado a tres pájaros en un sólo tiro.
Aproveché, de igual manera, esta posición para que mi busto se compactara contra su torso y así evitar que él pudiera meter mano o pudiera retirar la prenda que tan ansiosamente había deseado deshacerse minutos antes. Rodeé su cuello con ambos brazos, dejando ya de lado completamente el dolor y la incomodidad que esta acción me pudiera provocar y le miré directamente a los ojos con amor antes de unir mi frente con la de él y cerrar los ojos brevemente, deseando atesorar cada segundo de aquel momento tan especial que estaba compartiendo con él.
-Creo que te tocará usar todo tu poder de convencimiento -susurré juguetonamente mientras ladeaba mi rostro lo suficiente para poder pasar la punta de la lengua por su pómulo, cerca de su nariz- Si es que deseas que... me mueva de nuestra posición actual -para esas alturas, ya debía haber supuesto que de esa manera no tendría muchas oportunidades de retomar su tarea anterior y de mirar nada. Ver el qué haría para lograr su objetivo sería de lo más divertido. Me acerqué a su oído de nueva cuenta para canturrearle muy suavemente la frase de una canción: - Y yo te prometo que nunca te dejaré solo...
Me moría por sentir sus labios de nueva cuenta contra los míos, por lo que me encaminé a estos, volviendo a trazar un sendero de besos en mi camino y esta vez fui yo quien se apoderó de los suyos con urgencia y desesperación, como si la vida se me escapara a cada segundo que pasaba. Mi mano sana avanzó hacia su espalda hasta situarla en la parte baja de la misma, casi rozando el borde de su pantalón. Le atraje aún más hacia mí, si es que eso era posible, y no pude evitar que un suave gemido de deleite escapara de mi garganta cuando la punta de mi lengua tentó provocativamente sus labios, a manera de reto. Sabía que mis piernas no soportarían mi peso más tiempo, por lo que tuve que apoyar parte del mismo contra la pared, sin soltar en ningún momento al peliblanco y sin dejar de besarle, ya lo haría cuando la falta de aire en los pulmones nos reclamara a ambos.
Necesitaba de sus besos y caricias con urgencia y él lo sabía.
Amaba a mi esposo y adoraba jugar con él, por lo que mientras estaba jugueteando con su dedo, realicé un breve movimiento de hombro para permitir que mi tirante de deslizara por mi piel hasta medio brazo y en vista de que ya no había broche alguno que lo mantuviera firme en su lugar, la tela de igual manera se deslizó sólo lo suficiente para dejar mi busto de ese lado parcialmente al descubierto. Pero si deseaba ir al siguiente paso, tendría antes que convencerme de ello. Con la mayor de las suavidades, me aparté de él, pegándome lo mayor posible contra la pared y empujándole por el hombro de igual manera para hacerlo retroceder un par de pasos, sólo para llevar mi mano a su camisa y comenzar a retirársela lentamente, sin desaprovechar la oportunidad de deleitarme con la vista que se me ofrecía y de hacer que mi mano rozara cuanto fuera posible de su piel. Descubrí que sería imposible sacársela con una sola mano, por lo que me armé de valor para emplear el brazo adolorido y llevar a cabo mi meta, la cosa era que no quería que Ishida interviniera, para no darle oportunidad de arrepentirse. Inhalé con fuerza antes de tensar la mandíbula con fuerza, para que mi rostro no mostrara seña alguna de dolor, y quitarle por completo la camisa azul de su uniforme, pasándola por encima de su cabeza. Dejé que esta cayera al suelo y me permití dirigirle una larga mirada, demostrando picardía en mis ojos castaños cuando los alcé para mirarle directamente a los suyos y sonreírle al tiempo que lo atraía de nueva cuenta hacia mí hasta lograr que nuestros cuerpos se encontraran lo más dolorosa y gratificantemente cerca posible. De esta manera lo húmedo de la tela ya no le haría daño, podría sentir su calor de forma más amena y ya no habría limitaciones para recorrerle la piel desnuda. Había matado a tres pájaros en un sólo tiro.
Aproveché, de igual manera, esta posición para que mi busto se compactara contra su torso y así evitar que él pudiera meter mano o pudiera retirar la prenda que tan ansiosamente había deseado deshacerse minutos antes. Rodeé su cuello con ambos brazos, dejando ya de lado completamente el dolor y la incomodidad que esta acción me pudiera provocar y le miré directamente a los ojos con amor antes de unir mi frente con la de él y cerrar los ojos brevemente, deseando atesorar cada segundo de aquel momento tan especial que estaba compartiendo con él.
-Creo que te tocará usar todo tu poder de convencimiento -susurré juguetonamente mientras ladeaba mi rostro lo suficiente para poder pasar la punta de la lengua por su pómulo, cerca de su nariz- Si es que deseas que... me mueva de nuestra posición actual -para esas alturas, ya debía haber supuesto que de esa manera no tendría muchas oportunidades de retomar su tarea anterior y de mirar nada. Ver el qué haría para lograr su objetivo sería de lo más divertido. Me acerqué a su oído de nueva cuenta para canturrearle muy suavemente la frase de una canción: - Y yo te prometo que nunca te dejaré solo...
Me moría por sentir sus labios de nueva cuenta contra los míos, por lo que me encaminé a estos, volviendo a trazar un sendero de besos en mi camino y esta vez fui yo quien se apoderó de los suyos con urgencia y desesperación, como si la vida se me escapara a cada segundo que pasaba. Mi mano sana avanzó hacia su espalda hasta situarla en la parte baja de la misma, casi rozando el borde de su pantalón. Le atraje aún más hacia mí, si es que eso era posible, y no pude evitar que un suave gemido de deleite escapara de mi garganta cuando la punta de mi lengua tentó provocativamente sus labios, a manera de reto. Sabía que mis piernas no soportarían mi peso más tiempo, por lo que tuve que apoyar parte del mismo contra la pared, sin soltar en ningún momento al peliblanco y sin dejar de besarle, ya lo haría cuando la falta de aire en los pulmones nos reclamara a ambos.
Necesitaba de sus besos y caricias con urgencia y él lo sabía.
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Lamentó que el juego con sus dedos fuera suspendido, pues en definitiva eran sus manos una parte extremadamente sensible de su persona, sin embargo no necesitó de mucho para dejar el detalle en segundo plano. Ahora la extrema presión entre ambos cuerpos le tenía ocupado, si tanto quería sentirlo, entonces se aseguraría de complacerla. – Sabes que esto es injusto – le dijo en voz baja haciendo una breve pausa entre los acalorados besos que no parecían tener intención alguna de cambiar de ubicación – Tu aún estas vestida y… así limitas mis posibilidades… – agregó agitado al tiempo que se presionaba otro tanto contra el busto de su mujer. El acto le hizo extender la sonrisa dando como resultado una mucho mas deliciosa, la intención definitivamente era quejarse por la poca movilidad que le dejaba el ser tomado con insistencia desde la espalda y claro, también por ser él quien tenía el torso al aire mientras que ella seguía muy vestidita. Bueno, al menos le había obsequiado una interesante vista pero eso solo conseguía incrementar sus ansias de contacto piel con piel.
– Dime… ¿cantarás aún más para mi? – preguntó suavemente y directo a su oído tan estable como la respiración le permitió. Recuperar al menos un poco el aliento era necesario, de ahí que se tomara un momento, unos segundos de apreciación a las hermosas facciones de su amada, a la cual dedicó una traviesa mirada antes de inclinarse un poco y recorrerle ágilmente el cuello con la punta de la lengua, después trazar otro camino mas corto rumbo a su hombro semi descubierto hasta finalmente bajar la vista enfocando otra zona que igualmente deseaba tocarle con humedad. Por un instante llenó de aire una de sus mejillas, mostrando infantilmente su desacuerdo al saber que no le dejaría jugar abiertamente. Pero bueno, los retos le sentaban bien, especialmente cuando venían de Julieta.
Sin darse cuenta buscó la mano herida de su esposa, entrelazando los dedos de manera instantánea, un agarre deseoso de cariño que no tardó en transformarse en algo mas profundo, en una extensión de la pasión que a esas alturas, difícilmente abandonaría al hombre. Sin pensarlo dos veces, y como primer táctica de convencimiento y distracción, le separó las piernas acomodando una de las propias entre ellas, asegurándose de rozar cuanto fuera posible de la figura femenina. Sus labios volvían a buscar los ajenos, haciéndose notar mas desesperados que antes y permitiéndose dar pausadas y suaves mordidas, como vago intento de contener las ansias de algo mas. Cosa que realmente no consiguió del todo.
– Déjame probarte… por favor… – soltó en tono casi suplicante, dejando que su mano libre acariciara con toda la delicadeza posible las facciones de la castaña, deleitándose con ella, enfocando sus penetrantes pupilas de forma intermitente hasta finalmente clavar la mirada en los perfectos labios de su compañera. Delinearlos con el índice le era exquisito, y ni hablar de lo delicioso que resultaba el jugar con el inferior, logrando tentarse a si mismo a tomarlos por enésima vez, a colarse entre ambos o sencillamente seguir jugando hasta que la invitación a la lengua contraria fuera interpretada de la manera correcta. Era tan difícil optar por una única variante que sin notarlo había comenzado ya a morderse los propios. ¿De qué otra forma podía convencerla de ceder? Su necesidad de profundizar las caricias era evidente, volvía a estampar el cuerpo contra el opuesto, retirando la mano de los labios de su mujer para poder apegarse con desesperación a ellos y asegurándose de ser lo suficientemente insistente con el tacto entre las piernas de su amada. Su mejor oportunidad era contagiar la misma pasión que en ese momento dominaba sus propios sentidos, y con fortuna un poco mas. Sería perfecto hacerla sucumbir a sus deseos y aunque el lugar no les favorecía, estaba mas que dispuesto a hacer uso indebido de las instalaciones. – Por favor ~ volvió a repetir, solo que ésta vez, con una pícara y delatora sonrisa.
– Dime… ¿cantarás aún más para mi? – preguntó suavemente y directo a su oído tan estable como la respiración le permitió. Recuperar al menos un poco el aliento era necesario, de ahí que se tomara un momento, unos segundos de apreciación a las hermosas facciones de su amada, a la cual dedicó una traviesa mirada antes de inclinarse un poco y recorrerle ágilmente el cuello con la punta de la lengua, después trazar otro camino mas corto rumbo a su hombro semi descubierto hasta finalmente bajar la vista enfocando otra zona que igualmente deseaba tocarle con humedad. Por un instante llenó de aire una de sus mejillas, mostrando infantilmente su desacuerdo al saber que no le dejaría jugar abiertamente. Pero bueno, los retos le sentaban bien, especialmente cuando venían de Julieta.
Sin darse cuenta buscó la mano herida de su esposa, entrelazando los dedos de manera instantánea, un agarre deseoso de cariño que no tardó en transformarse en algo mas profundo, en una extensión de la pasión que a esas alturas, difícilmente abandonaría al hombre. Sin pensarlo dos veces, y como primer táctica de convencimiento y distracción, le separó las piernas acomodando una de las propias entre ellas, asegurándose de rozar cuanto fuera posible de la figura femenina. Sus labios volvían a buscar los ajenos, haciéndose notar mas desesperados que antes y permitiéndose dar pausadas y suaves mordidas, como vago intento de contener las ansias de algo mas. Cosa que realmente no consiguió del todo.
– Déjame probarte… por favor… – soltó en tono casi suplicante, dejando que su mano libre acariciara con toda la delicadeza posible las facciones de la castaña, deleitándose con ella, enfocando sus penetrantes pupilas de forma intermitente hasta finalmente clavar la mirada en los perfectos labios de su compañera. Delinearlos con el índice le era exquisito, y ni hablar de lo delicioso que resultaba el jugar con el inferior, logrando tentarse a si mismo a tomarlos por enésima vez, a colarse entre ambos o sencillamente seguir jugando hasta que la invitación a la lengua contraria fuera interpretada de la manera correcta. Era tan difícil optar por una única variante que sin notarlo había comenzado ya a morderse los propios. ¿De qué otra forma podía convencerla de ceder? Su necesidad de profundizar las caricias era evidente, volvía a estampar el cuerpo contra el opuesto, retirando la mano de los labios de su mujer para poder apegarse con desesperación a ellos y asegurándose de ser lo suficientemente insistente con el tacto entre las piernas de su amada. Su mejor oportunidad era contagiar la misma pasión que en ese momento dominaba sus propios sentidos, y con fortuna un poco mas. Sería perfecto hacerla sucumbir a sus deseos y aunque el lugar no les favorecía, estaba mas que dispuesto a hacer uso indebido de las instalaciones. – Por favor ~ volvió a repetir, solo que ésta vez, con una pícara y delatora sonrisa.
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Algo luchaba por llamar mi atención, algo en mi mente... sentía que olvidaba algo pero, ¿qué era? Los besos y la cercanía de Akira no me dejaban pensar con claridad. Aunque tampoco era como si me arrepintiera de ello. Adoraba sentirme con el control, aunque fuera sólo por un momento, pues ya sabía que al final terminaría cediéndoselo a él y estaría completamente a su merced. Y a pesar de la pasión que nos rodeaba a ambos, aún había una pequeña parte de mi razonamiento queriendo dominar mi mente, susurrándome que ese no era el lugar más adecuado ni las circunstancias. Al diablo con mi revisión, no iba a morir por ello... aunque ciertamente, cuando Akira tomó de mi mano y entrelazó sus dedos con los míos y yo correspondí al amarre inconscientemente, contra apenas si fui capaz de retener el quejido lastimero que se me atenazó en la garganta. Por fortuna logré controlar las reacciones de mi cuerpo y le miré al rostro, con una suave sonrisa en los labios mientras mi respiración se encontraba igual de agitada que la de él. No pude evitar que el sonrojo por la pena tiñera mis mejillas al mirarlo directamente a los ojos al tiempo que sentía su pierna entre las mías, en una clara indirecta que no podía ignorar por mucho tiempo. Permití su dedo acariciar mis labios y cerré ligeramente mis párpados, dispuesta a apreciar cada segundo de todas sus caricias mientras me reservaba por el momento el derecho de decir algo. Estaba segura que si abría mis labios, sólo gemidos de deleite escaparían de estos. Lo que me estaba aplicando con su pierna definitivamente podía ser considerado como tortura, de eso estaba segura. Me arqueé ligeramente contra esta y sólo cuando sus labios volvieron a reclamar los míos con insistencia, me permití al fin dejar escapar un leve gemido contra estos. Le correspondí con la misma intensidad y la mano que lo atraía a mi cuerpo por la espalda, al fin cedió, buscando tentativamente la mano disponible del otro hasta dar con esta. Lo tomé de la muñeca y lo guié entre nuestros cuerpos, introduciendo su mano con la mía por debajo de mi blusa y haciendo que la yema de sus dedos pudieran rozar mi piel hasta llegar a lo que él tanto había estado deseando. Cuando sentí aquel roce en la sensible y desnuda zona de mi busto, un gemido de urgencia resonó en mi garganta, dándome cuenta de la necesidad que tenía por sentir sus caricias allí. Me volví a sonrojar por ello y me aparté para poder tomar aire y mirarle a los ojos, a pesar de mi vergüenza. Saqué mi mano, dejando la suya, y coloqué esta con dulzura contra su mejilla, dispuesta a responder alguna de sus anteriores interrogantes. Ya había soltado lo que tanto había tratado de contener, así que... ¿qué más daba si hablaba ahora?
-Mi voz siempre será para ti... te cantaré hasta el día en que tú me pidas que deje de hacerlo -musité muy quedamente, inclinándome para rozar su mejilla opuesta con la comisura de mis labios antes de continuar:- Y lo mismo aplica con toda mi persona. Soy por entera tuya, hasta que tú desees que ya no sea así -dicho esto, volví a reclamar sus labios con los míos y cerré los ojos con fuerza mientras mi mano aún acunaba su mejilla con delicadeza.
Relajé mi cuerpo, en una clara señal de que estaba enteramente a su disposición y cediéndole, como ambos ya sabíamos que sucedería, el control de la situación. Y no es que fuera fácil que me convencieran, pero moría por sentir las caricias del peliblanco por todo mi cuerpo, su cercanía.... su calor. Además, escucharle con aquel tono era paga más que suficiente para dejarme ser.
¿Cómo demostrarle cuánto lo amba? No creía que una vida fuera suficiente para hacérselo notar, que cada detalle de su persona, cada mínima reacción y actitud suya eran más que suficiente para llenarme por completo. Que lo que más adoraba en él eran sus sonrisas, sobre todo si iban dirigidas para mí. Verlo sonreír por mi causa era más que suficiente para sentirme realizada y llena de dicha. Jamás tendría tiempo suficiente ni formas adecuadas para demostrarle todo mi agradecimiento y cariño. Sólo me quedaba dedicarle todo lo que tenía y ponerlo a su entera disposición. Mientras siguiera compartiendo sus alegrías y penas conmigo... no pedía nada más.
Volví a tocar tentavimante sus labios con la punta de mi lengua, antes de morderle ligeramente el labio inferior al tiempo que mi mano se deslizaba de su mejilla hasta su cintura, recorriendo la tersa piel de su cuello, hombro, brazo y parte del torso.
Por alguna extraña razón, a pesar de que mi corazón latía acelerado y me faltaba la respiración por culpa de la intensidad con la que dedicaba mis besos en esos momentos, no me sentía del todo satisfecha. Quería sentirlo por completo, quería que su calor se conviertiera en el mío y viceversa. Por un momento me sentí asustada e insegura; interrumpí el beso y busqué desesperadamente encontrarme con su mirada, deseando saber si él estaba cómodo con la situación actual o si sólo se había visto obligado por mi parte.
-Mi voz siempre será para ti... te cantaré hasta el día en que tú me pidas que deje de hacerlo -musité muy quedamente, inclinándome para rozar su mejilla opuesta con la comisura de mis labios antes de continuar:- Y lo mismo aplica con toda mi persona. Soy por entera tuya, hasta que tú desees que ya no sea así -dicho esto, volví a reclamar sus labios con los míos y cerré los ojos con fuerza mientras mi mano aún acunaba su mejilla con delicadeza.
Relajé mi cuerpo, en una clara señal de que estaba enteramente a su disposición y cediéndole, como ambos ya sabíamos que sucedería, el control de la situación. Y no es que fuera fácil que me convencieran, pero moría por sentir las caricias del peliblanco por todo mi cuerpo, su cercanía.... su calor. Además, escucharle con aquel tono era paga más que suficiente para dejarme ser.
¿Cómo demostrarle cuánto lo amba? No creía que una vida fuera suficiente para hacérselo notar, que cada detalle de su persona, cada mínima reacción y actitud suya eran más que suficiente para llenarme por completo. Que lo que más adoraba en él eran sus sonrisas, sobre todo si iban dirigidas para mí. Verlo sonreír por mi causa era más que suficiente para sentirme realizada y llena de dicha. Jamás tendría tiempo suficiente ni formas adecuadas para demostrarle todo mi agradecimiento y cariño. Sólo me quedaba dedicarle todo lo que tenía y ponerlo a su entera disposición. Mientras siguiera compartiendo sus alegrías y penas conmigo... no pedía nada más.
Volví a tocar tentavimante sus labios con la punta de mi lengua, antes de morderle ligeramente el labio inferior al tiempo que mi mano se deslizaba de su mejilla hasta su cintura, recorriendo la tersa piel de su cuello, hombro, brazo y parte del torso.
Por alguna extraña razón, a pesar de que mi corazón latía acelerado y me faltaba la respiración por culpa de la intensidad con la que dedicaba mis besos en esos momentos, no me sentía del todo satisfecha. Quería sentirlo por completo, quería que su calor se conviertiera en el mío y viceversa. Por un momento me sentí asustada e insegura; interrumpí el beso y busqué desesperadamente encontrarme con su mirada, deseando saber si él estaba cómodo con la situación actual o si sólo se había visto obligado por mi parte.
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Se estremeció inevitablemente al sentir la calidez de su voz sobre la piel combinada con tan anheladas palabras. De por sí el poder escuchar un exquisito gemido suyo ya le había alzado las sensaciones drásticamente, y ahora, con permiso para recorrerle por debajo de la ropa, dudaba el poder contenerse de algo mas. Correspondió ansioso a los besos de su amada, soportando lo mejor posible la delicia y al mismo tiempo tortura de que le recorriera momentáneamente los labios con la humedad de su lengua. Mas no por ello suspendió la expedición que realizaba entre sus curvas. Hizo lo posible por remover la estorbosa prenda que se empeñaba en interponerse entre ambos, pero mientras ella no se sacara por completo los tirantes, era misión imposible. De cualquier forma no desperdiciaría el momento a causa de detalles como ese.
En cuanto la castaña le liberó la mano, se dedicó a presionar con insistencia, ritmo y deleite, la calidez de su pecho, disfrutando incluso el peso natural del mismo, lamentándose únicamente por no poder colisionar debidamente piel con piel. Sin dejar de besarle, se tomó suficientes segundos para subir la palma de la mano casi hasta al hombro de su mujer, para de ahí, bajar lentamente y con suavidad hasta encontrarse con la delicadeza de su pezón. Recién había comenzado a jugar sobre ese punto cuando se sintió recorrer hasta el torso, consiguiendo hacerle sostener un instante la respiración al igual que los besos. Pero algo no andaba bien, pues después de eso, todo se detuvo.
Con la incógnita plasmada en el rostro buscó instintivamente la mirada de Julieta, quien al parecer también había salido en su búsqueda, solo que segundos antes. Un instante en sus ojos bastó para hacerse una idea de lo que sucedía, dudas que se encargaría de borrar a como diera lugar. De un momento a otro marca unos cuantos centímetros de distancia, suspendiendo cualquier contacto con la mujer culpable de sus deseos y tras servirse unos segundos con la vista, se vuelve acercar con una amplia y perversa sonrisa, removiendo el cabello que le cubre parcialmente el oído para poder susurrarle a su inspiradora – Me aseguraré de hacerte recordar cuanto necesito de ti~ y al terminar se dejó ir contra los recovecos de su oreja, usando la lengua para recorrerle con una insistencia que conseguía reflejar la impaciencia que tenía por saborearle de cuantas formas fuera posible.
Al mismo tiempo y aprovechando la posible distracción, le soltó el botón del ajustado pantalón, siguiendo con el descenso del reglamentario cierre que haciendo complot con otras prendas mas, le limitaban la zona de acción. Liberando su oído se dedicó a bajar con cortos besos por su cuello, mientras plantaba decidido ambas manos sobre la cadera de su amada. Ese era una de sus ubicaciones predilectas. Sujetarse a esa parte de su cuerpo le hacía sentirse el dueño absoluto, Pero no podía perder el tiempo en divagaciones, así que sin dudas, tomó con firmeza los costados del pantalón y tiró hacia abajo solo lo suficiente para aflojar su futura zona de trabajo.
Sonriente y con cierta malicia clavó la vista sobre la de Julieta, dándose el lujo de humedecerse un par de dedos aún sosteniendo su mirada, llevándolos después a colarse repentinamente bajo las prendas inferiores de la chica, asegurándose de colocar nuevamente una pierna entre las de ella, por si intentaba cerrarle el paso. Inclinado sobre su hombro, se recargó en ella, desde ahí podría escucharle perfectamente por leves que fueran sus comentarios, los cuales realmente esperaba generar. Con ese objetivo en mente y en el tacto, buscó la ubicación deseada entre sus piernas, y aunque la ropa seguía siento un impedimento para maniobrar a placer, no se detuvo hasta dar con la anhelada humedad y añadirle sin pena alguna otro poco con los dedos. Mas sin embargo, no quería despreciar la delicia ofrecida minutos antes, por lo que ayudándose con la otra mano, le alzó la blusa e inmediatamente se restregó ansioso contra su busto. – Supongo que… quitarte esto no es una opción, no aquí… - murmuró un tanto molesto antes de clavar una leve mordida sobre su cuello. – Pero no nos iremos hasta que… te des por bien servida, lo suficiente para aguantar hasta llegar a casa~ al concluir sus palabras y cerrar la traviesa mirada, se concentró en penetrar suavemente entre su intimidad, no demasiado, pues es el espacio no se lo permitía sin correr el riesgo de lastimarla. Y una vez ahí, se dedicó a entrar y salir cuidadosamente con toda la intención de satisfacerla, conseguir hacerle humedecer con el tacto sería un pago inigualable.
En cuanto la castaña le liberó la mano, se dedicó a presionar con insistencia, ritmo y deleite, la calidez de su pecho, disfrutando incluso el peso natural del mismo, lamentándose únicamente por no poder colisionar debidamente piel con piel. Sin dejar de besarle, se tomó suficientes segundos para subir la palma de la mano casi hasta al hombro de su mujer, para de ahí, bajar lentamente y con suavidad hasta encontrarse con la delicadeza de su pezón. Recién había comenzado a jugar sobre ese punto cuando se sintió recorrer hasta el torso, consiguiendo hacerle sostener un instante la respiración al igual que los besos. Pero algo no andaba bien, pues después de eso, todo se detuvo.
Con la incógnita plasmada en el rostro buscó instintivamente la mirada de Julieta, quien al parecer también había salido en su búsqueda, solo que segundos antes. Un instante en sus ojos bastó para hacerse una idea de lo que sucedía, dudas que se encargaría de borrar a como diera lugar. De un momento a otro marca unos cuantos centímetros de distancia, suspendiendo cualquier contacto con la mujer culpable de sus deseos y tras servirse unos segundos con la vista, se vuelve acercar con una amplia y perversa sonrisa, removiendo el cabello que le cubre parcialmente el oído para poder susurrarle a su inspiradora – Me aseguraré de hacerte recordar cuanto necesito de ti~ y al terminar se dejó ir contra los recovecos de su oreja, usando la lengua para recorrerle con una insistencia que conseguía reflejar la impaciencia que tenía por saborearle de cuantas formas fuera posible.
Al mismo tiempo y aprovechando la posible distracción, le soltó el botón del ajustado pantalón, siguiendo con el descenso del reglamentario cierre que haciendo complot con otras prendas mas, le limitaban la zona de acción. Liberando su oído se dedicó a bajar con cortos besos por su cuello, mientras plantaba decidido ambas manos sobre la cadera de su amada. Ese era una de sus ubicaciones predilectas. Sujetarse a esa parte de su cuerpo le hacía sentirse el dueño absoluto, Pero no podía perder el tiempo en divagaciones, así que sin dudas, tomó con firmeza los costados del pantalón y tiró hacia abajo solo lo suficiente para aflojar su futura zona de trabajo.
Sonriente y con cierta malicia clavó la vista sobre la de Julieta, dándose el lujo de humedecerse un par de dedos aún sosteniendo su mirada, llevándolos después a colarse repentinamente bajo las prendas inferiores de la chica, asegurándose de colocar nuevamente una pierna entre las de ella, por si intentaba cerrarle el paso. Inclinado sobre su hombro, se recargó en ella, desde ahí podría escucharle perfectamente por leves que fueran sus comentarios, los cuales realmente esperaba generar. Con ese objetivo en mente y en el tacto, buscó la ubicación deseada entre sus piernas, y aunque la ropa seguía siento un impedimento para maniobrar a placer, no se detuvo hasta dar con la anhelada humedad y añadirle sin pena alguna otro poco con los dedos. Mas sin embargo, no quería despreciar la delicia ofrecida minutos antes, por lo que ayudándose con la otra mano, le alzó la blusa e inmediatamente se restregó ansioso contra su busto. – Supongo que… quitarte esto no es una opción, no aquí… - murmuró un tanto molesto antes de clavar una leve mordida sobre su cuello. – Pero no nos iremos hasta que… te des por bien servida, lo suficiente para aguantar hasta llegar a casa~ al concluir sus palabras y cerrar la traviesa mirada, se concentró en penetrar suavemente entre su intimidad, no demasiado, pues es el espacio no se lo permitía sin correr el riesgo de lastimarla. Y una vez ahí, se dedicó a entrar y salir cuidadosamente con toda la intención de satisfacerla, conseguir hacerle humedecer con el tacto sería un pago inigualable.
-------
Off: Luego me dices si valió la pena esperar(?)
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Le observé de forma anhelante, deseando descubrir algo en su rostro que confirmara o desmintiera mis sospechas pero... extrañamente no había nada en su expresión que me ayudara a descubrir la verdad. Hice un enorme esfuerzo para no demostrar la dolorosa opresión que sentía en esos momentos en mi pecho cuando él se separó, rompiendo todo contacto conmigo. Desvié el rostro hacia un lado, tratando por todos los medios el evitar tener que soportarle la mirada a la vez que ardía de vergüenza y desilusión.
Con mano temblorosa, hice amago de acomodarme la ropa cuando él volvió a acercarse a mí, atacando una zona que era sumamente sensible y él lo sabía a la perfección. Quedé momentáneamente pretificada en mi postura mientras le escuchaba, y un suave gemido se escapó de mis labios sin reparo alguno al sentirle jugar con mi oído. Definitivamente no debía permitirle agarrarme desprevenida tan seguido.
Cerré los ojos con suavidad y me permití disfrutar de todas sus caricias, tan concentrada estaba en eso que no me había percatado de su actual tarea de desabrochar mi pantalón. No importaba en dónde fuera, sentir las manos de Ishida sobre mi piel era más que suficiente para hacerme enardecer, por lo que expuse mi cuello para su entera disposición, mientras tenía el ceño levemente fruncido por el esfuerzo de no soltar algún sonido que me pudiera delatar.
Cuando se separó brevemente, volví a abrir los ojos y le miré, con la mente extraviada en algún punto no muy lejano, aún rememorando sus caricias anteriores. En ese momento no comprendí sus propósitos al humeder sus propios dedos, sino segundos antes, cuando ya no fui capaz de hacer nada la impedirlo. Sólo en ese momento me di cuenta que el otro ya había ganado terreno y que mi pantalón no estaba colocado de la manera en la que debía estarlo. Cuando traté de cerrar las piernas, una de las suyas me lo impidió y no me quedó de otra más que estar enteramente a su disposición, en aquella situación que definitivamente no nos beneficiaba a ambos. Al sentir sus dedos en mi zona íntima, me incliné e hinqué mis dientes con un poco de presión en su hombro expuesto, haciendo todo lo posible para contener de esta manera cualquier clase de sonido que pugnaba con toda fuerza en brotar de mis labios. Mi cuerpo se estremeció por completo y una calidez sumamente agradable, que resurgió en mi vientre, comenzó a propagarse por todas mis extremidades.
-Ishida, no... -musité entrecortadamente, a duras penas siendo capaz de controlarme; pero me ví completamente perdida cuando dejó mi torso al descubierto y se deleitó con una mordida sobre mi cuello. Gemí sobre su oído sin poder evitarlo por más tiempo. Como tampoco pude evitar gemir su nombre cuando sentí sus dedos moverse en mi interior reteiradamente.
No. Tenía que parar esto cuando antes, o me iba a volver completamente loca en ese lugar, debía aprovechar ese escaso momento de lucidez que aún tenía.
-Ishida... será mejor que me lleves a casa si planeas continuar con todo esto... este...este no es el mejor lugar -musité entrecortadamente al fin, cuando mi cuerpo comenzaba ya a tomar control sobre mí y a reaccionar ante las constantes caricias de mi marido.
Alcé la mano, la cual hasta hacía unos segundos se encontraba aferrada al hombro de Ishida para poder mantener el equilibrio cuando su tortura inicio, hacia su rostro y se lo alcé suavemente para poder buscar sus labios urgentemente con los míos, besándolo voraz y sin restricción alguna, dejándolo en claro que lo necesitaba conmigo en todos los sentidos posibles, que no deseaba apartarme de su lado en ningún momento y sentir su calidez al por mayor.
-Llévame a casa, por favor -imploré cuando me separé de sus labios para poder recuperar el aliento y le miré con súplica y anhelo, al tiempo que colocaba la mano, la única servible por el momento, sobre su torso y hacía ligera presión, indicándole de forma sutil que debía parar antes de que ninguno de los dos fuera ya capaz de hacerlo.
Con mano temblorosa, hice amago de acomodarme la ropa cuando él volvió a acercarse a mí, atacando una zona que era sumamente sensible y él lo sabía a la perfección. Quedé momentáneamente pretificada en mi postura mientras le escuchaba, y un suave gemido se escapó de mis labios sin reparo alguno al sentirle jugar con mi oído. Definitivamente no debía permitirle agarrarme desprevenida tan seguido.
Cerré los ojos con suavidad y me permití disfrutar de todas sus caricias, tan concentrada estaba en eso que no me había percatado de su actual tarea de desabrochar mi pantalón. No importaba en dónde fuera, sentir las manos de Ishida sobre mi piel era más que suficiente para hacerme enardecer, por lo que expuse mi cuello para su entera disposición, mientras tenía el ceño levemente fruncido por el esfuerzo de no soltar algún sonido que me pudiera delatar.
Cuando se separó brevemente, volví a abrir los ojos y le miré, con la mente extraviada en algún punto no muy lejano, aún rememorando sus caricias anteriores. En ese momento no comprendí sus propósitos al humeder sus propios dedos, sino segundos antes, cuando ya no fui capaz de hacer nada la impedirlo. Sólo en ese momento me di cuenta que el otro ya había ganado terreno y que mi pantalón no estaba colocado de la manera en la que debía estarlo. Cuando traté de cerrar las piernas, una de las suyas me lo impidió y no me quedó de otra más que estar enteramente a su disposición, en aquella situación que definitivamente no nos beneficiaba a ambos. Al sentir sus dedos en mi zona íntima, me incliné e hinqué mis dientes con un poco de presión en su hombro expuesto, haciendo todo lo posible para contener de esta manera cualquier clase de sonido que pugnaba con toda fuerza en brotar de mis labios. Mi cuerpo se estremeció por completo y una calidez sumamente agradable, que resurgió en mi vientre, comenzó a propagarse por todas mis extremidades.
-Ishida, no... -musité entrecortadamente, a duras penas siendo capaz de controlarme; pero me ví completamente perdida cuando dejó mi torso al descubierto y se deleitó con una mordida sobre mi cuello. Gemí sobre su oído sin poder evitarlo por más tiempo. Como tampoco pude evitar gemir su nombre cuando sentí sus dedos moverse en mi interior reteiradamente.
No. Tenía que parar esto cuando antes, o me iba a volver completamente loca en ese lugar, debía aprovechar ese escaso momento de lucidez que aún tenía.
-Ishida... será mejor que me lleves a casa si planeas continuar con todo esto... este...este no es el mejor lugar -musité entrecortadamente al fin, cuando mi cuerpo comenzaba ya a tomar control sobre mí y a reaccionar ante las constantes caricias de mi marido.
Alcé la mano, la cual hasta hacía unos segundos se encontraba aferrada al hombro de Ishida para poder mantener el equilibrio cuando su tortura inicio, hacia su rostro y se lo alcé suavemente para poder buscar sus labios urgentemente con los míos, besándolo voraz y sin restricción alguna, dejándolo en claro que lo necesitaba conmigo en todos los sentidos posibles, que no deseaba apartarme de su lado en ningún momento y sentir su calidez al por mayor.
-Llévame a casa, por favor -imploré cuando me separé de sus labios para poder recuperar el aliento y le miré con súplica y anhelo, al tiempo que colocaba la mano, la única servible por el momento, sobre su torso y hacía ligera presión, indicándole de forma sutil que debía parar antes de que ninguno de los dos fuera ya capaz de hacerlo.
Invitado- Invitado
Re: Es cosa de todos los días (? [Ishida Akira] (+18)
Mas de alguna vez había fantaseado con saborear a Julieta en algún rincón de las instalaciones del hospital y al mismo tiempo, daba por muerta esa posibilidad, pero ahora, en ese preciso instante, comprobaba que no siempre debía dar las cosas por perdidas. A partir de ese día, seguro daría mas importancia a sus delirios privados.
Escuchar una primera negativa por parte de ella seguida de un exquisito y suave gemido no hizo mas que motivarlo a seguir con su ardua tarea de complacerla. Quizá debería haber tomado un poco mas en serio ese pedido de tregua, pero escuchar y sentir que su mujer disfrutaba de las caricias le había nublado un poco el juicio. Obvio que no era el mejor lugar, pero precisamente ese detalle, hacía aún mas apetecible el momento por lo que decidirse a parar significó un gran esfuerzo y sacrificio. Debía aceptarlo, después de todo había sido él quien aseguró que se detendría cuando ella lo solicitara.
Con cierta inconformidad, debido a lo que seguramente implicaba, dejó que le tomara el rostro, y aunque cesó el ir y venir de sus dedos, aún se negaba a abandonar tan húmedo y tibio tesoro. Clavó una mirada caprichosa en los ojos contrarios e infló levemente una de sus mejillas, casi dispuesto a exigir un poco mas de tiempo antes de dar por muerto el momento, mas todo aquel vago intento de berrinche se fue al olvido al ser sus labios tomados con inesperada pasión. Estando toda su atención en aquel arrebatado beso, fue retrocediendo en territorio hasta plantar ambas manos en la cadera de su mujer, sujetándola con firmeza para atraerla hacia su propio cuerpo.
La tonalidad de aquel repentino beso intensificó el deseo ya existente de hacerla suya y entregarse enteramente a ella y por supuesto, era imposible hacerlo en su ubicación actual. Julieta tenía razón, sería mejor emprender retirada y aguantar valientemente hasta encontrarse en la privacidad de su casa. Pero que difícil detener semejante muestra de sentimientos, pues correspondiendo a la intensidad con que le habían tomado, saboreaba sin contenerse los suaves labios de la castaña. Y sin remedio alguno, sus mejillas adquirieron un color rojizo, efecto visible de saberse deseado por la dueña de sus amaneceres.
Un último aviso, el marcado tacto sobre su torso. Lentamente difuminó la ansiedad de sus besos, preparándose con el mejor de los ánimos para marcar la debida distancia y entonces, esperar por un mejor momento y lugar para plasmar sus sentimientos. – Te llevaré a donde quieras…–susurró en una sonrisa a milímetros de su esposa – pero tendrás que compensarme por esta pausa, así que… vendrás conmigo a consultorio y nos retiraremos una vez que te hayan revisado y atendido como se debe. Y no es válido negarse. – sentenció mientras ajustaba lo mejor posible las ropas de Julieta, para después recoger del suelo la filipina de la que segundos atrás ni se acordaba. Obvio, siendo médico y estando en el hospital, no permitiría que su paciente mas preciado se retirara clandestinamente, aunque eso significara hacerle coincidir con una tétrica inyección.
Escuchar una primera negativa por parte de ella seguida de un exquisito y suave gemido no hizo mas que motivarlo a seguir con su ardua tarea de complacerla. Quizá debería haber tomado un poco mas en serio ese pedido de tregua, pero escuchar y sentir que su mujer disfrutaba de las caricias le había nublado un poco el juicio. Obvio que no era el mejor lugar, pero precisamente ese detalle, hacía aún mas apetecible el momento por lo que decidirse a parar significó un gran esfuerzo y sacrificio. Debía aceptarlo, después de todo había sido él quien aseguró que se detendría cuando ella lo solicitara.
Con cierta inconformidad, debido a lo que seguramente implicaba, dejó que le tomara el rostro, y aunque cesó el ir y venir de sus dedos, aún se negaba a abandonar tan húmedo y tibio tesoro. Clavó una mirada caprichosa en los ojos contrarios e infló levemente una de sus mejillas, casi dispuesto a exigir un poco mas de tiempo antes de dar por muerto el momento, mas todo aquel vago intento de berrinche se fue al olvido al ser sus labios tomados con inesperada pasión. Estando toda su atención en aquel arrebatado beso, fue retrocediendo en territorio hasta plantar ambas manos en la cadera de su mujer, sujetándola con firmeza para atraerla hacia su propio cuerpo.
La tonalidad de aquel repentino beso intensificó el deseo ya existente de hacerla suya y entregarse enteramente a ella y por supuesto, era imposible hacerlo en su ubicación actual. Julieta tenía razón, sería mejor emprender retirada y aguantar valientemente hasta encontrarse en la privacidad de su casa. Pero que difícil detener semejante muestra de sentimientos, pues correspondiendo a la intensidad con que le habían tomado, saboreaba sin contenerse los suaves labios de la castaña. Y sin remedio alguno, sus mejillas adquirieron un color rojizo, efecto visible de saberse deseado por la dueña de sus amaneceres.
Un último aviso, el marcado tacto sobre su torso. Lentamente difuminó la ansiedad de sus besos, preparándose con el mejor de los ánimos para marcar la debida distancia y entonces, esperar por un mejor momento y lugar para plasmar sus sentimientos. – Te llevaré a donde quieras…–susurró en una sonrisa a milímetros de su esposa – pero tendrás que compensarme por esta pausa, así que… vendrás conmigo a consultorio y nos retiraremos una vez que te hayan revisado y atendido como se debe. Y no es válido negarse. – sentenció mientras ajustaba lo mejor posible las ropas de Julieta, para después recoger del suelo la filipina de la que segundos atrás ni se acordaba. Obvio, siendo médico y estando en el hospital, no permitiría que su paciente mas preciado se retirara clandestinamente, aunque eso significara hacerle coincidir con una tétrica inyección.
Xerxes Break- Mad Hatter
- Cantidad de envíos : 928
Edad : 38
Localización : Perdiendo neuronas
Temas similares
» ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]
» ♦ Residencia Ishida&BlackRose
» No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
» ♦ Residencia Ishida&BlackRose
» No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Pandora Hearts Rol :: [P.H] Users :: PH :: Edificios Principales :: Hospital
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Vie Abr 05, 2019 5:56 am por Misao
» Unbirthday [Libre]
Sáb Dic 02, 2017 7:41 pm por Alice
» Búsqueda de Rol
Dom Oct 08, 2017 11:35 am por Oz Vessalius
» Ready or not ┌ Private {Flashback}
Jue Ago 03, 2017 3:10 am por Elliot Nightray
» Ficha de Oz Vessalius
Mar Jul 04, 2017 10:19 am por Oz Vessalius
» Reclutando sobrevivientes
Dom Jun 26, 2016 2:02 am por Alice
» Cantina de Monstruos [LIBRE: Especial Halloween]
Sáb Jun 25, 2016 4:53 am por Reo Baskerville
» Intercambio Anti navideño
Sáb Ene 09, 2016 10:28 pm por Alice
» Cosplays
Lun Dic 28, 2015 5:03 am por Reo Baskerville