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¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

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Presente ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Invitado Sáb Nov 23, 2013 10:21 am

Me mantuve apartada de mis dos amigos, sentada en la áspera arena al tiempo que abrazaba mis rodillas y escondía mi rostro en estas. No necesitaba volver a verme en un espejo, ni que nadie más me lo dijera, para saber que estaba incluso más pálida que antes. Por la posición del sol, que asomaba por el horizonte, supuse que no pasarían de las nueve de la mañana; y a pesar de haber amanecido sintiéndome como si en cualquier segundo fuera a desfallecer, aún así había decidido acompañarlos en su caminata tempranera por las orillas del mar, con la ingenua teoría de que un poco de aire fresco me sentaría bien para mi estómago revuelto y mi cabeza pesada. Pero no fue así.
Ahora lo único que deseaba es que estos dos regresaran a donde yo me había quedado varada, por culpa de mis malestares, para poder regresar al bungalow y quedarme tendida en la cama por todo lo que restaba del día.
Aunque no quisiera admitirlo, ya comenzaba a considerar la conjetura de Nayumi respecto a que lo que me achacaba no era nada más y nada menos que una resaca, producto del convivio que se había efectuado la noche anterior con todos los de nuestra generación de Literatura; pero aún mantenía mis reservas al respecto. Al fin y al cabo sólo había tomado 8 cervezas y mi organismo, por alguna extraña razón, era resistente a altas dosis de alcohol en él. En el pasado 8 jamás me hubieran hecho ni cosquillas, así que no tenía sentido que ahora estuviera padeciendo la peor de las resacas.
La universidad había organizado una especie de excursión a la playa para todas las carreras, y los departamentos de cada una de estas se habían organizado para poder fijar fechas. Tenía tiempo deseando ir, por lo que fui de las primeras interesadas en el evento, sobre todo cuando me enteré que la estadía del departamento de medicina coincidía con la nuestra. Ishida me había asegurado ir, aunque estaba casi convencida de que si se le presentaba algo en el trabajo, seguramente no vendría, pero de igual manera no perdería la esperanza. Como nostros teníamos programado el viaje para un día antes que los de medicina, tuve que adelantarme. Podría sonar sumamente patético de mi parte, pero jamás creí que pasar más de 24 horas totalmente separada de mi esposo, a una distancia considerable, me haría sentir tan sola y falta de cariño.
Traté de incorporarme, pero inmediatamente después me lleve ambas manos a la boca, tratando de reprimir una nausea al tiempo que cerraba los ojos con fuerza por culpa del mareo que me atacó repentinamente. Bonitas vacaciones iba a pasar si me la pasaba todo el tiempo de esa manera. Hice acopio de valor y me puse en pie para después caminar lo más pausadamente posible, para no realizar movimientos bruscos que provocaran que devolviera el estómago. Necesitaba tomarme alguna medicina con urgencia, porque estaba segura que no podría soportar por mucho tiempo más.
Cuando llegué a las pequeñas gradas que conducían a las áreas comunes de los bungalows, me detuve un segundo para respirar profundamente y miré a mi alrededor, entrecerrando los ojos después cuando logré observar a la distancia a un grupo considerable de personas transportando su equipaje rumbo a la zona destinada para los de medicina. Y entre ellos había una silueta de cabellos blancos.
-¿Ishida? -me pregunté a mí misma con incredulidad y, deseando no equivocarme, alcé la voz lo suficiente para que pudiera escucharme y localizarme- ¡Ishida!
Pero no tuve tiempo suficiente para averiguar si mis supocisiones eran ciertas, porque de manera tan sorpresiva que causó que gritara aterrorizada a pleno pulmón, unos manos me sujetaron con fuerza y me echaron a su espalda, como si yo no fuera nada más que un saco de harina.
-¡Alan! ¡No seas bestia y bájala! La pobre parece que se va a desmayar... ¡Bájala ya! -gritó Nayumi colérica, pero el otro no le hizo ni el más mínimo caso y se dirigió con zancadas rápidas a... a sólo sabría dios donde, porque yo no tenía oportunidad de atisbar absolutamente nada desde aquella posición.
-¡Bájame, no es divertido! -le espeté, antes de apretar los dientes con fuerza al sentir que la naúsea me venía. Le lloriqueé- Por favor, bájame, estoy segura de que voy a... -¿Eso era un chapoteo? Ni siquiera pude analizarlo, lo siguiente que sentí fue un gelidez cortante lacerar mi piel, aquella que era tocada por la helada agua. Y después, una explosión de carcajadas provenientes de mi amigo.
-¡Sí serás imbécil! -gritó Nayumi un poco a lo lejos.
-Necesitaba un chapuzón -se excusó el moreno- estaba más pálida que una muerta.
Por fortuna traía puesto mi bikini verde esmeralda, y lo único que podría haber lamentado, de haber estado en mis cincos sentidos, era el hecho de que mi pareo negro se hubiera arruinado por culpa del mastodonte que tenía frente a mí.
Me quedé allí, inmóvil en el agua como un animalillo lastimado, mientras trataba de hacer que mi cerebro asimilara lo que acababa de pasar.
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Xerxes Break Miér Nov 27, 2013 6:42 pm

Peor escena no podía haber presenciado. El camino le había parecido eterno y lo único que deseaba era llegar a su destino y poder encontrarse con su mujer, tal cual acordaron días antes cuando se lanzó la invitación del viaje. Pero jamás imaginó que al conseguir parcialmente esa meta, encontraría a Julieta casi literalmente en los brazos de otro hombre. El tipejo de por sí no le simpatizaba en lo mas mínimo y, saber que era él quien seguramente había compartido con ella el último día, definitivamente no ayudaba. Confiaba plenamente en su querida esposa, era el dichoso Alan de quien desconfiaba. Su sentido arácnido afirmaba que el amiguito ese se traía algo desde tiempos inmemorables y nadie, absolutamente nadie, ni siquiera la mismísima Julieta, lo convencería de lo contrario.

Dejó caer de golpe la maleta, importándole poco abandonarla a un lado de la calle, pues el camión se había retirado ya en cuanto bajaron todos los pasajeros y lo que inició siendo una serie de pasos apresurados, terminó en una marcada carrera del peliblanco hacia el agua, dónde el simpático estudiante de literatura reía muy quitado de la pena. – ¡Julieta! ¿Estas bien? – se apresuró a preguntar con preocupación. Sin embargo, lo mojado parecía ser algo meramente secundario. Al agacharse junto a ella y tenderle la mano, le notó diferente. Inclinó levemente el rostro, buscando descubrir qué era aquello que la hacía lucir distinta. Necesitaba saberlo, pero el verla en ese estado y saber que al menos el tipo a lado suyo tenía la mitad de la culpa consiguió alterarle como nunca. En ningún momento cruzó la mirada con la de Julieta, se limitó a sujetar su mano y con el otro brazo tomarle de la cintura para hacerle incorporar y, una vez en pie, se separó por completo de ella.

–Alan…– le llamó en un tono contenido que no avisaba nada bueno, y al instante siguiente, se abalanzaba con odio hacia el risueño muchacho, colisionando con toda la ira posible el puño derecho contra la pintoresca nariz del contrario. Si, quería verle sangrar, como mínimo, porque si por él fuera, lo tendría diseccionado en una plancha de la morgue. Sin darle tiempo a regresar la agresión, porque seguro que no se quedaba de brazos cruzados, le hizo zancadilla para hacerlo caer al suelo y encajarle rodilla encima para afianzar el poco amable agarre a la camiseta del chistosito. –No vuelvas… a tocar a mi mujer… ¿Entendido?! – le dijo aún furioso sin dejar de mirar directo a sus ojos, clavando en ellos cuanto odio le fue posible expresar en una mirada, mientras mantenía los nudillos listos para acertarle otro caluroso saludo. Ya sabía que Lie se indignaría con él por tratar con tan poco cuidado a su mejor amigo, pero justo en ese momento no le importaba en lo mas mínimo. Ya le había dejado pasar varias al tipo y no tenía espacio para una sola más, ni una.  – Lie, nos vamos de aquí. – afirmó refiriéndose a abandonar ese punto específico de la playa y así alejarse del idiota que pretendía mantener contra el suelo. Lo sentía por la otra chica, de quien siempre olvidaba el nombre, salvo la N inicial, pues probablemente le dejaría un mal sabor de boca todo ese asunto. Pero para la próxima, ojalá recordara cargar jaula para su compañero, no pasaba de que le rechazaran la entrada al hotel por llevar animales consigo.
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Invitado Vie Ene 03, 2014 8:43 am

No podía creer que Alan realmente se hubiera atrevido a hacerme esto. Si ambos hubieramos estado bien, hubiera sido una jugarreta de lo más divertida. Pero él sabía que me sentía mal y que en cualquier momento iba a devolver el estómago, por lo que quería creer que el castaño había pensado que no sería nada grave como para no aplicarme aquella broma pesada. Aunque eso de igual manera no le salvaría, lo iba a desollar vivo cuando estuviera bien como para hacerlo.
Apenas comenzaba a recuperarme del shock recibido cuando escuché la voz que más deseaba oír, gritar mi nombre a la distancia. Alcé la mirada y un amago de sonrisa quiso aparecer en mi rostro pálido, pero cuando vi la furia contenida que sus ojos rojizos mostraban, supe que nada bueno iba a salir de eso. Mi corazón se estrujó dolorosamente cuando el albino me ayudó a incorporarme, sin siquiera dedicarme una mirada y sin retener su agarre hacia mi cuerpo por más tiempo del indispensable, se apartó y en un abrir y cerrar de ojos agredió a mi mejor amigo, manteniéndolo en el suelo de manera que sólo Dios sabía como, porque mi cerebro en esos momentos era incapaz de asimilar nada de lo que estuviera aconteciendo. Estaba muy mareada...
-Por favor, no... -musité con voz extrangulada cuando Ishida hizo amago de querer golpearlo nuevamente, sin que el otro hiciera nada para defenderse a pesar de la resistencia que ponía a su agarre, y quise dar un paso para acercarme a ellos e impedirlo, pero el suelo comenzó a moverse bajo mis pies de manera sumamente peligrosa. 
Bajo otras circunstancias le hubiera gritado a Ishida lo que realmente pensaba ante su salvajismo, acompañando mis palabras con un buen "bestia" de por medio; pero a pesar de desear poder decirlo libremente en esos momentos, reprocharle por su agresividad... mi voz no pudo surgir ni siquiera en un susurro, por más esfuerzo y empeño que ejercí. Me tambaleé a medio paso y traté por todos los medios de mantener el equilibrio, pero fue imposible y caí sobre la arena de rodillas, logrando meter ambas manos para evitar desplomarme por completo. La cabeza comenzó a darme más vueltas de las que estaba dispuesta a soportar y cerré los ojos con fuerza, lanzando un quejido de dolor al tiempo que mi cuerpo se arqueaba levemente. Tuve que apretar la quijada con suma fuerza para no devolver el estómago.
Tenía que respirar profundamente, apaciguar mi estómago aunque fuera sólo unos minutos, tiempo suficiente para llegar a un lavabo... Pero mi cuerpo definitivamente se negaba a cooperar, por lo que ni siquiera intenté ponerme en pie porque sabía que sería inútil si me movía, sólo empeoraría las cosas. 
-N-no me puedo mover -informé entre dientes, pero de forma audible, para que no se les ocurriera hacer alguna barbaridad mientras yo aún me encontraba debatiéndome contra las náuseas. ¿Tendría que quedarme allí hasta que la crisis pasara? Deseaba alejarme de todos ellos, recuperarme de una u otra forma, pero que fuera a la de ya. Me invadieron unas enormes ganas de llorar- No volveré a tomar... oh, dios, juro que no volveré a tomar... 
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Xerxes Break Sáb Ene 11, 2014 7:38 am

De inmediato volvió al lado de su mujer, tocó suavemente su frente y comprobando que parecía estar bien de temperatura, se agachó otro poco buscando finalmente su mirada. – Necesitaré unas cuantas explicaciones – afirmó aún con cierta seriedad al tiempo que daba largos masajes sobre la espalda de la castaña, intentando tranquilizarla. Tarea difícil considerando todo lo que había ocurrido en tan pocos minutos. Pero obvio, ya era tarde para una disculpa y de cualquier forma no le apetecía, no de momento. El tipejo lo tenía bien merecido, solo le preocupaba el reproche de Julieta pero… ¿qué esperaba??? Sabía perfectamente que su querido amigo no le simpatizaba en lo mas mínimo…

Lo importante ahora era sacarla de ahí, llevarla a un lugar seco y estable, donde pudieran conversar con mas calma y privacidad. Tras meditarlo un poco, se decidió a cargarla en brazos, desconocía el malestar exacto pero por su aspecto, dudaba que fuera capaz de sujetarse con seguridad a su cuello si optaba por llevarla en la espalda.  No tomaría el riesgo. – Si te lastimo, dime por favor… - con todo el cuidado posible la alzó lejos del agua y como por arte de magia, su humos se compuso considerablemente, ignorando por completo al famoso Alan que aún se encontraba por ahí. Que ni creyera que eso había sido todo, ya después ajustaría cuentas con él, cuando Julieta se encontrara bien y no pudiese presenciar la posible “discusión” entre ambos.

Alejándose de la playa, buscó algún sitio cómodo a la vista, siendo una banca entre palmeras decoradas del hotel la mejor elección. No se encontraba muy lejos de los baños, así que su esposa podría refrescarse el rostro y de ser necesario, lavarse la arena. – Nos detendremos aquí un momento, cuando te sientas mejor…  te mudarás de habitación conmigo, ¿cierto? Ah… y por cierto… ¿qué tanto bebiste? – Preguntó al bajarla sobre la banca. Si creía que no le había escuchado semejante confesión… ahora sabía que si. Tal vez fue mala idea tocar el tema, tentar al posible mal humor de la chica podía ser peligroso, pero ya estaba hecho. Ya con manos libres, le alzó con cariño el rostro, esperando descubrir en su expresión un poco mas de lo que probablemente ella estaría dispuesta a contarle.
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Invitado Mar Ene 21, 2014 6:45 am

¿Qué clase de explicación esperaba? ¡Él había aparecido como toro salvaje a golpear a Alan! Ciertamente era algo que yo hubiera hecho estando en condiciones para hacerlo, pero no era lo mismo que yo lo golpeara a que lo hubiera hecho Ishida, la intención de ambas acciones eran totalmente distintas. Ambos se habían pasado, esa era la verdad, pero tampoco estaba como para reclamarle a ninguno de los dos.
El saber que Ishida estaba a mi lado me hacía sentir mejor y segura, su sola presencia bastaba para que los síntomas disminuyeran en algo, tanto por el hecho de que era mi esposo quien cuidaba de mí, como en parte por sus conocimientos de medicina. Alguna urgencia, el sabría qué hacer, siempre había sido así. 
Decidí por el momento ignorarle, el ponerme a debatir sus palabras sólo ayudaría a que mi enojo creciera y aún temía que si abría la boca, fuera a devolver el estómago, por lo que mantuve las quijadas fuertemente apretadas mientras sus caricias sobre mi espalda lograban apaciguar las nauseas en gran medida, al menos lo suficiente para poder ser trasladada sin correr peligro alguno.
Una vez en la seguridad de la banca, me dediqué a respirar profundamente. Saberme cerca de los baños ayudaba bastante.
-Sabes que sí... -musité con voz apagada ante su interrogante de mudarme con él. De hecho ni siquiera había desempacado, pues había mantenido la fiel esperanza de que sí asistiera al viaje y pudieramos rentar nuestra propia habitación. Sólo sería cosa de guardar lo indispensable que había sacado para mi muy breve estadía en la recámara de las chicas de mi generación- Sólo tomé ocho cervezas, sabes que eso para mí no significa nada... -había llegado a consumir casi el doble de alcohol y sólo apenas había logrado sentir un poco de malestar al día siguiente. El porqué estaba padeciendo una resaca tan intensa en esos momentos esta fuera de los límites de mi comprensión.
Respiré varias veces, aún con los ojos cerrados, al sentir que las nauseas y mareos iban disminuyendo gradualmente, y abrí los ojos al sentir su tacto sobre mi mentón sólo para encontrarme con la mirada ajena. Traté de hacer un amago de sonrisa, pero la palidez de mi rostro me delataba.
-Creo que ya me siento un poco mejor, no te preocupes... perdón por el mal rato pasado -aunque no era la primera vez que me sentía realmente mal y tampoco sería la última, de todas formas eso no significaba que me agradaba la idea de causarle problemas a mi marido. Se suponía que había realizado este viaje para descansar de su trabajo, y lo último que cualquier persona normal desearía era pasar aquel tiempo de tranquilidad cuidando a su esposa enferma- Sin embargo... -respiré profundamente- Sigo sin explicarme cómo es que me siento tan mal... ¿Qué no se supone que uno de los síntomas principales de una resaca es un dolor agudo y penetrante de cabeza? -negué ligeramente, teniendo cuidado de no causarme más mareo con esa acción- Realmente... no me duele la cabeza... Seguramente comí algo que me sentó mal, pero... -me llevé una mano al estómago y presioné suavemente con mis dedos, buscando algún lugar que me causara dolor o molestia, sin resultado alguno- Tampoco me duele el estómago; es sólo este maldito mareo y esta sensación de devolver el estómago lo que me está matando... -aparte al fin mi mirada de él para ocultar mi rostro entre mis manos y apoyar los codos sobre mis muslos, respirando pausadamente y tratando de  poner mi mente en blanco. Fuera lo que fuese lo que tuviera, tendría que pasarme tarde o temprano...
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Mensaje por Xerxes Break Lun Ene 27, 2014 5:54 pm

Atento a las explicaciones de la castaña se puso en cuclillas frente a ella. Si la cabeza y el estómago se descartaban, y la cantidad de 8 cervezas claramente era insuficiente para generarle una resaca… - Julieta… - pronunció un tanto serio y preocupado y como no quería hacerla sentir presionada, en lugar de mantenerse a la espera de que despejara su rostro, se dedicó a trazar círculos con el índice sobre una de las rodillas de la chica – Desconozco en qué tipo de lugar estuviste anoche pero… ¿No habrán alterado tus bebidas? – dudaba que su esposa fuera descuidada en ese sentido pero las teorías se le terminaban. Era eso o algo que vagamente cruzó por su mente al momento de presenciar cómo Julieta colocaba una mano sobre su estómago, tan vagamente que al segundo la posibilidad se desvaneció.

-Imagino que no has desayunado nada, ¿cierto? – sin poder quitarse del todo la preocupación, se incorporó y dio un vistazo mas atento a su alrededor. El clima era de su agrado y el poder respirar aire considerablemente mas limpio le sentaba de maravilla. Se sentía sumamente libre en comparación con los recovecos del hospital. Podrían ser solo unos cuantos días lejos de su sin fin de ocupaciones rutinarias, pero se aseguraría de exprimirles hasta la última gota. Si, eso haría, disfrutar y llenarse de arena. – Puedo cargarte hasta tu habitación para recoger tus cosas. Te despides como buena emperatriz de tus súbditas… - muy divertido ejemplificó un leeento saludo (aunque se suponía que era despedida) al mas puro estilo de las reinas de los desfiles, a un lado y al otro. Casi no se aguanta la risa, pero reír a los cuatro vientos habría arruinado su interpretación – y entonces vamos por nuestra habitación. ¿Qué te parece? – concluyó mucho mas animado, con un brillo en los ojos que fácilmente podía compararse con el ilusionado de un infante que hace planes para jugar y jugar y jugar…

Absorbido por el encanto de todo lo que podrían disfrutar juntos durante esos días, se colocó las gafas oscuras que hasta entonces llevaba colgadas de la sudadera color gris, plantó su mejor sonrisa y llevó ambos puños a sus costados - ¿Lista para montar a su fiel corcel, Señorita BlackRose~? – preguntó percatándose muy tarde de lo extraño que podía sonar eso, mas no tuvo tiempo de aclarar el sentido de sus palabras ya que repentinamente, alguien de su misma especialidad le arrojó con fuerza la rojiza maleta, rompiendo por poco su equilibrio al recibir el golpe en el hombro sin estar listo para ello. El albino la había dejado abandonada al bajar del autobús por salir pacíficamente al encuentro de su esposa y con todo lo ocurrido, ni de broma se había acordado de recuperarla.
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Invitado Mar Ene 28, 2014 10:54 am

Negué ante su interrogante, permitiéndome disfrutar de su tacto sobre mi rodilla, y al fín dejé al descubierto mi rostro para buscarle con la mirada.
-No mi amor, no fuimos a un bar. Fue un pequeño convivio entre los de mi generación y se hizo en las áreas comunes. No había nadie ajeno y dudo que alguien quisiera dañarme, además... nunca me separé de las bebidas, y yo misma las destapé -repliqué, antes de suspirar y observar con lujo de detalle cada reacción y acción por su parte. Amaba mirarle siempre que pudiera- No, pero tampoco tengo hambre... -el sólo pensar en comida hacía que el estómago volviera a revolvérseme- Además, ya me estoy sintiendo mejor... estoy segura que si reposo un poco, estaré como nueva... -me mordí el labio inferior con fuerza para no echarme a reir ante su parodia. Sabía que lo hacía para levantarme el ánimo, y siempre lo conseguía de una forma u otra- No necesitas cargarme, puedo andar... sólo dame unos cuantos minutos para hacerme a la idea de eso... ¿Sabes? Ya quiero que estemos los dos solos... -mis mejillas se tiñeron de rojo y desvié la mirada por unos segundos- Tenía tiempo deseando pasar unos días en la playa contigo... Hacía mucho que no ibamos, ¿cierto?... -antes de que pudiera añadir algo más, una maleta salvaje atacó el hombro de mi esposo y no pude evitar dar un ligero brinco en mi asiento al tiempo que me aferraba de la sudadera de él, para ayudarlo a guardar el equilibrio, buscando con la mirada el causante de tan brutal ataque declarado. En cuando lo divisé, le dediqué una mueca de fingida indignación al compañero de Ishida y este me dedicó un saludo, a lo cual correspondí  con una sonrisa y agitando una mano previamente liberada, la otra aún se aferraba a la prenda del peliblanco. Conocía a la mayoría de los compañeros de facultad de Ishida, y ellos me conocían a mí, por lo que no era de extrañar que me saludaran alguos de ellos cuando nos topábamos en el camino. 
El otro continuó su andar y yo fijé la mirada del maravilloso hombre que tenía frente a mí.
-¿Estás listo? Necesito ir por mis cosas y despedirme de mis queridas "súbditas" -sonreí con picardía y me incorporé lo más precavida posible, aunque fue inevitable que fuera víctima de un nuevo mareo, por lo que me aferré al brazo de él y cerré los ojos con fuerza, tratando de serenar mi cuerpo con pausadas respiraciones. Cuando me sentí mejor, volví a mirarle y le dediqué una débil sonrisa- Entonces... ¿nos vamos? -sin esperar a una respuesta por su parte, lo conduje hacia la residencia de las chicas de mi generaciones, la cual por fortuna se encontraba muy cerca, sólo rodeando la alberca. Me metí por la terraza, aún sujetándolo por el brazo, y finalmente lo solté para poder abrir la puerta corredora de vidrio, la cual se encontraba sin seguro. 
-Espérame aquí -le pedí en un susurro, invitándolo a pasar a la sala y me encaminé hacia las habitaciones, las cuales se encontraban totalmente vacías. Ahora se explicaba el porqué del silencio cuando llegamos: ninguna de las chicas se encontraba en el interior del bungalow. Uno hubiera creído que todas estarían en la cama después del largo viaje para llegar hasta allí, sin contar la fiestecita que nos habíamos montado la noche anterior; pero al parecer todas me salieron muy madrugadoras. Después me encargaría de verlas ya fuera en la playa o en las áreas comunes, por el momento sólo podía pensar en alistar mis cosas para no hacer esperar de más al albino. 
Me introduje en mi recámara, la cual compartía con Nayumi y otra chica, y comencé a recoger las pocas pertenencias que tenía desperdigadas, y a acomodarlas en mi maleta de forma desordenada. Al fin y al cabo que no pasaría mucho para que las sacara de nuevo.
-¿Dónde habré dejado mi bolso de mano?... ¡Ya, acá está! -tomé la pequeña bolsa negra de una de las mesas y la abrí para verificar que todo estuviera en orden con su contenido. Allí estaban mi cartera, llaves, unos cuantos comésticos, papeles arrugados que en su mayoría eran tickets del supermercado y que una vez al mes sacaba para tirarlos a la basura, otras chucherías que siempre cargaba por si se llegaban a ofrecer y... un paquete. Fruncí el ceño y lo saqué, observándolo detenidamente hasta que caí en la cuenta de lo que significaba.
Oh por Dios... 
Dejé caer la bolsa sobre mi cama, a un lado de la maleta, y me quedé mirando el paquetito recien soltado, totalmente anonadada y haciendo rápidamente cálculos mentalmente. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había guardado eso allí? Siempre llevaba una de emergencia, y siempre la terminaba usando, por lo que cada mes la renovaba... pero no lo había hecho recientemente, por lo que... no la había tenido que usar. ¿Cuándo fue mi último periodo? Cuando... antes de que sufriera aquel accidente con el automóvil de un extraño y que me rompiera el brazo. De eso hacía ya... ¿Cuánto? Ya tenía dos semanas sin el yeso y había durado un mes con él, aproximadamente. Eso quería decir que... ¡¿En serio había pasado tanto tiempo?!
-Dios mío... I... ¡Ishida! -segundos después ya estaba corriendo de regreso a la sala, donde suponía que él me estaría esperando. Sin darle tiempo a preguntarme qué era lo que sucedía, me puse frente a él y busqué con desesperación su mirada rojiza. Mi rostro volvía a estar pálido y mis manos temblaban ligeramente- Mi período... no.... no lo he tenido - solté, aterrada- No lo he tenido... desde hace más de un mes...
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Mensaje por Xerxes Break Vie Ene 31, 2014 1:49 am

Estaba preparado para esperar cuanto fuera necesario, se guardaría muy bien las ganas de preguntar “¿Te falta mucho?” o “¿Ya casi?” pues por experiencia sabía que intentar hacer presión de esa forma no funcionaba. De hecho, en ninguna modalidad funcionaba. Consciente de eso, y cansado de viajar sentado tanto tiempo, optó por tirarse al suelo donde usando la maleta como almohada, se puso lo mas cómodo posible. Olvidaría el asunto con Alan el innombrable y se aseguraría de que Julieta disfrutara cuanto fuera posible de esa salida. Mucho tiempo había pasado desde la última vez que se dieron el gusto de ir al mar por mas de un día, a ambos les sentaría de maravilla. Dejarían el equipaje en una nueva habitación y entonces podrían ir a disfrutar de la arena y el mar– Necesitará una pastilla para ese mareo… - Por poco y olvidaba que su mujer no se encontraba en la mejor de las condiciones, y la verdad era que a su mente no venía ninguna idea razonable de por qué podría estarse sintiendo de aquella forma. Quizá el clima le afectara, aunque… ya tenía mas de un día ahí, a esas alturas debía estar aclimatada.

Al escuchar su nombre de manera tan repentina se incorporó de golpe. ¿Se sentía peor? ¿Mas náuseas? ¿Una herida tal vez?! Infinidad de posibilidades cruzaron por su mente en cuestión de segundos, y si ya se había llevado un susto, la preocupación aumentó al verla venir hacia él con el rostro aún más pálido que cuando la encontró al bajar del autobús. Interrogar para averiguar qué la alteró de esa manera pronto fue innecesario.

Los minutos siguientes el albino los pasó tan blancos como su cabello, en silencio absoluto e inmóvil, con la figura de su esposa como único objetivo de su mirada. Blanco, blanco, negro. Lentamente se alzó las gafas oscuras, apreciando sin estorbos y a todo color a su querida Julieta. Una sonrisa comenzó a asomar en su rostro, tranquila y pronto traviesa, haciendo todo lo posible por no derramar una dosis descomunal de alegría, intento que por cierto no duró mucho. Al segundo siguiente ya la apretaba entre sus brazos mientras una risa enérgica rompía finalmente el silencio entre ambos. Desde luego que un embarazo les llevaría a cambiar su estilo de vida, pero aún si éste no estaba contemplado en el proyecto de vida de la pareja, el peliblanco recibía la indirecta noticia con júbilo. Sin pensarlo la alzó unos cuantos centímetros del suelo y dio un giro como mínimo sobre su propio eje. La idea de ser padre le tenía emocionado, ilusionado e inundado de una alegría casi infantil. – ¡Estas embarazada!! ¿Cómo no lo pensé antes?? – incapaz de contener las emociones liberó su abrazo y rápidamente buscó las delicadas manos de su mujer, sujetándolas con fuerza – Consigamos una prueba. – soltó sin rastro de duda ni temor. No era una sugerencia ni petición, simplemente un deseo. Como siempre, cabía la posibilidad de que no fuera el caso, de ahí que quisiera asegurarse de una vez.

– Hola pequeño~ ¿o pequeña? – se agachó para poder pegar la mejilla sobre el vientre de su mujer, como si fuera posible ser escuchado o recibir respuesta desde el interior. – Esa es una muy buena pregunta… – murmuró  al irse levantando y finalmente hacer espacio para conocer el sentir de Julieta respecto al tema. Solo entonces se percató de lo grosero que podría haber sido su reacción y aparente falta de interés por saber cómo se sentía ella, naturalmente esa no era la intención solo que el ir y venir de ideas y emociones fluyeron casi al mismo tiempo y sin orden alguno. Ahora, tras haber exteriorizado todo lo que la noticia generó en su persona, se encontraba listo para dedicar absolutamente toda su atención en ella.
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Mensaje por Invitado Dom Abr 27, 2014 11:30 pm

No sabía que pensar, ni siquiera sabía si quería hacerlo. Mi mente estaba completamente en blanco y fui incapaz de reaccionar a tiempo a cada una de las acciones que el peliblanco realizaba ante la felicidades de saberse futuro padre... probablemente. Tampoco es como si fuera un hecho, y eso era lo que me provocaba. ¿Y si resultaba que todo había sido una equivocación? No deseaba ver la expresión de decepción en el rostro de mi esposo... Era por eso que me negaba a asimilar absolutamente nada, porque tenía un miedo atroz ante todo lo que estaba aconteciendo, y ni siquiera sabía exactamente el porqué de tanto miedo. Y el hecho de que Ishida se mostrara tan radiante de felicidad no ayudaba en lo más mínimo, ¿es que acaso no se daba cuenta lo que eso significaba? Un hijo sería... 
Detuve el ir de mis pensamientos hasta allí, no deseaba pensar absolutamente nada hasta no estar segura de que esa era la razón de mis malestare. Mientras tanto, no dejaría que mi cerebro asimilara absolutamente nada. Nada. Aunque el sentir el contacto de la mejilla de él contra mi mejilla provocó una sensación indescriptible, que nunca antes había experimentado, al tiempo que el corazón me daba un vuelco, causante de un momentáneo sofoco. 
Sabía que estaba esperando por una respuesta de mi parte, quería saber cuál era mi sentir respecto a... eso; pero no, no le iba a dar el gusto en ese momento. Hasta allí ibamos a dejar ese asunto.
-Deberíamos marcharnos ya, ¿no? -respondí con neutralidad, sin dejar que ninguna de mis facciones, incluidos los ojos, fueran expresivos- iré por mis cosas -y sin mediar ninguna otra palabra más, me di media vuelta y me encaminé hacia mi habitación una vez más. 
Estaba consciente de que mi actitud pudo ser un tanto brusca y cortante, pero no tenía otra forma de reaccionar por el momento. Esperaba que en ese sentido pudiera comprenderme. Aproveché los minutos que me restaron en la estancia mientras terminaba de guardas mis cosas en la bolsa y cerrar la maleta, para poder respirar profundamente y serenarme. Era lo mejor así.
Me eché el bolso de mano al brazo y cargué la maleta, tras aseguramrne que no olvidaba nada, y regresé a la sala donde mi esposo estaba esperándome. Le dediqué una ligera sonrisa, para tratar de compensarle el mal rato pasado hacía unos minutos atrás, y con la mano libre le tiré suavemente de su brazo cuando llegué a su lado para indicarle que me siguiera, sin detener yo en ningún momento mi andar. Rehice el camino andado para llegar hasta allí y crucé el umbral que conducía a la terraza, esperando a que el terminara de pasar por este para poder cerrar la puerta corredora tras de mí y volver a reanudar mi marcha por la área de las albercas, tomando el sendero que conducía hacia el edificio principal.
-Por aquí está la recepción -le anuncié, echándole una rápida mirada de reojo por encima del hombro, para asegurarme que estuviera a un lado mío, y volví a centrar mi mirada al frente.
Una vez que llegamos a la enorme terreza, la cual fungía de recepción, nos acercamos al mostrador y dejé mi maleta en el piso, a los pies del albino. Me abracé suavemente a su brazo y me puse de puntitas para poder alcanzar su oído.
-Ya vengo, mientras tú atiendes este asunto, yo iré a atender otro -le besé rápidamente la mejilla y me separé de él, desviando mi camino hacia otra sección del lugar, donde sabía que se encontraba la pequeña botica, la cual supe por voz del administrador que contenía todo lo indispensable en medicinas y otras cuestiones sanitarias. ¿Tendrían pruebas de embarazo? Deseaba que sí, porque deseaba quitarme ese peso de encima una vez por todas.
Cuando fui atendida por la encargada, pregunté por aquello que me llevaba hasta allí y, para alivio mío, sí tenían lo que necesitaba. Tras ofrecerme de diferentes marcas, escogí aquella producida por uno de los mejores laboratorios farmacéuticos, según por lo que había oído decirle alguna vez a Ishida. Saqué mi cartera y pagué el monto del producto antes de guardar el mismo en el interior de mi bolsa, junto con la cartera y el ticket, y salir del establecimiento sintiendo que era objeto de escrutadoras miradas por parte de la dependienta. ¿Por qué me sentía tan observada? Ni que fuera un crimen lo que estuviera haciendo eso.
Pude ver a la distancia al peliblanco siendo atendido por el recepcionista, por lo que me acerqué silenciosamente a él para no interrumpirles, saludé con un ligero gesto silencioso al joven que estaba detrás del mostrador, y pasé un brazo por el costado de mi marido para atraerlo suavemente hacia mí y poder recargarme ligeramente en su hombro mientras los dos hombres terminaban de realizar los trámites correspondientes para que nos pudieran dar una habitación.


Off: Creo que manejé demasiado a tu personaje, y me disculpo una y mil veces por eso TwT Si no te agrada ese hecho, puedo rehacer el post si gustas, no tengo lío -^^-
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Xerxes Break Vie Jun 06, 2014 12:39 am

Spoiler:


Respondió a cada una de las preguntas del recepcionista por simple inercia, su vista seguía los dedos del sujeto que tecleaban con cierta lentitud la información que él le había proporcionado y, sin embargo, sus pensamientos estaban en otro lado. Quizá su semblante reflejaba total calma aunque por dentro su sentir fuera completamente diferente, al parecer ya había aprendido a disfrazar mas que bien los momentos grises de la vida. Sintió a Julieta a su lado y solo entonces sonrió.

En cuanto le hicieron entrega de las llaves y tras agradecer a quien les había atendido, se giró para echarse su propia maleta al hombro y luego tomar la de su esposa con la otra mano. Hacerlo significó separarse de Julieta y aunque era inevitable, en el fondo sabía que también tenía algo que ver con lo que acababa de ocurrir. Por supuesto que no le pasó inadvertido el momento de indiferencia cuando él pretendía seguir andando sobre el tema del posible embarazo, esos segundos de frialdad bastaron para hacerlo poner los pies sobre la tierra y darse cuenta de que tal vez… ella no deseaba… ¿Qué estaba haciendo? Negó para sí un par de veces y giró parcialmente el rostro hacia su amada, evitando encontrarse con su rostro – Vamos. La habitación se encuentra de cara a la playa. – Fue todo lo que le dijo en un tono común de voz, sabía que ella no se tragaría esa fachada de “No pasa nada” ¿pero qué otra cosa podía hacer? Dejarse ver descaradamente afectado por la apática reacción de la castaña en contraste con la ilusionada que él mostró… no era una buena opción… Tomaría las cosas con calma, necesitaba serenar sus pensamientos y dar tiempo a que ella hiciera lo mismo, y claro, asegurarse de si realmente era el caso.

Aguardó por ella, gustaba de caminar a la par de la persona cuyo amor le hacía cada vez mas grande, confiaba en que al menos en ese aspecto, el sentimiento era recíproco y así, avanzó en silencio por el pasillo por el que el encargado había explicado que llegarían hasta la habitación asignada. Mantuvo la vista en el suelo y a cada paso el corazón se le oprimía. ¡No! No podía permitir que… su voluntad flaqueara. Juntos harían frente a cualquier situación que la vida les pusiera por delante porque así lo habían decidido desde el instante en que Julieta pronunció un a la propuesta de matrimonio de Ishida. De eso se trataba, de fundir la felicidad del otro a la propia, de acurrucar cada una de sus metas y poco a poco, esculpirlas hasta darles entre ambos la forma deseada. Y, si algo les detenía… apoyarse sin temor en el otro, para eso eran pareja, para avanzar sin soltarse la mano, sin importar la velocidad de sus pasos, mientras se mantuvieran juntos, todo estaría bien.

Al mismo tiempo que giraba la llave de la puerta, se deshizo de todas las malas sensaciones que le habían maltratado, dejando espacio libre que pronto fue ocupado por una cálida y animada sonrisa. – Bienvenida a sus nuevos aposentos, Señorita BlackRose~ le invitó a pasar con cierto encanto en la voz. Quería… No. Necesitaba hacerle sentir esa misma seguridad que él estaba experimentando, que supiera que independientemente de que fueran dos, tres, cinco o veinte, Akira Ishida estaría ahí para ella. A su lado para acompañarla hasta el último de sus días, y quien sabe, tal vez después también. Se apresuró a dejar las maletas dentro pues ya con las manos libres podía detener la puerta para que su amada pasara, cerrando una vez que ella estuvo dentro.

Lo primero que hizo fue sacarse la calurosa sudadera que llevaba puesta, ¡no podían culparlo! A la hora que salió de trabajar aún hacía frío y de ahí se había dirigido al punto donde debía abordar el autobús apartado para los de medicina. Ni siquiera se había cambiado la azulada filipina, así que también se la quitó y la dejó caer por ahí sin cuidado. - ¿Qué llevas ahí? – preguntó con toda tranquilidad al avanzar hacia ella y acapararla con ambos brazos por la espalda. La abrazó con tal fuerza que casi parecía que su intención era fundirla a su cuerpo, anhelante, necesitado de su cercanía, de su precioso aroma. Sin darse cuenta había cerrado ya los ojos y sus pulmones sostenían el aire como si con ello fuese posible detener el tiempo, hacer eterno el momento. Permaneció así unos segundos que para él fueron la gloria y la confirmación de que se encontraba en el sitio correcto y haciendo lo correcto con la persona perfecta. ¿Qué mas podía pedir? Conocer el sentir de su esposa, ¿tal vez?. - ¡Ah! Antes de que me muestres… Quiero mi beso~ le dijo al oído sin reprimir el toque travieso. Y es que desde que se encontraron… ¡no le había dado ni uno solo! ¿Acaso pretendía matarlo de hambre?!
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

Mensaje por Invitado Miér Jul 30, 2014 12:11 am

Canción:


Estaba molesto. Aunque la palabra que mejor encajaría, haciendo una mejor reflexión de lo acontecido, era dolido. Suspiré pausadamente y desvíe la mirada a otro lado, fingiendo que no me afectaba la actitud un tanto distante de mi esposo. ¿Y quién lo podía culpar de ello? Definitivamente yo no, pues había sido mi culpa el que el otro se sintiera. Y era allí donde mis pensamientos y emociones se encontraban unos con otros, provocando que me sintiera perdida y temerosa, sin idea alguna de qué hacer. De acuerdo, fue muy poco sensible de mi parte adquirir esa actitud reacia ante la situación sin tomar en cuenta los sentimientos del albino, pero... ¿no podía entender que temía ver la decepción brillando en esos preciosos ojos rojizos? Si resultaba que no era el caso del embarazo y el otro sólo creó ilusiones en vano.... Definitivamente jamás me lo perdonaría, porque sería mi culpa y la única responsable de hacer sentir mal a la persona que más amaba en el mundo....
Me mordí el labio inferior con fuerza cuando llegamos al umbral de la puerta y el otro me invitó a pasar con aparente buen humor. En serio tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no soltarle un buen sarcasmo en ese momento. ¿Señorita BlackRose? ¿Desde cuándo había vuelto a ser soltera? Que yo supiera, aún llevaba el anillo de nuestra boda en el dedo anular izquierdo y eso me convertía en la señora de Ishida. Respiré profundamente, omitiendo cualquier comentario desdeñoso que pudiera salir de mis labios, y me introduje en la habitación. Sonreí con total ironía.
Era perfecta, colorida y llena de calidez, un poco pequeña pero eso la hacía ideal para una pareja de casados. Me encantaba aquel lugar, el que sería momentáneamente nuestro hogar mientras duraran aquellos días. Me encaminé con paso tranquilo hacia donde se encontraban las puertas corredizas de vidrio que conducían la pequeña terraza con vista al mar. Observé el panorama con la mano posada suavemente sobre la fría superficie del vidrio y a punto estuve de abrirla para salir a tomar aire fresco cuando los fuertes y cálidos brazos de Ishida me envolvieron en aquel abrazo que bastó para que todo oscuro pensamiento se borrara de mi mente y diera paso a la dicha, aquella que sólo él me podría proporcionar.
Subí mis manos para aferrarme a uno de sus brazos y cerré los ojos para deleitarme con el contacto que su cuerpo me brindaba. Ignoré su pregunta respecto a mi compra y sonreí abiertamente al escucharle su última demanda, una que no tardaría en cumplirle. Haciendo todo lo posible para que el no quitara sus brazos alrededor de mi cuerpo, me giré sobre mi propio eje para quedar de cara a él y mirarle directamente a los ojos con todo el amor que le profesaba, después estos se desviaron hacia sus labios y los contemplé con deleite por unos segundos antes de ponerme ligeramente de puntitas y terminar de unirlos con los míos, besándole con la mayor de las ternuras y devociones. Deseaba poder disculparme por mi comportamiento inapropiado, pero a la vez no encontraba las palabras justas y suficientes para decirle cuánto sentía el haberlo lastimado... Esperaba que aquel encuentro fuera capaz de transmitir lo que tanto deseaba hacerle saber. Eso, y que lo amaba con toda mi alma. Alcé una mano y me tomé la tarea de pasar los dedos de esta por sus facciones mientras le besaba con suavidad.
Hubiera podido seguir así todo el día, si no fuera porque había otro asunto que atender y que no me dejaría estar tranquila si no lo resolvía de una vez por todas. Me separé de él y le miré con seriedad.
-Bien, terminemos con esto... -musité de la forma más firme de la que fui capaz y le robé un rápido beso antes de separarme de él por completo, o en caso contrario volvería a caer bajo el encanto de su mirada y nadie sería capaz de quitarme de encima de mi amado compañero- En un momento sabrás qué es lo que traigo aquí -tomé aire con fuerza y lo observé detenidamente por un momento, buscando la fuerza que me hacía falta en él, antes de aferrar mi bolso de mano y dirigirme a una puerta que creía se trataría del baño, cruzando los dedos para no equivocarme.
Una vez en el interior de la pequeña estancia, cerré la puerta tras de mí y me apoyé sobre la superficie, con las piernas a punto de ceder bajo mi peso.
¡Estaba terriblemente nerviosa!
Respiré profundamente un par de veces antes de animarme a avanzar hacia el pequeño tocador que estaba junto al lavabo y depositar mi bolso allí, después saqué lo que había comprado en la farmacia y me quedé viendo la rectangular cajita como si fuera una bomba que estuviera a punto de estallar. ¡¿Cómo rayos se usaba esa cosa?! Tragué saliva y leí las instrucciones cuidadosamente, provocando que mis manos temblaran mientras más leía. Al fin alcé la mirada del artilugio y observé mi pálido reflejo en el espejo colgado en la pared. No podía hacerlo, me negaba rotundamente a hacer eso. Pero la otra opción era un análisis y de sangre y eso involucraría una... aguja... ¿Por qué todo tenía que ser tan terriblemente complicado?
Gruñí por lo bajo, molesta, y me dispuse a llevar a cabo tan fatídica misión.
Seguí las instrucciones al pie de la letra y una vez lista la prueba, la coloqué sobre el tocador y me recargué sobre este a esperar. Sentía el latir de mi corazón desbocado sobre mis sienes y mis manos temblaban más a cada instante que pasaba, lo cual a mi parecer era eterno; me dedicaba a leer una y otra vez el instructivo para asegurarme que hubiera seguido todo tal cual, sin ningún error. ¿Cuánto tiempo más tendríamos que esperar? Miré la pantalla de mi celular por enésima vez y me percaté que el tiempo requerido justo había pasado. Mi mente quedó en blanco de pronto y no tuve ni la más remota idea de qué debía hacer a continuación. ¿Qué seguía ahora? Ver el resultado, ¡claro! Pero... Mis ojos se desviaron a la prueba y mi respiración falló. Estiré una mano temblorosa para tomar la cosa y disponerme a leer, pero en el último momento desviaba la mirada a otro lado.
Tras tres intentos infructíferos, supe que no lo iba a poder hacer. Por más que lo intentara, al final me acobardaba. Miré a mi alrededor con desesperación, en búsqueda de algo que pudiera ayudarme o darme valor, pero todo fue inútil.
Aferré aquello que tan mal rato me estaba haciendo pasar y salí del baño para dirigirme a donde estaba Ishida. En cuanto lo localicé, me acerqué a él y sin decirle nada, le puse en la mano la prueba de embarazo e inmediatamente después aparté mi mano para sujetarme la otra y que de esta manera no fuera tan notorio el temblor en estas, aunque suponía que él podía darse clara cuenta de cuán nerviosa y temerosa estaba. No sólo por el hecho de que mi cuerpo era víctima del mismo mal que mis manos, sino porque él me conocía a la perfección y sabría identificar cada una de las señales que mostraba, empezando por mi mirada indecisa y escurridiza.
-Lo siento, no puedo hacerlo... no puedo mirar el resultado -aclaré con voz ligeramente entrecortada y rasposa, dándome cuenta en ese instante de lo seca que mi garganta se encontraba. Las náuseas retornaron con innovada fuerza, pero hice todo lo posible por mantenerlas a raya.
Sin poder soportarlo por más tiempo, le di la espalda y cerré los ojos con vehemencia al tiempo que hacía mayor presión al agarre de mis manos, esperando alguna reacción por parte del albino que me dejara en claro que ya le había echado un vistazo a la prueba...
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Presente Re: ¿Y me puede decir, señor, cómo se le llama a esto? [Ishida Akira]

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