No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
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No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Las olas no siempre desembocaban en la orilla. Al joven escritor Mattia BlackRose aquella frase le generaba una fuerte ansiedad en el pecho. No porque contuviese matices ocultos o significados insólitos. Su mano llevaba alzada por lo menos tres cuartos de hora sobre aquella oración, aquel comienzo de su próxima novela. Sus dedos se aferraban con violencia al bolígrafo y la tensión de su cuerpo era tal, que parecía a punto de desmoronarse en cualquier instante. Su mirada parda observaba inquieta, crítica y desafiante a la maraña de palabras. El estado de abstracción del mundo era tal en la mente de Mattia que había llegado a creer que el tiempo se había detenido, que la manecilla del reloj se había atrancado en la una de la mañana y que jamás volvería a ver el amanecer. Casi era capaz de ver a las letras mezclarse unas con otras, riéndose, burlándose de su incompetencia. ¡Le hubiera gustado tanto decirles que se callasen! ¡Así era imposible trabajar! Pero la parte cuerda de su mente, a pesar de las 48 horas sin dormir, le recordaba una y otra vez que era imposible que los segundos hubieran dejado de avanzar, que las palabras cobraran vida y disfrutasen de sus pequeños fracasos nocturnos.
Suspiró por enésima vez esa madrugada. Se levantó con pesadez, lleno de cansancio. Se le acababan los plazos de entrega. Se acercó a su escondrijo secreto, aquel pequeño armario olvidado por los demás habitantes de la casa. Era el lugar ideal donde esconder una alegría. Abrió el armario con cuidado de no hacer crujir la madera. Una cosa era trasnochar por trabajo, y otra muy diferente, caer en los vicios. La botella estaba intacta, menos mal. Había temido por un instante que alguien hubiera abierto el mueble y la hubiera descubierto. La llevó hasta su mesa de trabajo. La observó con atención. El insomnio le hizo creer que el recipiente también lo observaba a él. Y así, hombre y botella se observaron largo rato como viejos amigos recelosos. Mattia sabía que no debía, que al día siguiente irían a la playa y que ellos se darían cuenta enseguida. No, no debía. Y sin embargo, algo en su corazón le obligaba a hacerlo. Miró el alcohol y pensó en su "querida" pero hasta ahora olvidada familia. Miró sus manos y pensó en lo horrible que había sido en el pasado la adicción. Ahora podía con ello, estaba seguro. Miró vacilante el papel casi en blanco y pensó en los plazos de entrega. Suspiró por décima vez aquella madrugada y destapó el corcho de la botella.
La mañana le maldijo con una resaca terriblemente dolorosa. A estas alturas debería estar acostumbrado al insoportable dolor de cabeza y lo estruendoso que cada sonido resultaba. Sin embargo, al igual que si no escribes durante mucho tiempo al retormarlo resultas torpe, hacía ya unas semanas que no era acompañado por una dama tan violenta como el whisky. Y ahora se veía obligado a disimular mientras desembocaban en la cristalina playa de Pandora Hill. TODO le causaba dolor. Caminar, moverse, pensar, respirar, mantenerse despierto, hablar, seguir el ritmo del resto de su familia... ¡Solo deseaba dormir plácidamente durante días! ¡Semanas! ¡Mejor meses! La arena se metió en los zapatos deportivos nada más pisarla, como si fuera alguna clase de mecanismo de defensa ancestral. No pudo evitar dibujar una sonrisilla de complicidad al recordar lo hermoso que había quedado el cuento gracias a la ebriedad. ¡Benditas las botellas escondidas por la casa! No pudo evitar sentir un escalofrío ante la situación. Estaba seguro de que debía notarse la resaca que llevaba encima. No se había molestado en peinarse y sus facciones parecían cansadas hasta de existir. De verdad que había intentado disimular, pero estaba tan lastimado que hasta eso le daba igual. Y si tan evidente resultaba... ¿Por qué sus hermanas no decían nada?
No mencionaría a Ishida Akira. Aquel hombre le inquietaba... Cuando hablaba con él se sentía como un animalillo indefenso ante un depredador, una emoción escalofriante. ¡Sin duda ese chico traería desgracias a la humanidad! Contempló la marea baja unos instantes, luchando para mantener los párpados abiertos.—Ya no lo soporto más... Este dolor es demasiado hasta para mi.—Musitó en voz baja, rogando porque nadie lo hubiera escuchado. ¡Condenado dolor de cabeza!—Sería tan agradable que un tsunami arrasara con todo ahora mismo... Si por el día tengo que sufrir y por la noche no dormir, la vida ya es un infierno.—Se estiró perezosamente, dejando escapar un profundo bostezo. Dibujó una mueca de desinterés mientras esperaba a que el resto del pintoresco grupo lo alcanzara -milagrosamente se había adelantado para quejarse en voz alta a solas-.—¿Por qué hemos tenido que venir a la playa? Se me ocurren por lo menos tres lugares más interesantes donde estar.—Masculló con una mezcla de indiferencia, teatralidad y pasividad.—Por ejemplo una cama...—Su mirada brilló un instante, quizás emocionado ante la posibilidad de dar media vuelta y regresar al hogar... pero intuía que eso era imposible. Así pues, sin molestarse en quitarse las prendas por el momento y sin extender la toalla, se dejó caer en la arena boca arriba. Cruzó los brazos tras la nuca y cerró los párpados buscando el sueño. En ningún momento se le ocurrió ayudar a los demás a colocar las cosas. Hacía un día agradable y hasta el sonido de las olas le causaba dolor.
Suspiró por enésima vez esa madrugada. Se levantó con pesadez, lleno de cansancio. Se le acababan los plazos de entrega. Se acercó a su escondrijo secreto, aquel pequeño armario olvidado por los demás habitantes de la casa. Era el lugar ideal donde esconder una alegría. Abrió el armario con cuidado de no hacer crujir la madera. Una cosa era trasnochar por trabajo, y otra muy diferente, caer en los vicios. La botella estaba intacta, menos mal. Había temido por un instante que alguien hubiera abierto el mueble y la hubiera descubierto. La llevó hasta su mesa de trabajo. La observó con atención. El insomnio le hizo creer que el recipiente también lo observaba a él. Y así, hombre y botella se observaron largo rato como viejos amigos recelosos. Mattia sabía que no debía, que al día siguiente irían a la playa y que ellos se darían cuenta enseguida. No, no debía. Y sin embargo, algo en su corazón le obligaba a hacerlo. Miró el alcohol y pensó en su "querida" pero hasta ahora olvidada familia. Miró sus manos y pensó en lo horrible que había sido en el pasado la adicción. Ahora podía con ello, estaba seguro. Miró vacilante el papel casi en blanco y pensó en los plazos de entrega. Suspiró por décima vez aquella madrugada y destapó el corcho de la botella.
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La mañana le maldijo con una resaca terriblemente dolorosa. A estas alturas debería estar acostumbrado al insoportable dolor de cabeza y lo estruendoso que cada sonido resultaba. Sin embargo, al igual que si no escribes durante mucho tiempo al retormarlo resultas torpe, hacía ya unas semanas que no era acompañado por una dama tan violenta como el whisky. Y ahora se veía obligado a disimular mientras desembocaban en la cristalina playa de Pandora Hill. TODO le causaba dolor. Caminar, moverse, pensar, respirar, mantenerse despierto, hablar, seguir el ritmo del resto de su familia... ¡Solo deseaba dormir plácidamente durante días! ¡Semanas! ¡Mejor meses! La arena se metió en los zapatos deportivos nada más pisarla, como si fuera alguna clase de mecanismo de defensa ancestral. No pudo evitar dibujar una sonrisilla de complicidad al recordar lo hermoso que había quedado el cuento gracias a la ebriedad. ¡Benditas las botellas escondidas por la casa! No pudo evitar sentir un escalofrío ante la situación. Estaba seguro de que debía notarse la resaca que llevaba encima. No se había molestado en peinarse y sus facciones parecían cansadas hasta de existir. De verdad que había intentado disimular, pero estaba tan lastimado que hasta eso le daba igual. Y si tan evidente resultaba... ¿Por qué sus hermanas no decían nada?
No mencionaría a Ishida Akira. Aquel hombre le inquietaba... Cuando hablaba con él se sentía como un animalillo indefenso ante un depredador, una emoción escalofriante. ¡Sin duda ese chico traería desgracias a la humanidad! Contempló la marea baja unos instantes, luchando para mantener los párpados abiertos.—Ya no lo soporto más... Este dolor es demasiado hasta para mi.—Musitó en voz baja, rogando porque nadie lo hubiera escuchado. ¡Condenado dolor de cabeza!—Sería tan agradable que un tsunami arrasara con todo ahora mismo... Si por el día tengo que sufrir y por la noche no dormir, la vida ya es un infierno.—Se estiró perezosamente, dejando escapar un profundo bostezo. Dibujó una mueca de desinterés mientras esperaba a que el resto del pintoresco grupo lo alcanzara -milagrosamente se había adelantado para quejarse en voz alta a solas-.—¿Por qué hemos tenido que venir a la playa? Se me ocurren por lo menos tres lugares más interesantes donde estar.—Masculló con una mezcla de indiferencia, teatralidad y pasividad.—Por ejemplo una cama...—Su mirada brilló un instante, quizás emocionado ante la posibilidad de dar media vuelta y regresar al hogar... pero intuía que eso era imposible. Así pues, sin molestarse en quitarse las prendas por el momento y sin extender la toalla, se dejó caer en la arena boca arriba. Cruzó los brazos tras la nuca y cerró los párpados buscando el sueño. En ningún momento se le ocurrió ayudar a los demás a colocar las cosas. Hacía un día agradable y hasta el sonido de las olas le causaba dolor.
Invitado- Invitado
Re: No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Lo iba a matar... lenta y dolorosamente.
Miré a mi hermano por el espejo retrovisor desde mi asiento como copiloto, y en mi mirada dejaba en claro que no le iba a ir nada bien cuando tuviéramos un momento a solas ambos. Pero claro, el hombre estaba lo suficientemente crudo como para pasar por alto mis veladas y mudas advertencias. Cerré con fuerza la quijada y miré a mi esposo por el rabillo del ojo, quien se encontraba concentrado en la carretera mientras manejaba.
No sabía si Ishida ya se había percatado de las condiciones en las que venía Mattia en la parte de atrás, acompañado de Violeta. Quería creer que por el momento era un dato que ambos, tanto mi gemela como el albino, habían pasado por alto. Pero era demasiado pedir, era imposible no darse cuenta al mirar el rostro demacrado del hombre que venía tras de mí.
Contuve mis ansias de golpear el puño contra el tablero del auto y en su lugar cambié la canción que en esos momentos resonaba en todo el interior del auto y dejé la que seguía después de esa. La anterior era una de las favoritas de Ishida, pero a mí no me gustaba del todo y no estaba de humor para fingir que podía tolerarla más tiempo del indispensable. Centré mi atención en el exterior que me mostraba la ventanilla abierta a mi lado y con suavidad coloqué la palma de mi mano sobre mi abultado vientre.
A favor de la humanidad, que llegáramos a nuestro destino de una vez por todas.
Realmente no faltaba mucho de viaje, por lo que en veinte minutos después Ishida aparcó el auto y bajé lo más pronto posible de este, tratando de relajar mi entumecido cuerpo. En lo primero en lo que me fijé fue en que Mattia se alejaba del estacionamiento, rumbo a la playa, y se tumbaba sobre la arena desvergonzadamente. Ese ya era el colmo.
Antes de que mi esposo se pudiera percatar de lo que estaba pasando, o pudiera impedir mis acciones, tomé de la agarradera la pesada hielera y, sin pensarlo dos veces ni preocuparme por mi avanzado embarazo, y la cargué con una sola mano, jadeando ligeramente por el evidente esfuerzo. Me encaminé hacia donde se había tumbado mi hermano antes de que alguno de los otros dos viajeros pudieran darnos alcancé. Sólo de esta manera podía dejarle unos cuantos puntos en claro.
Sin consideración alguna le propiné un puntapié en uno de sus costados y dejé caer la hielera a su lado de forma brusca, en parte porque bajo mi actual condición era demasiado peso del que podía cargar y me resultaba agotador, en parte por mi rabia hacia el hombre al que centraba toda mi atención en esos momentos.
-Muévete -espeté, conteniendo la ira en mi voz pero sin ocultar lo gélido de esta. Tanto él como Violeta me conocían, y sabían que ese era una señal de advertencia: mi humor estaba llegando a límites que resultaban sumamente peligrosos para el causante de mi ira, y en una menor parte para los que me rodeaban en este momento- Sabías perfectamente que hoy vendríamos a la playa, y si ese no fue un impedimento para que te hundieras en tu vicio anoche, pues ahora tendrás que actuar como una persona común y corriente que viene a pasar tiempo de calidad con su familia, y me importa un bledo cuales puedan ser tus excusas, razones u opiniones: sólo hazlo. Esta vez no voy a ayudarte a ocultar tus graciosadas, así que vete haciendo los ánimos para soportar tu reseca en lo que resta del día.
Hice una ligera mueca al sentir un tirón en el vientre y apoyé una mano sobre este al tiempo que con la otra me hacía un ligero masaje sobre mi adolorida espalda. Respiré profundamente, en un vago intento por serenarme.
Siempre era lo mismo. Mattia se embriagaba y yo hacía todo lo posible para ocultar este hecho a Ishida, y no porque creyera que mi esposo era un tonto que no podía percatarse de algo que resultaba tan obvio, estaba segura que él ya tenía una clara idea de cuál era el problema del que padecía mi hermano. Pero si podía evitarle los disgustos que pudiera pasar por culpa de este, lo haría sin pensarlo dos veces. Y mientras que Violeta no se diera cuenta del alcoholismo del castaño, o dejara de fingir demencia respecto al asunto, quien tendría que cargar con el peso de la situación era yo sola. Era mi hermano, lo amaba y deseaba ayudarle a superar sus vicios. Pero hasta yo tenía un límite.
Miré a mi hermano por el espejo retrovisor desde mi asiento como copiloto, y en mi mirada dejaba en claro que no le iba a ir nada bien cuando tuviéramos un momento a solas ambos. Pero claro, el hombre estaba lo suficientemente crudo como para pasar por alto mis veladas y mudas advertencias. Cerré con fuerza la quijada y miré a mi esposo por el rabillo del ojo, quien se encontraba concentrado en la carretera mientras manejaba.
No sabía si Ishida ya se había percatado de las condiciones en las que venía Mattia en la parte de atrás, acompañado de Violeta. Quería creer que por el momento era un dato que ambos, tanto mi gemela como el albino, habían pasado por alto. Pero era demasiado pedir, era imposible no darse cuenta al mirar el rostro demacrado del hombre que venía tras de mí.
Contuve mis ansias de golpear el puño contra el tablero del auto y en su lugar cambié la canción que en esos momentos resonaba en todo el interior del auto y dejé la que seguía después de esa. La anterior era una de las favoritas de Ishida, pero a mí no me gustaba del todo y no estaba de humor para fingir que podía tolerarla más tiempo del indispensable. Centré mi atención en el exterior que me mostraba la ventanilla abierta a mi lado y con suavidad coloqué la palma de mi mano sobre mi abultado vientre.
A favor de la humanidad, que llegáramos a nuestro destino de una vez por todas.
Realmente no faltaba mucho de viaje, por lo que en veinte minutos después Ishida aparcó el auto y bajé lo más pronto posible de este, tratando de relajar mi entumecido cuerpo. En lo primero en lo que me fijé fue en que Mattia se alejaba del estacionamiento, rumbo a la playa, y se tumbaba sobre la arena desvergonzadamente. Ese ya era el colmo.
Antes de que mi esposo se pudiera percatar de lo que estaba pasando, o pudiera impedir mis acciones, tomé de la agarradera la pesada hielera y, sin pensarlo dos veces ni preocuparme por mi avanzado embarazo, y la cargué con una sola mano, jadeando ligeramente por el evidente esfuerzo. Me encaminé hacia donde se había tumbado mi hermano antes de que alguno de los otros dos viajeros pudieran darnos alcancé. Sólo de esta manera podía dejarle unos cuantos puntos en claro.
Sin consideración alguna le propiné un puntapié en uno de sus costados y dejé caer la hielera a su lado de forma brusca, en parte porque bajo mi actual condición era demasiado peso del que podía cargar y me resultaba agotador, en parte por mi rabia hacia el hombre al que centraba toda mi atención en esos momentos.
-Muévete -espeté, conteniendo la ira en mi voz pero sin ocultar lo gélido de esta. Tanto él como Violeta me conocían, y sabían que ese era una señal de advertencia: mi humor estaba llegando a límites que resultaban sumamente peligrosos para el causante de mi ira, y en una menor parte para los que me rodeaban en este momento- Sabías perfectamente que hoy vendríamos a la playa, y si ese no fue un impedimento para que te hundieras en tu vicio anoche, pues ahora tendrás que actuar como una persona común y corriente que viene a pasar tiempo de calidad con su familia, y me importa un bledo cuales puedan ser tus excusas, razones u opiniones: sólo hazlo. Esta vez no voy a ayudarte a ocultar tus graciosadas, así que vete haciendo los ánimos para soportar tu reseca en lo que resta del día.
Hice una ligera mueca al sentir un tirón en el vientre y apoyé una mano sobre este al tiempo que con la otra me hacía un ligero masaje sobre mi adolorida espalda. Respiré profundamente, en un vago intento por serenarme.
Siempre era lo mismo. Mattia se embriagaba y yo hacía todo lo posible para ocultar este hecho a Ishida, y no porque creyera que mi esposo era un tonto que no podía percatarse de algo que resultaba tan obvio, estaba segura que él ya tenía una clara idea de cuál era el problema del que padecía mi hermano. Pero si podía evitarle los disgustos que pudiera pasar por culpa de este, lo haría sin pensarlo dos veces. Y mientras que Violeta no se diera cuenta del alcoholismo del castaño, o dejara de fingir demencia respecto al asunto, quien tendría que cargar con el peso de la situación era yo sola. Era mi hermano, lo amaba y deseaba ayudarle a superar sus vicios. Pero hasta yo tenía un límite.
Invitado- Invitado
Re: No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Feliz, inmensamente feliz cuando por fin llegamos a nuestro destino y Matías el alucinógeno bajó del automóvil. El camino había sido toda una tortura solo de pensar que en cualquier momento el castaño vaciaría el desayuno arruinando mi pobre auto y por ello, verlo ir rápidamente hacia la arena, había sido casi una escena del paraíso. Pero mejor abstenerme de comentarios, no fuera a ser que Violeta torciera mis palabras para sus fines bélicos.
Era obvio que Julieta nadaba en furia y el motivo era perfectamente tangible. ¿Intentar calmarla? Definitivamente no, por experiencia sabía que pasaría a ser víctima de su mal humor si me atrevía a hacerle cualquier tipo de comentario, aún si no era yo el causante de su pésimo estado de ánimo. No me pasó desapercibido el que ella cargara la hielera aún sabiendo que NO debía llevar cosas pesadas, seguramente ignoraría mis reclamos así que mejor me di a la tarea de vaciar rápidamente todas las cosas que llevábamos para que no se le fuera a ocurrir regresar por alguna otra bolsa.
Arrimé todo a una de las mesas con sombrilla que rentaba uno de los establecimientos cercanos, dejando encima las bolsas que contenían algo de comida y, sobre la arena, el resto de mochilas y cosas varias. No muy lejos de ese punto podía ver y escuchar a Julieta sermoneando a su hermano, quien ya parecía muy cómodo tendido en el suelo. Negué con pesadez, mas valía que ambos compusieran su humor o la salida sería un desastre. Pero la situación no se compondría sola. – ¡Violeta! – le llamé para captar su atención y que reaccionara a tiempo para atrapar la cámara que estaba lanzando a sus manos - Serás la encargada de las fotografías~
Tomé una de las sombrillas que llevábamos y me dirigí directo al matadero, el masoquismo o formaba parte de mis hobbies pero si tenía al menos un poco de suerte, conseguiría aplacar o como mínimo cortar lo tenso del ambiente entre los otros dos. Sin decir nada clavé la sombrilla cerca de Matías y la extendí en un ángulo que alcanzara a darle un poco de sombra. Enseguida busqué la mirada de mi esposa intentando evaluar que tan grave era el asunto y solo la solté al agacharme para sacar una cerveza de la hielera y ofrecérsela después de destaparla con el llavero. No tenía mas ideas, solo me quedaba esperar que no se indignara por mi obvio intento de darle por su lado porque en caso de que su molestia se desviara hacia mi persona, tendría que irme haciendo a la idea de dormir en el sofá.
Era obvio que Julieta nadaba en furia y el motivo era perfectamente tangible. ¿Intentar calmarla? Definitivamente no, por experiencia sabía que pasaría a ser víctima de su mal humor si me atrevía a hacerle cualquier tipo de comentario, aún si no era yo el causante de su pésimo estado de ánimo. No me pasó desapercibido el que ella cargara la hielera aún sabiendo que NO debía llevar cosas pesadas, seguramente ignoraría mis reclamos así que mejor me di a la tarea de vaciar rápidamente todas las cosas que llevábamos para que no se le fuera a ocurrir regresar por alguna otra bolsa.
Arrimé todo a una de las mesas con sombrilla que rentaba uno de los establecimientos cercanos, dejando encima las bolsas que contenían algo de comida y, sobre la arena, el resto de mochilas y cosas varias. No muy lejos de ese punto podía ver y escuchar a Julieta sermoneando a su hermano, quien ya parecía muy cómodo tendido en el suelo. Negué con pesadez, mas valía que ambos compusieran su humor o la salida sería un desastre. Pero la situación no se compondría sola. – ¡Violeta! – le llamé para captar su atención y que reaccionara a tiempo para atrapar la cámara que estaba lanzando a sus manos - Serás la encargada de las fotografías~
Tomé una de las sombrillas que llevábamos y me dirigí directo al matadero, el masoquismo o formaba parte de mis hobbies pero si tenía al menos un poco de suerte, conseguiría aplacar o como mínimo cortar lo tenso del ambiente entre los otros dos. Sin decir nada clavé la sombrilla cerca de Matías y la extendí en un ángulo que alcanzara a darle un poco de sombra. Enseguida busqué la mirada de mi esposa intentando evaluar que tan grave era el asunto y solo la solté al agacharme para sacar una cerveza de la hielera y ofrecérsela después de destaparla con el llavero. No tenía mas ideas, solo me quedaba esperar que no se indignara por mi obvio intento de darle por su lado porque en caso de que su molestia se desviara hacia mi persona, tendría que irme haciendo a la idea de dormir en el sofá.
Xerxes Break- Mad Hatter
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Re: No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Aquél viaje no era más que motivo de alegría para la mayor de las gemelas, por unos breves minutos, pero la mayor. Se había estado preparando ¡Durante semanas! ¡Meses! Bueno, quizás no tanto, pero sí, se había estado preparando desde hacía ya tiempo, todo debía estar perfecto... Además ¡Era la playa! ¿Qué mejor lugar para molestar a Julieta? ¿Qué mejor lugar para ver por fin a su hermano y a Ishida-san juntos? ¡Quizás alejados de la multitud! ¡Muy juntos en medio del mar! Muchas veces se había sonrojado de alegría por imaginarse aquellas escenas de amor prohibido que solo veía en sus amados mangas. Claramente, para el viaje se había armado de todo lo necesario para poder pasar aquellas interminables horas en buena compañía y dada la condición de su hermano, que parecía hibernar, estar en su mundo o quizás... quizás incluso soñando él también con su "amor prohibido". Había terminado entonces por hojear mangas, por leer libros, contar historias respecto a extraños seres que habitaban la luna, quizás ratones gigantes que la comían... No, estaba simplemente divagando demasiado en su mente. Con el pasar del tiempo incluso había terminado por quedarse dormida, el momento en que quizás más silencio se formó. Realmente estaba esperando expectante el poder divertirse en la playa con su querida familia. Debido a que se había quedado dormido no había sido capaz de notar cuando su hermano se había bajado del coche junto a los demás, despertando solo pocos minutos después, cuando Ishida ya estaba bajando todas las maletas del coche. En ese momento vio pasar a su hermana con hielera en mano, dirigiéndose hacia... ¿La playa? ¡Espera! ¿Donde estaba su hermano? Se bajó del vehículo y se estiró, mirando primero a Ishida, luego hacia su gemela que se alejaba hacia la playa. Suspiró. —Ishida-san...— Comenzó, ayudando también a bajar las maletas del coche. —Nii-san parecía muy cansado... ¿No tendrá algo que ver?— le miró de reojo, expectante y con una divertida sonrisa en sus labios.
¿A...Ahh?— Aquella repentina máquina paró entre sus manos y la sujetó con cuidado, soltando un suspiro de alivio al notar que no había caído de sus manos. Miró unos momentos la cámara y al esposo de su hermana, tras breves segundos su rostro se iluminó de alegría y asintió animada. —¡Entonces prepárense todos a ser fotografiados en los momentos menos oportunos y esperados!— Afirmó con fuerza, levantando el puño al cielo. Dio una vuelta sobre su propio eje y ayudó a Ishida levantar algunas bolsas y llevarlas donde aquellos dos habían empezado a tener una pequeña pelea. paró aun en tierra firme y encendió la cámara, acercando al objetivo y... ¡CLICK! sacó la foto de aquella extraña y divertida riña congelada. Luego apagó la máquina y siguió a Ishida con alegres saltitos. Una vez en la arena ensanchó aun más su sonrisa y se encaminó hacia el par siguiendo los pasos del mayor. Dejó las bolsas en el suelo y se acercó a su hermano, agachándose a un lado suyo mientras con un dedo le pinchaba la mejilla. —¡¡Nii-san!! ¡Seguro que algo frío te despierta!— Dicho y hecho, dio media vuelta y abrió la hielera, tomando unos cubitos con sus manos y dejarlos caer sobre el mayor de los hermanos con una inocente sonrisa. ¿Había hecho algo malo? ¿Ella? ¡Claro que NO!. Se levantó e caminó hacia su hermana, balanceando su vestido con flores en el proceso, una vez a su lado se abrazó a su cuello, cerrando sus ojos en el proceso. Claramente, sus movimientos fueron cuidadosos y su peso no cayó para nada en ella, pues si bien parecía despistada, sabía perfectamente que su hermana no podía con el peso dada a su... condición. —July~ Vayamos a jugar~— Canturreó balanceando su cabeza a un lado y otro, con una enérgica sonrisa en sus labios.
¿A...Ahh?— Aquella repentina máquina paró entre sus manos y la sujetó con cuidado, soltando un suspiro de alivio al notar que no había caído de sus manos. Miró unos momentos la cámara y al esposo de su hermana, tras breves segundos su rostro se iluminó de alegría y asintió animada. —¡Entonces prepárense todos a ser fotografiados en los momentos menos oportunos y esperados!— Afirmó con fuerza, levantando el puño al cielo. Dio una vuelta sobre su propio eje y ayudó a Ishida levantar algunas bolsas y llevarlas donde aquellos dos habían empezado a tener una pequeña pelea. paró aun en tierra firme y encendió la cámara, acercando al objetivo y... ¡CLICK! sacó la foto de aquella extraña y divertida riña congelada. Luego apagó la máquina y siguió a Ishida con alegres saltitos. Una vez en la arena ensanchó aun más su sonrisa y se encaminó hacia el par siguiendo los pasos del mayor. Dejó las bolsas en el suelo y se acercó a su hermano, agachándose a un lado suyo mientras con un dedo le pinchaba la mejilla. —¡¡Nii-san!! ¡Seguro que algo frío te despierta!— Dicho y hecho, dio media vuelta y abrió la hielera, tomando unos cubitos con sus manos y dejarlos caer sobre el mayor de los hermanos con una inocente sonrisa. ¿Había hecho algo malo? ¿Ella? ¡Claro que NO!. Se levantó e caminó hacia su hermana, balanceando su vestido con flores en el proceso, una vez a su lado se abrazó a su cuello, cerrando sus ojos en el proceso. Claramente, sus movimientos fueron cuidadosos y su peso no cayó para nada en ella, pues si bien parecía despistada, sabía perfectamente que su hermana no podía con el peso dada a su... condición. —July~ Vayamos a jugar~— Canturreó balanceando su cabeza a un lado y otro, con una enérgica sonrisa en sus labios.
Dia Baskerville- Cantidad de envíos : 48
Re: No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Si al actual Mattia le pidieran un consejo para el del pasado, le disiparía rotundamente la idea de irse a vivir con sus hermanas. Más que una grandiosa estratagema, se había convertido en una lenta y dolorosa tortura. ¡Era un adulto hecho y derecho! ¿Cómo se atrevían a sermonearle? ¡Ni que tuviera ocho años! Como si no tuviera suficiente con sus propios sufrimientos internos y externos, ellas se empeñaban en causarle más dolor. En momentos como aquel, desearía hallarse de nuevo en España, en su cuchitril a salvo del mundo. De acuerdo, dicho así no sonaba a un paraíso, pero si vivías con una familia así, enseguida cualquier alternativa sonaba más... Complaciente.
—¿No hay ninguna ley en este demacrado país donde se prohíba el maltrato a los indefensos?—Masculló entre dientes, aferrándose a su dolorido costado. ¡Aquella mujer era un peligro para la humanidad! No solo por sus tóxicas y nocivas comidas, su fuerza era demasiado para una constitución tan ligera. Normalmente se esforzaba por ocultarle al resto su vicio, pero al parecer algo había cambiado... Si Mattia fuera intuitivo, seguramente habría comprendido que hasta el bidón más ancho termina llenándose. Pero no, en la metáfora, él solo se quedaría con el bidón ancho.—¡Ya lo entiendo!—Exclamó incorporándose ligeramente.—Estás enfadada por lo gorda que te estás poniendo. Si dejaras de hincharte a comer seguramente adelgazarías. Estar gorda debe de hacer que te sientas fatal, seguro que Ishida termina dejándote por alguna jovencita más atractiva y en su peso ideal.—Pronunció su discurso con lentitud, parsimonia, desinterés y calma. A su favor, diremos que el alcohol había destruido varias neuronas de su cerebro. El pobre, no pensaba lo que decía realmente.
¿Podía empeorar aquella situación de alguna manera? Por supuesto. Todas las leyes de la física estaban en su contra. Si a una Julieta y un Mattia le añadimos una Violeta, solo el muchacho de cabellos pardos podía salir perdiendo. Era pura lógica. El pinchazo en la mejilla le dolió más de lo que debía, seguramente por la sensibilidad en la piel tras la gran ingesta de alcohol. Lo que sí habría provocado la ira de hasta el más valiente guerrero, eran los condenados cubitos de hielo. Se sobresaltó nada más sentir el frío en su piel, y se puso en pie tan rápido que hasta su cuerpo olvidó la resaca que cargaba sobre sus hombros. Siempre había considero a Ishida como el más molesto de la familia, pero acababa de ser reemplazado por Violeta con una velocidad abrumadora.—¡¿ESTÁS LOCA?! ¡PODRÍA HABERME MUERTO!—Exclamó una vez en pie, tratando de deshacerse de los trocitos helados. Una vez lo consiguió estuvo tentado de dejarse caer en la arena de nuevo, pero no quería arriesgarse a una muerte prematura.
Solo le quedaba una salida para atenuar el pésimo ambiente. ¡No era culpa suya que no le dejaran vivir en paz! Pero como al parecer todos pensaban que la arruinada salida familiar era obra de su vicio, pues haría lo que los complaciese. Siempre le había funcionado, desde que era pequeñito. Se acercó a Ishida y le arrebató la cerveza abierta de la mano, obviando que iba dirigida a su hermana.—No deberías beber esto, es bien sabido que la cerveza engorda, no te lo puedes permitir. En cambio...—Se dio unos golpecitos en el estómago, resaltando su buena constitución física-quizás algo más delgada de lo aconsejable, las drogas habían pasado su factura.-—Yo, sí puedo.—Dio un sorbo a la botellita y tratando de ser gracioso, comentó.—Como soy buena persona no os denunciaré por tratar de asesinarme.—Sentenció, animado por la bebida. Y como último recurso, se acercó a Julieta y pasó el brazo por sus hombros.—Vamos hermanita, no vayas a arruinar esta bonita salida fa-mi-liar.—Solo deseaba dormir, pero su mayor anhelo era imposible de cumplir. Al menos por ahora. Ya se encargaría de escaquearse en algún momento de la salida.—Vamos Ishida, haz algo con tu mujer. A este paso terminará por exterminar a toda la raza humana.
—¿No hay ninguna ley en este demacrado país donde se prohíba el maltrato a los indefensos?—Masculló entre dientes, aferrándose a su dolorido costado. ¡Aquella mujer era un peligro para la humanidad! No solo por sus tóxicas y nocivas comidas, su fuerza era demasiado para una constitución tan ligera. Normalmente se esforzaba por ocultarle al resto su vicio, pero al parecer algo había cambiado... Si Mattia fuera intuitivo, seguramente habría comprendido que hasta el bidón más ancho termina llenándose. Pero no, en la metáfora, él solo se quedaría con el bidón ancho.—¡Ya lo entiendo!—Exclamó incorporándose ligeramente.—Estás enfadada por lo gorda que te estás poniendo. Si dejaras de hincharte a comer seguramente adelgazarías. Estar gorda debe de hacer que te sientas fatal, seguro que Ishida termina dejándote por alguna jovencita más atractiva y en su peso ideal.—Pronunció su discurso con lentitud, parsimonia, desinterés y calma. A su favor, diremos que el alcohol había destruido varias neuronas de su cerebro. El pobre, no pensaba lo que decía realmente.
¿Podía empeorar aquella situación de alguna manera? Por supuesto. Todas las leyes de la física estaban en su contra. Si a una Julieta y un Mattia le añadimos una Violeta, solo el muchacho de cabellos pardos podía salir perdiendo. Era pura lógica. El pinchazo en la mejilla le dolió más de lo que debía, seguramente por la sensibilidad en la piel tras la gran ingesta de alcohol. Lo que sí habría provocado la ira de hasta el más valiente guerrero, eran los condenados cubitos de hielo. Se sobresaltó nada más sentir el frío en su piel, y se puso en pie tan rápido que hasta su cuerpo olvidó la resaca que cargaba sobre sus hombros. Siempre había considero a Ishida como el más molesto de la familia, pero acababa de ser reemplazado por Violeta con una velocidad abrumadora.—¡¿ESTÁS LOCA?! ¡PODRÍA HABERME MUERTO!—Exclamó una vez en pie, tratando de deshacerse de los trocitos helados. Una vez lo consiguió estuvo tentado de dejarse caer en la arena de nuevo, pero no quería arriesgarse a una muerte prematura.
Solo le quedaba una salida para atenuar el pésimo ambiente. ¡No era culpa suya que no le dejaran vivir en paz! Pero como al parecer todos pensaban que la arruinada salida familiar era obra de su vicio, pues haría lo que los complaciese. Siempre le había funcionado, desde que era pequeñito. Se acercó a Ishida y le arrebató la cerveza abierta de la mano, obviando que iba dirigida a su hermana.—No deberías beber esto, es bien sabido que la cerveza engorda, no te lo puedes permitir. En cambio...—Se dio unos golpecitos en el estómago, resaltando su buena constitución física-quizás algo más delgada de lo aconsejable, las drogas habían pasado su factura.-—Yo, sí puedo.—Dio un sorbo a la botellita y tratando de ser gracioso, comentó.—Como soy buena persona no os denunciaré por tratar de asesinarme.—Sentenció, animado por la bebida. Y como último recurso, se acercó a Julieta y pasó el brazo por sus hombros.—Vamos hermanita, no vayas a arruinar esta bonita salida fa-mi-liar.—Solo deseaba dormir, pero su mayor anhelo era imposible de cumplir. Al menos por ahora. Ya se encargaría de escaquearse en algún momento de la salida.—Vamos Ishida, haz algo con tu mujer. A este paso terminará por exterminar a toda la raza humana.
Invitado- Invitado
Re: No todas las olas desembocan en la orilla [Priv.Familia BlackRose + Ishida]
Tras todo el daño que ya había causado, y sabiendo que mi humor no era de lo más estable en esos momentos, aún así... osaba en decirme.. ¿gorda? ¡Yo lo iba a matar!
Claro, no contaba con que Ishida, como buen hombre que era, saldría al rescate de su compañero. Fruncí el ceño con desagrado y, por obvias razones, desprecié aquella oferta que en otros momentos hubiera sido sumamente tentadora. Pero hoy no. Me sentía dolida por lo que mi esposo acababa de hacer, pues había dejado más que en claro que deseaba que me callara y para eso recurrió al siempre displicente recurso de "darle el avionazo para ver si así se calma". ¿Acaso me creyó falta de ideas para no ser capaz de comprender sus indirectas? De otra forma, si no fuera porque deseaba matenerme contenta, no me hubiera ofrecido la cerveza estando yo en mi condición de embarazada. Y de acuerdo, ya que se tocaba ese punto, admitía que estaba algo sensible y resentida hormonalmente por lo mismo... ¡Pero aún así no tenía porqué tratarme de esa manera cuando lo único que yo quería era una salida familiar pacífica! ¿Era demasiado pedir? ¿No podían hacerlo por mí?
Y mientras Mattía y Violeta guerraban entre sí por culpa de unos cuantos cubitos de hielo, en cambio yo le dediqué una mirada de profundo rencor al albino que tenía frente a mí, dándole una muda advertencia con mi expresión de que eso que acababa de hacer no lo había pasado por alto y que le costaría bastante para hacerme olvidar el pequeño "incidente". Allá él si se tomaba o no con seriedad mi postura, pero por el momento no quería saber nada de él por la noche; que se fuera preparando el sofá para dormir, si tanto quería.
El abrazo repentino de mi hermana me hizo salir de mi disputa silenciosa con Ishida y en cambio prestar un poco más de atención a lo que acontecía a mi alrededor.
-¿Jugar? -inquirí en voz alto, tratando de asegurarme que había escuchado bien. Mi expresión se suavizó un poco, dejando de lado un poco la tensión anteriormente sufrida y disponiéndome a una tregua momentánea con los chicos, con tal de llevar la fiesta en paz el resto de la tarde- ¿A qué podemos jugar? -pregunté haciendo una mueca pensativa, aunque inmediatamente las palabras del idiota de mi hermano hicieron que cortara de tajo cualquier planeamiento de algo entretenido para los cuatro.
Esta vez no dije nada, ni dediqué miradas de resentimiento por el insulto indirectamente recibido por su parte. Volvía a decirme gorda, y esa era la última vez que se la permitiría pues por su culpa ya estaba comenzando a agarrar manía con mi figura y seguramente tras el embarazo necesitaría unas cuantas terapias para solucionarlo. Mi expresión se mostró totalmente insondable, salvo por una sutil sonrisa despreocupada que en el fondo estaba cargado de algo más que no auguraba nada bueno, y aquel que me conociera sabría perfectamente, por mi postura, que una calamidad estaba a punto de ser desatada. Me deshice del abrazo de ambos hermanos con suavidad y le arrebaté la botella de cerveza a Mattía para dar un pequeño trago del frío líquido, sin importarme que la boquilla ya estuviera babeada por mi hermano.
-Dicen que la cerveza es un buen remedio para la resaca... -en un abrir y cerrar de ojos, sin que nadie se lo esperara, me acerqué a él y me puse de puntillas, lo suficiente para colocar el objeto de vidrio sobre su cabeza y verter su helado contenido sobre su persona, hasta la última gota. Aún después de quedar vacía la botella, la sacudí un poco para asegurarme de que ya no quedara nada más por derramar; después se la regresé a mi hermano, colocándosela en sus manos como si nada de eso hubiera pasado- Esperemos que a ti te surta efecto de esta manera -una sonrisa burlona apareció en mis labios, antes de tomarle una de las muñecas a mi gemela y arrastrarla fuera de la zona de combate, rumbo a la orilla del mar.
No podían reclamarme nada, al fin y al cabo quien había empezado había sido él y no era como si fuera de su desconocimiento mi dudoso humor. Él me había provocado y me había encontrado. Además, tenía la coartada perfecta: el embarazo. Bendito embarazo.
Reí de buena gana y solté a Violeta para poder echarme a correr rumbo al agua, esperando que la otra siguiera mis pasos.
Claro, no contaba con que Ishida, como buen hombre que era, saldría al rescate de su compañero. Fruncí el ceño con desagrado y, por obvias razones, desprecié aquella oferta que en otros momentos hubiera sido sumamente tentadora. Pero hoy no. Me sentía dolida por lo que mi esposo acababa de hacer, pues había dejado más que en claro que deseaba que me callara y para eso recurrió al siempre displicente recurso de "darle el avionazo para ver si así se calma". ¿Acaso me creyó falta de ideas para no ser capaz de comprender sus indirectas? De otra forma, si no fuera porque deseaba matenerme contenta, no me hubiera ofrecido la cerveza estando yo en mi condición de embarazada. Y de acuerdo, ya que se tocaba ese punto, admitía que estaba algo sensible y resentida hormonalmente por lo mismo... ¡Pero aún así no tenía porqué tratarme de esa manera cuando lo único que yo quería era una salida familiar pacífica! ¿Era demasiado pedir? ¿No podían hacerlo por mí?
Y mientras Mattía y Violeta guerraban entre sí por culpa de unos cuantos cubitos de hielo, en cambio yo le dediqué una mirada de profundo rencor al albino que tenía frente a mí, dándole una muda advertencia con mi expresión de que eso que acababa de hacer no lo había pasado por alto y que le costaría bastante para hacerme olvidar el pequeño "incidente". Allá él si se tomaba o no con seriedad mi postura, pero por el momento no quería saber nada de él por la noche; que se fuera preparando el sofá para dormir, si tanto quería.
El abrazo repentino de mi hermana me hizo salir de mi disputa silenciosa con Ishida y en cambio prestar un poco más de atención a lo que acontecía a mi alrededor.
-¿Jugar? -inquirí en voz alto, tratando de asegurarme que había escuchado bien. Mi expresión se suavizó un poco, dejando de lado un poco la tensión anteriormente sufrida y disponiéndome a una tregua momentánea con los chicos, con tal de llevar la fiesta en paz el resto de la tarde- ¿A qué podemos jugar? -pregunté haciendo una mueca pensativa, aunque inmediatamente las palabras del idiota de mi hermano hicieron que cortara de tajo cualquier planeamiento de algo entretenido para los cuatro.
Esta vez no dije nada, ni dediqué miradas de resentimiento por el insulto indirectamente recibido por su parte. Volvía a decirme gorda, y esa era la última vez que se la permitiría pues por su culpa ya estaba comenzando a agarrar manía con mi figura y seguramente tras el embarazo necesitaría unas cuantas terapias para solucionarlo. Mi expresión se mostró totalmente insondable, salvo por una sutil sonrisa despreocupada que en el fondo estaba cargado de algo más que no auguraba nada bueno, y aquel que me conociera sabría perfectamente, por mi postura, que una calamidad estaba a punto de ser desatada. Me deshice del abrazo de ambos hermanos con suavidad y le arrebaté la botella de cerveza a Mattía para dar un pequeño trago del frío líquido, sin importarme que la boquilla ya estuviera babeada por mi hermano.
-Dicen que la cerveza es un buen remedio para la resaca... -en un abrir y cerrar de ojos, sin que nadie se lo esperara, me acerqué a él y me puse de puntillas, lo suficiente para colocar el objeto de vidrio sobre su cabeza y verter su helado contenido sobre su persona, hasta la última gota. Aún después de quedar vacía la botella, la sacudí un poco para asegurarme de que ya no quedara nada más por derramar; después se la regresé a mi hermano, colocándosela en sus manos como si nada de eso hubiera pasado- Esperemos que a ti te surta efecto de esta manera -una sonrisa burlona apareció en mis labios, antes de tomarle una de las muñecas a mi gemela y arrastrarla fuera de la zona de combate, rumbo a la orilla del mar.
No podían reclamarme nada, al fin y al cabo quien había empezado había sido él y no era como si fuera de su desconocimiento mi dudoso humor. Él me había provocado y me había encontrado. Además, tenía la coartada perfecta: el embarazo. Bendito embarazo.
Reí de buena gana y solté a Violeta para poder echarme a correr rumbo al agua, esperando que la otra siguiera mis pasos.
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