♦ Residencia Ishida&BlackRose
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♦ Residencia Ishida&BlackRose
Dirección: Calle Durazno, entre Arboledas y Frutales #13445
Residentes: Ishida Akira, Julieta BlackRose y Mantequilla
Advertencias: "Cuidado con el gato, no lo vaya a pisar""¡Todo el mundo sea Bienvenido!"
Fachada
Residentes: Ishida Akira, Julieta BlackRose y Mantequilla
Advertencias: "Cuidado con el gato, no lo vaya a pisar"
Fachada
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
En cuanto Ishida estacionó el auto fuera de la casa, me bajé de este sin esperar ayuda por su parte y subí las gradas que conducían a la puerta principal. Me costó un poco de trabajo, pero pude sacar las llaves de mi bolsillo trasero del pantalón y abrí, dejando la puerta abierta tras de mí para que el albino pudiera pasar.
No iba a negar que estaba algo molesta por el hecho de haber tenido que ir a consulta de todas formas. Cuando le había dicho "llévame a casa", en ningún momento incluí la frase "pero pasemos antes para que me examinen". Para nada. Y ahora había tenido que soportar una inyección cuando él sabía que les tenía más que pavor a esa clase de agujas. Al menos había sido él el que me la aplicó, de otra forma seguramente nunca me hubiera dejado, ni siquiera estando muerta. Traté de mover los dedos de mi mano lesionada y estos no me respondieron, pero ya sabía que eso era normal y que pasaría lentamente los efectos en un par de horas, pero eso no evitaba que la sensación fuera desagradable.
En cuanto puse pie en el recinto, una pequeña bola de pelo naranja salió a mi encuentro, maullando y mirándome ansiosamente, acostumbrada a que siempre la cargue en cuanto llegaba a casa.
-¡Mantequilla! -me agaché para sostenerla en brazos, pero al ver que era completamente imposible la tarea, nos tuvimos que conformar ambas con unas simples caricias. Obviamente eso no le agradó y, tras mirarme con reclamo, se fue totalmente indignada- ¡Oye! Que yo no tengo la culpa, ¿eh? -me incorporé de nueva cuenta, con un poco de dificultad, mientras decía eso y la veía desaparecer escaleras arriba. Ahora sólo faltaba que la gata me echara la culpa de aquello... Suspiré y tomé el bendito celular que había olvidado y que se encontraba muy dignamente en la superficie lisa de la pequeña mesa que había en la entrada. Hice una mueca de horror al ver tanta llamda perdida y mensajes sin revisar y comencé a checar rápidamente los números. Trabajo, trabajo, trabajo, unos cuantos reclamos muy poco amigables por parte del gerente en mensajes de texto, otros tantos que exudaban preocupación y drama por todos lados por parte de uno de mis compañeros laborales y... 5 llamadas perdidas por parte de mi madre. Buena suerte la mía- ¡Mi amor! Mi madre llamó... -elevé la voz para que me pudiera escuchar y apagué el celular antes de volverlo a dejar en la mesa junto con mis llaves.
No sabía porqué diantres me preocupaba en avisarle a Ishida cuando mi madre o padre me llamaban, si era obvio que le tenía sin cuidado alguno; costumbre tal vez, o quizá una muy ingenua esperanza de que algún día mostrara interés. ¡Ja!
Respiré con tranquilidad, contenta de estar de regreso a nuestro hogar, antes de apurarme escaleras arriba. Me moría por bañarme y lavarme las partes que tenía con tierra a causa del doloroso encuentro con el suelo.
Una vez en el cuarto, comencé a hacer todo un desorden en el ropero y cajoneras, buscando la ropa que iba a usar para dormir y, una vez que encontré una camiseta deslavada por el uso, unos shorts cómodos de color rosa pálido, ropa interior limpia, y me peleé con los zapatos para podermelos quitar, dejé mi piyama en el baño, junto con una bolsa de plástico que utilizaría para protegerme el yeso, y me quedé de pie, totalmente inmóvil, en medio de la estancia y sin la más remota idea de cómo me iba a desvestir. Con un poco de trabajo logré sacarme la blusa, pero tras forcejear una y otra vez con el brassier negro, definitivamente tuve que admitir la victoria de este y mi derrota, por lo que no me quedó de otra más que tragar saliva y hacer lo único que podía hacer: pedir ayuda.
No habían pasado ni dos horas desde que me habían puesto el yeso, pero ya estaba comenzándome a hartar del mismo. Si así iba a estar en lo que restaban de las seis semanas que debía usarlo, bien podían prepararme el barranco. Aunque ya iba a encontrar algún médoto para deshacerme de él, de eso estaba segura. Pero mientras tanto...
Tomé la blusa para protegerme aunque fuera la parte frontal de mi torso semidesnudo y me encaminé escaleras abajo de nueva cuenta, en búsqueda del único que podría ayudarme.
-¿Ishida? -recorrí descalza el largo pasillo y, tras asomarme en el estudio y la sala, entré en la cocina donde hallé su paradero. Tragué saliva y traté de aguantarle la mirada, pero al segundo siguiente tuve que desviar el rostro, roja por la vergüenza- Etto... Necesito pedirte un favor -¿Qué tan normal sería pedirle que me ayudara a desvestirme y bañarme? Porque ya me había hecho a la idea de que tampoco podría sola con esa tarea... Abracé mejor la arrugada blusa contra mi pecho - ¿Podrías...? -tragué saliva y di un ligero brinco para sacarme parte de la tensión, pero sin resultados. ¿Se estaría burlando de mí? Definitivamente no deseaba averiguarlo. Me armé de valor- ¿Podrías ayudarme a desvestirme y, ya que estás de pasada, a bañarme? Por favor... -hablé tan rápido, que incluso ni yo estaba segura de haberme entendido. Al fin volteé a verle con súplica y pena- Si es mucha molestia, no hay problema... supongo que podré arreglármelas sola...
Off: Como se me olvidó preguntarte si tenían carro (? pues me tomé el atrevimiento de añadirlo, pero puedo quitarlo de ser el caso contrario. Algo más iba a comentar, pero ya no recuerdo qué >3< Y bueno, ténganle paciencia a la pobre de Julieta, no es partidiaria de fastidiar a su marido cuando puede evitarlo (? >3
No iba a negar que estaba algo molesta por el hecho de haber tenido que ir a consulta de todas formas. Cuando le había dicho "llévame a casa", en ningún momento incluí la frase "pero pasemos antes para que me examinen". Para nada. Y ahora había tenido que soportar una inyección cuando él sabía que les tenía más que pavor a esa clase de agujas. Al menos había sido él el que me la aplicó, de otra forma seguramente nunca me hubiera dejado, ni siquiera estando muerta. Traté de mover los dedos de mi mano lesionada y estos no me respondieron, pero ya sabía que eso era normal y que pasaría lentamente los efectos en un par de horas, pero eso no evitaba que la sensación fuera desagradable.
En cuanto puse pie en el recinto, una pequeña bola de pelo naranja salió a mi encuentro, maullando y mirándome ansiosamente, acostumbrada a que siempre la cargue en cuanto llegaba a casa.
-¡Mantequilla! -me agaché para sostenerla en brazos, pero al ver que era completamente imposible la tarea, nos tuvimos que conformar ambas con unas simples caricias. Obviamente eso no le agradó y, tras mirarme con reclamo, se fue totalmente indignada- ¡Oye! Que yo no tengo la culpa, ¿eh? -me incorporé de nueva cuenta, con un poco de dificultad, mientras decía eso y la veía desaparecer escaleras arriba. Ahora sólo faltaba que la gata me echara la culpa de aquello... Suspiré y tomé el bendito celular que había olvidado y que se encontraba muy dignamente en la superficie lisa de la pequeña mesa que había en la entrada. Hice una mueca de horror al ver tanta llamda perdida y mensajes sin revisar y comencé a checar rápidamente los números. Trabajo, trabajo, trabajo, unos cuantos reclamos muy poco amigables por parte del gerente en mensajes de texto, otros tantos que exudaban preocupación y drama por todos lados por parte de uno de mis compañeros laborales y... 5 llamadas perdidas por parte de mi madre. Buena suerte la mía- ¡Mi amor! Mi madre llamó... -elevé la voz para que me pudiera escuchar y apagué el celular antes de volverlo a dejar en la mesa junto con mis llaves.
No sabía porqué diantres me preocupaba en avisarle a Ishida cuando mi madre o padre me llamaban, si era obvio que le tenía sin cuidado alguno; costumbre tal vez, o quizá una muy ingenua esperanza de que algún día mostrara interés. ¡Ja!
Respiré con tranquilidad, contenta de estar de regreso a nuestro hogar, antes de apurarme escaleras arriba. Me moría por bañarme y lavarme las partes que tenía con tierra a causa del doloroso encuentro con el suelo.
Una vez en el cuarto, comencé a hacer todo un desorden en el ropero y cajoneras, buscando la ropa que iba a usar para dormir y, una vez que encontré una camiseta deslavada por el uso, unos shorts cómodos de color rosa pálido, ropa interior limpia, y me peleé con los zapatos para podermelos quitar, dejé mi piyama en el baño, junto con una bolsa de plástico que utilizaría para protegerme el yeso, y me quedé de pie, totalmente inmóvil, en medio de la estancia y sin la más remota idea de cómo me iba a desvestir. Con un poco de trabajo logré sacarme la blusa, pero tras forcejear una y otra vez con el brassier negro, definitivamente tuve que admitir la victoria de este y mi derrota, por lo que no me quedó de otra más que tragar saliva y hacer lo único que podía hacer: pedir ayuda.
No habían pasado ni dos horas desde que me habían puesto el yeso, pero ya estaba comenzándome a hartar del mismo. Si así iba a estar en lo que restaban de las seis semanas que debía usarlo, bien podían prepararme el barranco. Aunque ya iba a encontrar algún médoto para deshacerme de él, de eso estaba segura. Pero mientras tanto...
Tomé la blusa para protegerme aunque fuera la parte frontal de mi torso semidesnudo y me encaminé escaleras abajo de nueva cuenta, en búsqueda del único que podría ayudarme.
-¿Ishida? -recorrí descalza el largo pasillo y, tras asomarme en el estudio y la sala, entré en la cocina donde hallé su paradero. Tragué saliva y traté de aguantarle la mirada, pero al segundo siguiente tuve que desviar el rostro, roja por la vergüenza- Etto... Necesito pedirte un favor -¿Qué tan normal sería pedirle que me ayudara a desvestirme y bañarme? Porque ya me había hecho a la idea de que tampoco podría sola con esa tarea... Abracé mejor la arrugada blusa contra mi pecho - ¿Podrías...? -tragué saliva y di un ligero brinco para sacarme parte de la tensión, pero sin resultados. ¿Se estaría burlando de mí? Definitivamente no deseaba averiguarlo. Me armé de valor- ¿Podrías ayudarme a desvestirme y, ya que estás de pasada, a bañarme? Por favor... -hablé tan rápido, que incluso ni yo estaba segura de haberme entendido. Al fin volteé a verle con súplica y pena- Si es mucha molestia, no hay problema... supongo que podré arreglármelas sola...
Off: Como se me olvidó preguntarte si tenían carro (? pues me tomé el atrevimiento de añadirlo, pero puedo quitarlo de ser el caso contrario. Algo más iba a comentar, pero ya no recuerdo qué >3< Y bueno, ténganle paciencia a la pobre de Julieta, no es partidiaria de fastidiar a su marido cuando puede evitarlo (? >3
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
Debió suponer que su querida esposa entraría en modo “puedo sola no necesito ayuda”, ¿olvidaba que desde hacía un año contaban como uno solo? Intentando no indignarse innecesariamente cerró la puerta del auto rojo y tras sacar el maletín y unas cuantas carpetas con documentos, se apresuró para alcanzar a Julieta que ya estaba siendo recibida como de costumbre por Mantequilla. Oh pero, nada era como de costumbre, había un pequeño yeso de colado entre lo habitual y normal. Con una sonrisa resignada dejó escapar un suspiro al presenciar la dramática escena entre la castaña y la criatura peluda, ni hablar ambas tendrían que hacerse a la idea.
Lo bueno era, que ya estaban en la comodidad de su casa. Hogar dulce hogar. Colocó lo que cargaba sobre la mesa del comedor y al darse cuenta de que su mujer ya se había esfumado, optó por dar una vuelta por la cocina, desde hace horas, moría de sed. ¿Tendría ella hambre? Solía perderlo con facilidad y después de tanto jaleo, dudaba que se sintiera dispuesta a probar bocado. Pero de todas formas, nada perdía con intentar así que fue hasta el refrigerador y después de sacar una jarra con agua fría, la cual dejó sobre el pretil, sacó un apetitoso pastel de philadelphia. Para su gusto, el tamaño del pastelito no alcanzaba ni para una primer sentada, pero si lo dejaba para una única persona de menor gula que la suya, seguro rendía suficiente. Fue por un vaso, se sirvió agua y mientras la bebía, se dedicó a cortar un trozo del pan con toda la intención de dárselo a Julieta para que se alegrara un poco la noche y bueno, también a si mismo pues disfrutaba considerablemente el darle pequeños bocados directo en su boquita de tentación. Si, definitivamente eso haría como primer paso para ir armando ambiente e intentar retomar la inconclusa anécdota de tan ajetreada noche.
Solo que… de nuevo le atacaba la idea de que quizá estaba actuando de manera poco sensible, existía la gran posibilidad de que ya con yeso… Julieta se sintiera indispuesta. Meditando al respecto, terminó con el agua que se había servido. Tal vez sería mejor esperar por alguna señal de su parte que dejara claro que a ella también le interesaba darle continuidad…
En eso estaba cuando escuchó los pasos de la única otra habitante de la casa, porque obviamente la mascota no contaba, y se giró tomando el plato con pastel listo para salir a su encuentro. Pero oh sorpresa, la escena de Julieta a medio vestir y actitud nerviosa resultó ser algo que literalmente no vio venir. Si no fuera porque sostenía el tenedor entre los dientes, seguramente se le habría podido observar babeando por su mujer y es que lucía taan encantadora, que incluso después de unos segundos, el ruidoso cubierto fue a dar sin remedio al suelo. Ese hecho consiguió sacar de trance al peliblanco, quien ni siquiera se detuvo a levantar lo que inconscientemente había dejado caer, pues en lugar de eso se encaminó hacia ella, dejando únicamente la distancia de un paso entre ambos. – Sabes perfectamente, que ayudarte no es ninguna molestia. ¿Qué clase de marido sería si no te atendiera en esos detalles? – terminó frunciendo el ceño pero sin estar realmente molesto. Aunque si, el que la castaña considerara dicho favor como una posible molestia, taladraba un poco los sentimientos del médico de la casa.
Sin pensarlo mas ni dar tiempo a cambios de opinión, le tendió el plato para que lo tomara con su manita sana, aún si eso implicaba casi hacerle soltar su intento de escudo textil anti mirones acosadores y, acto seguido le hizo dar media vuelta, colocando ambas manos sobre sus hombros, y le fue empujando cuidadosamente rumbo a las escaleras. – Mañana a primera hora, le regresaré la llamada a tu señora madre, porque imagino que no está en tus planes el hacerlo y avisarle sobre lo que pasó. – Por mucho que le pesara tener que escuchar el eterno interrogatorio reglamentario por parte de la suegra, tendría que resignarse a hacerse cargo de la misión kamikaze. Esas coincidencias telefónicas no las realizaba por gusto, era mas como su sentido de responsabilidad al ser quien tuviera la dicha de compartir la mayor parte del tiempo de Julieta. ¿Realmente era la mayor parte? Bueno, comparándose con otras personas cercanas a ella, lo era, o de eso quería convencerse. Era inevitable dar por enésima vez con la idea de que él pasaba demasiado tiempo en la escuela y el trabajo, que quizá cualquiera de los compañeros de carrera de su esposa pasaba mas tiempo con ella…
Suspiró lo mas disimuladamente posible cuando ya iban a media escalera. Sería mejor olvidarse al menos un rato de esos deprimentes detalles que no le traían nada bueno… - ¿Lo darás a firmar? – cuestionó refiriéndose al yeso y procurando no sonar serio por las divagaciones que le rondaban segundos atrás – Y por cierto, te aviso que a partir de mañana, te llevaré y recogeré de la universidad sea la hora que sea. Lo ideal sería, que dejes de ir a tus sesiones de estudio hasta que te encuentres mejor... – le informó justo cuando llegaron al distribuidor de la planta alta. En ese momento, con la mente un tanto perdida, se tomó la libertad de soltarle por segunda vez en el día el broche plantado sobre su espalda y una vez relativamente despejada la zona, descendió la palma de la mano con toda la delicadeza posible hasta donde la ropa le permitió. Amaba la suavidad de su piel, deleitarse con ella era ya toda una recompensa que independientemente de la situación, no despreciaría. Clara muestra fue el beso depositado sobre su nuca después de removerle el cabello hacia adelante, seguido de otros tantos que fueron siguiendo la ruta trazada por su columna. Esa mujer le pertenecía y dejaría en ella cuanta marca de propiedad fuera necesario.
Lo bueno era, que ya estaban en la comodidad de su casa. Hogar dulce hogar. Colocó lo que cargaba sobre la mesa del comedor y al darse cuenta de que su mujer ya se había esfumado, optó por dar una vuelta por la cocina, desde hace horas, moría de sed. ¿Tendría ella hambre? Solía perderlo con facilidad y después de tanto jaleo, dudaba que se sintiera dispuesta a probar bocado. Pero de todas formas, nada perdía con intentar así que fue hasta el refrigerador y después de sacar una jarra con agua fría, la cual dejó sobre el pretil, sacó un apetitoso pastel de philadelphia. Para su gusto, el tamaño del pastelito no alcanzaba ni para una primer sentada, pero si lo dejaba para una única persona de menor gula que la suya, seguro rendía suficiente. Fue por un vaso, se sirvió agua y mientras la bebía, se dedicó a cortar un trozo del pan con toda la intención de dárselo a Julieta para que se alegrara un poco la noche y bueno, también a si mismo pues disfrutaba considerablemente el darle pequeños bocados directo en su boquita de tentación. Si, definitivamente eso haría como primer paso para ir armando ambiente e intentar retomar la inconclusa anécdota de tan ajetreada noche.
Solo que… de nuevo le atacaba la idea de que quizá estaba actuando de manera poco sensible, existía la gran posibilidad de que ya con yeso… Julieta se sintiera indispuesta. Meditando al respecto, terminó con el agua que se había servido. Tal vez sería mejor esperar por alguna señal de su parte que dejara claro que a ella también le interesaba darle continuidad…
En eso estaba cuando escuchó los pasos de la única otra habitante de la casa, porque obviamente la mascota no contaba, y se giró tomando el plato con pastel listo para salir a su encuentro. Pero oh sorpresa, la escena de Julieta a medio vestir y actitud nerviosa resultó ser algo que literalmente no vio venir. Si no fuera porque sostenía el tenedor entre los dientes, seguramente se le habría podido observar babeando por su mujer y es que lucía taan encantadora, que incluso después de unos segundos, el ruidoso cubierto fue a dar sin remedio al suelo. Ese hecho consiguió sacar de trance al peliblanco, quien ni siquiera se detuvo a levantar lo que inconscientemente había dejado caer, pues en lugar de eso se encaminó hacia ella, dejando únicamente la distancia de un paso entre ambos. – Sabes perfectamente, que ayudarte no es ninguna molestia. ¿Qué clase de marido sería si no te atendiera en esos detalles? – terminó frunciendo el ceño pero sin estar realmente molesto. Aunque si, el que la castaña considerara dicho favor como una posible molestia, taladraba un poco los sentimientos del médico de la casa.
Sin pensarlo mas ni dar tiempo a cambios de opinión, le tendió el plato para que lo tomara con su manita sana, aún si eso implicaba casi hacerle soltar su intento de escudo textil anti mirones acosadores y, acto seguido le hizo dar media vuelta, colocando ambas manos sobre sus hombros, y le fue empujando cuidadosamente rumbo a las escaleras. – Mañana a primera hora, le regresaré la llamada a tu señora madre, porque imagino que no está en tus planes el hacerlo y avisarle sobre lo que pasó. – Por mucho que le pesara tener que escuchar el eterno interrogatorio reglamentario por parte de la suegra, tendría que resignarse a hacerse cargo de la misión kamikaze. Esas coincidencias telefónicas no las realizaba por gusto, era mas como su sentido de responsabilidad al ser quien tuviera la dicha de compartir la mayor parte del tiempo de Julieta. ¿Realmente era la mayor parte? Bueno, comparándose con otras personas cercanas a ella, lo era, o de eso quería convencerse. Era inevitable dar por enésima vez con la idea de que él pasaba demasiado tiempo en la escuela y el trabajo, que quizá cualquiera de los compañeros de carrera de su esposa pasaba mas tiempo con ella…
Suspiró lo mas disimuladamente posible cuando ya iban a media escalera. Sería mejor olvidarse al menos un rato de esos deprimentes detalles que no le traían nada bueno… - ¿Lo darás a firmar? – cuestionó refiriéndose al yeso y procurando no sonar serio por las divagaciones que le rondaban segundos atrás – Y por cierto, te aviso que a partir de mañana, te llevaré y recogeré de la universidad sea la hora que sea. Lo ideal sería, que dejes de ir a tus sesiones de estudio hasta que te encuentres mejor... – le informó justo cuando llegaron al distribuidor de la planta alta. En ese momento, con la mente un tanto perdida, se tomó la libertad de soltarle por segunda vez en el día el broche plantado sobre su espalda y una vez relativamente despejada la zona, descendió la palma de la mano con toda la delicadeza posible hasta donde la ropa le permitió. Amaba la suavidad de su piel, deleitarse con ella era ya toda una recompensa que independientemente de la situación, no despreciaría. Clara muestra fue el beso depositado sobre su nuca después de removerle el cabello hacia adelante, seguido de otros tantos que fueron siguiendo la ruta trazada por su columna. Esa mujer le pertenecía y dejaría en ella cuanta marca de propiedad fuera necesario.
Xerxes Break- Mad Hatter
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
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Encontrarlo de esa manera me sorprendió bastante, y verlo dejar tirar el tenedor que sujetaba con su deliciosa boca aún más, causando que el leve estruendo que provocó el objeto metálico al dar contra las baldosas del suelo tensara ligeramente mi cuerpo, pero no tuve mucho tiempo para pensar en esto cuando ya lo tenía frente a mí. Le observé y fue inevitable que mis mejillas se acaloraran aún más de lo que por sí ya estaban. ¿Cómo le hacía para siempre conseguir esa clase de reacciones en mí?
Sujeté el plato que me tendía lo mejor posible, sin dejar que este ni mi blusa cayeran al suelo y fui haciendo equilibrio lo mejor posible con ambos en nuestra trayectoria de regreso al piso de arriba al tiempo que le escuchaba distraídamente, aunque no pude evitar tratar de mirarlo por encima del hombro cuando sacó a relucir el tema de mi madre. ¿En verdad le hablaría? Si era así, yo definitivamente no me lo iba a perder por nada del mundo... Aunque de cierta manera deseaba evitarle ese lío, sabía lo realmente pesada que mi madre se podía poner, y la mujer no había hecho absolutamente nada por ocultar el desagrado que sentía hacia mi esposo. Aunque más que desagrado, yo lo tacharía de recelo y precaución.
Pero justo fue allí cuando noté que algo le pasaba a Ishida. No sabría explicarlo, tal vez sólo me estaba equivocando, pero lo sentía... ¿Distante? Como si su mente estuviera muy lejos de donde ambos nos encontrábamos, a pesar de sentir su tibio tacto sobre mis hombros desnudos.
-Sabes que eso no es necesario, puedo apañármelas sola... -dejé que mi voz se apagara lentamente mientras lo hacía. No es que no deseara su ayuda, pero tampoco deseaba causarle más molestias de las necesarias; sabía que el pobre si contra apenas tenía tiempo para respirar y todavía quitarle de su preciado tiempo para hacerle de mi chofer... No, definitivamente esa idea me agradaba muy poco, como también la de tener que dejar mis supuestas reuniones de trabajo. En el trabajo me colgarían, pero por tener a mi marido feliz, me encargaría de pedir varios días libres por convalecencia y ya después vería cómo hacerle para quitarme el estorboso yeso y seguir con mi rutina nocturna de siempre.- Y respecto al yeso... -me lo miré y me encogí de hombros levemente, sintiendo aún más su ligero amarre en ellos con aquella acción- Si me preguntas qué quiero hacer con él en estos momentos, es hacerlo desaparecer... -musité con amargura, aunque inmediatamente después me obligué a hacer desaparecer aquella nota en mi voz.
Pero no tuve mucho tiempo para hacer algún movimiento una vez que llegamos al segundo piso cuando sentí aflojarse la presión que el sujetador ejercía sobre mi busto e instantes después las suaves caricias de la mano de Ishida deslizarse por mi columna hasta la zona baja de la misma, acompañadas sólo con unos segundos de diferencia por la suavidad de sus labios al trazar el mismo recorrido. Mi cuerpo se estremeció por completo y a punto estuve de dejar caer el plato que tan precariamente había tratado de sujetar en todo el camino. Ahogué un gemido.
Me aparté de él con suavidad con el único propósito de encaminarme hacia nuestra habitación y poder dejar allí mi cargamento sobre la superficie de la cómoda, dejando que la blusa al fin cayera al suelo por efecto de la gravedad. Pero al menos el pastel que el peliblanco me había dado se mantenía completamente intacto y a salvo de posibles futuros temblores.
Respiré con fuerza una vez que mi mano quedó libre y con lentitud me retire el brassier de mi cuerpo, teniendo el mismo destino que el de mi blusa, y ya con el torso completamente desnudo, de a poco me giré hacia donde mi acompañante se encontraba para que pudiera apreciar la vista. Aunque tampoco era como si hubiera mucho que apreciar...
A pesar de mis mejillas rojas, alcé ligeramente la barbilla para mantener mi frente en alto y con ella mi determinación y me encaminé hacia él nuevamente, posando mi mano sana sobre su mejilla y buscando encontrarme con su mirada.
-¿Qué tienes? -pregunté en un suave susurro. Si creía que no me había percatado de su cambio repentino de humor, aunque este no fuera muy notorio y él tratara de aparentar, estaba muy equivocado. Me puse ligeramente de puntillas para poder alcanzar sus labios con los míos y de esta manera reclamarlos como míos al tiempo que dejaba deslizar los dedos de mi mano por su mentón y cuello hasta llegar a su hombro y buscar mejor sostén allí. Deseaba sentirlo, que estuviera conmigo para siempre, que me mostrara aquella sonrisa que me arrebataba el aliento a la menor oportunidad; pero lo que más deseaba era asegurarme de que era feliz a mi lado... - ¿Sabías que te amo? -musité a milímetros de sus cálidos labios y con la voz ligeramente entrecortada, cuando al fin me separé de él para que ambos pudieramos tomar un poco de aire- No me importa lo egoísta que me pueda comportar, te quiero conmigo para siempre... -comencé a deslizar mis labios sobre la comisura de sus labios y mentón, trazando un ligero camino que me condujo directamente hacia su cuello, donde me entretuve dándole suaves caricias con mis labios en una área cercana a su oreja a la vez que mi mano le acariciaba por encima de la tela de su camisa hacia abajo, para poder colocarla entre ambos y así bajar lentamente la bragueta de su pantalón.
Invitado- Invitado
Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
Era totalmente consciente de que la distancia marcada por su mujer no era mal intencionada pero, aún así le dolió el verla avanzar sin él. Como si fuera una cruda muestra del espacio que inevitablemente se generaba entre ambos. Tras un par de segundos sintiéndose en total soledad recordó que no podía quedarse por siempre junto a la escalera… y así siguió los pasos de ella. ¿Pero para qué quejarse o lamentarse? Era culpa suya el permitir que esa brecha se extendiera día a día, sacar una especialidad había sido decisión propia y el trabajo obviamente no se podía abandonar. Volvió a suspirar sin alzar la vista, prestando poca atención a los movimientos de la castaña, quien seguramente buscaba sus cosas para la ducha. No fue hasta que notó que ese lindo caminar que tanto le fascinaba se dirigía de vuelta hacia él, que levantó el rostro quedando literalmente con la boca abierta por la preciosa escena que se le presentaba. Era imposible que sus mejillas no se tiñeran de rojo y sintiéndose extremadamente descarado en sus observaciones, se obligó a desviar la mirada por lo menos un segundo. Fue la caricia a su mejilla la que le hizo reaccionar y clavar los ojos rojos en los castaños de su mujer. Estaba perdido.
Nunca le mentiría, por difícil que fuera se había propuesto soltarle siempre la verdad. Aunque eso no descartaba la posibilidad de dar una evasiva, solo que en esas circunstancias le era imposible atrapar alguna idea en el aire. Mucho menos cuando ya tenía a Julieta claramente dispuesta y sobre sus labios, a los cuales respondió lentamente en un principio, después, con más urgencia de la que él mismo creía cargar. Con cuidado le sujetó de ambos brazos, casi sobre los hombros, consiguiendo así un punto de apoyo para aferrarse con más fuerza a los labios contrarios, agregando aún mas profundidad a sus besos. – ¡Por supuesto que lo sé! – se apresuró a responder en cuanto recuperó un poco de aire - lo sé… me lo demuestras… cada día… - debió hacer un esfuerzo extra para que su voz no se fuera apagando con cada palabra pronunciada y con un poco de suerte lograr que el tema pasara al olvido. Pero no podía, llegados a ese punto no podía guardarse las ideas… Seguro le darían una buena reprimenda por andar pensando tonterías. – Me pesa el… pasar la mayor parte del día sin ti. Mientras que otros… te tienen horas y horas… - era astuta, y la desconfianza que el famoso Alan generaba en el peliblanco no era para nada desconocida, ella podía entender perfectamente el rumbo específico de esas palabras.
Se odió a si mismo por mellar tan perfecto ambiente, aunque la sensación no le duró mucho, el provocativo tacto de su amada logró llevar muy lejos tan inestables pensamientos. Adoraba que le recorriera de aquella manera, deslizando exquisitas caricias por aquí y por allá, necesitaba sentirse deseado. – Aquí entre nos… me encanta ese lado egoísta y posesivo… - su voz delataba el estremecer que le recorría desde que recibió los cálidos roces tan cerca de la oreja, por mas que lo negara, era un punto extremadamente sensible en su persona. Y si a eso le agregaba la obvia colisión contra las curvas de Julieta… se tenía como resultado, un hombre perfectamente listo y dispuesto, en todas las formas posibles, para saciar cualquier calurosa petición que la mujer por quien latía su corazón le pidiese y en caso de que se le permitiera, servirse a su antojo del cuerpo ajeno procurando calmar al menos un poco sus ansias de devorarla. El único inconveniente, era el exceso de prendas que ambos cargaban. Afortunadamente, tenía solución.
Las intenciones sobre su ropa fueron mas que claras. Casi al instante y con cierta prisa, se sacó el cinto y desabrochó el único botón de su pantalón haciendo uso de una sola mano, la otra la mantenía ocupada sosteniendo por el mentón las bonitas facciones de su esposa. No fuera a ser que la posibilidad de escapar a los acelerados besos que le daba pasara por la mente traviesa de la castaña. Darse cuenta de la imagen de hambriento que estaba dando le hizo soltar una breve risa, un poco avergonzado tal vez, pero ¿para qué fingir que no deseaba hacerla suya tan pronto como fuera posible? Si por él fuera la habría abordado desde que cerraron la puerta de la casa, dándole un interesante uso a los sillones. Su propio egoísmo a veces le sorprendía, debería estar mas preocupado por la comodidad de Julieta y las atenciones que su brazo lastimado requería.
Sin ganas de esperar mas, dio un leve tirón al borde del pantalón de su mujer como señal de que representaba un gran impedimento para dar rienda suelta a sus impulsos. Pero si la memoria no le fallaba, le habían solicitado ayuda para cumplir una misión en específico, con sonrisa pícara se separo un poco, dando nuevamente un recorrido atento con la vista a la estupenda imagen que se le obsequiaba, justo después se le abrazaba con fuerza a la cadera, la suficiente para alzarla del suelo y llevarla así, perfectamente ajustada con sus brazos, hasta el interior de la ducha.
Nunca le mentiría, por difícil que fuera se había propuesto soltarle siempre la verdad. Aunque eso no descartaba la posibilidad de dar una evasiva, solo que en esas circunstancias le era imposible atrapar alguna idea en el aire. Mucho menos cuando ya tenía a Julieta claramente dispuesta y sobre sus labios, a los cuales respondió lentamente en un principio, después, con más urgencia de la que él mismo creía cargar. Con cuidado le sujetó de ambos brazos, casi sobre los hombros, consiguiendo así un punto de apoyo para aferrarse con más fuerza a los labios contrarios, agregando aún mas profundidad a sus besos. – ¡Por supuesto que lo sé! – se apresuró a responder en cuanto recuperó un poco de aire - lo sé… me lo demuestras… cada día… - debió hacer un esfuerzo extra para que su voz no se fuera apagando con cada palabra pronunciada y con un poco de suerte lograr que el tema pasara al olvido. Pero no podía, llegados a ese punto no podía guardarse las ideas… Seguro le darían una buena reprimenda por andar pensando tonterías. – Me pesa el… pasar la mayor parte del día sin ti. Mientras que otros… te tienen horas y horas… - era astuta, y la desconfianza que el famoso Alan generaba en el peliblanco no era para nada desconocida, ella podía entender perfectamente el rumbo específico de esas palabras.
Se odió a si mismo por mellar tan perfecto ambiente, aunque la sensación no le duró mucho, el provocativo tacto de su amada logró llevar muy lejos tan inestables pensamientos. Adoraba que le recorriera de aquella manera, deslizando exquisitas caricias por aquí y por allá, necesitaba sentirse deseado. – Aquí entre nos… me encanta ese lado egoísta y posesivo… - su voz delataba el estremecer que le recorría desde que recibió los cálidos roces tan cerca de la oreja, por mas que lo negara, era un punto extremadamente sensible en su persona. Y si a eso le agregaba la obvia colisión contra las curvas de Julieta… se tenía como resultado, un hombre perfectamente listo y dispuesto, en todas las formas posibles, para saciar cualquier calurosa petición que la mujer por quien latía su corazón le pidiese y en caso de que se le permitiera, servirse a su antojo del cuerpo ajeno procurando calmar al menos un poco sus ansias de devorarla. El único inconveniente, era el exceso de prendas que ambos cargaban. Afortunadamente, tenía solución.
Las intenciones sobre su ropa fueron mas que claras. Casi al instante y con cierta prisa, se sacó el cinto y desabrochó el único botón de su pantalón haciendo uso de una sola mano, la otra la mantenía ocupada sosteniendo por el mentón las bonitas facciones de su esposa. No fuera a ser que la posibilidad de escapar a los acelerados besos que le daba pasara por la mente traviesa de la castaña. Darse cuenta de la imagen de hambriento que estaba dando le hizo soltar una breve risa, un poco avergonzado tal vez, pero ¿para qué fingir que no deseaba hacerla suya tan pronto como fuera posible? Si por él fuera la habría abordado desde que cerraron la puerta de la casa, dándole un interesante uso a los sillones. Su propio egoísmo a veces le sorprendía, debería estar mas preocupado por la comodidad de Julieta y las atenciones que su brazo lastimado requería.
Sin ganas de esperar mas, dio un leve tirón al borde del pantalón de su mujer como señal de que representaba un gran impedimento para dar rienda suelta a sus impulsos. Pero si la memoria no le fallaba, le habían solicitado ayuda para cumplir una misión en específico, con sonrisa pícara se separo un poco, dando nuevamente un recorrido atento con la vista a la estupenda imagen que se le obsequiaba, justo después se le abrazaba con fuerza a la cadera, la suficiente para alzarla del suelo y llevarla así, perfectamente ajustada con sus brazos, hasta el interior de la ducha.
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
¿Cómo le podía hacer ver que mi cuerpo siempre necesitaba de su calidez? ¿Que necesitaba de su compañía y cercanía para poder decir que estaba viva con todas sus letras?
Amaba a ese hombre. Desde el mismo instante en que nuestras miradas se cruzaron en aquel set donde se llevaba acabo el rodaje de nuestra primera escena, supe que había algo en él que lo hacía especial. Ni qué decir cuando tuve que besarle y embriagarme, aunque fuera por unos milisegundos, de la tibieza de sus labios. Fue la peor tortura de todas, el probar la sensación más maravillosa de todas y el tener que renunciar a ella instantes después.
A veces pensaba que todo aquello era un sueño y terminaría por despertar y verlo todo perdido. Hoy en día incluso llegaba a pensar que no era posible el que pudiera compartir el resto de mi existencia con aquel hombre tan maravilloso. Sí, definitivamente lo amaba.
Mi cuerpo se tensó ligeramente al escuchar sus preocupaciones y me aparté de su cuello, para buscarle la mirada una vez más y confirmar en esta si sus temores eran ciertos o no. Sabía a qué se refería exactamente. Si tan sólo supiera que sus temores eran mal infundados... pero era imposible decirle en qué ocupaba mi tiempo por las noches. Que a estas alturas aún sintiera celos por Alan me parecía gracioso, sobre todo conociendo la verdadera condición del castaño. Pero de cierta manera tenía sus razones de estar preoupado, él pensaba que realmente me la pasaba gran parte de la noche estudiando con Alan y compañía de otros chicos de la universidad.
Le miré con suma ternura, tratando de disipar cualquier duda que pudiera tener el peliblanco al respecto con este gesto.
-Te aseguro que no tienes nada de qué preocuparte, paso mucho menos tiempo con ellos de lo que realmente te puedas imaginar... -era todo lo que podía decirle al respecto, para mi desgracia. Sólo esperaba que pudiera confiar en mis palabras y que estas le ayudaran en algo- De todas formas, no importa con quién pase mayor tiempo... el único momento del día que realmente me importa y anhelo es aquel en el que estás a mi lado. No sabes cuánto grita mi ser por estar contigo cuando tenemos que estar separados... y el júbilo que proclama cuando al fin puedo tenerte para mí, como ahora... -musité suavemente, ya sobre sus labios, justo para besarle con suma suavidad después.
Fui consciente de los movimientos que realizó para deshacerse del cinturón y terminar de desabrocharse el pantalón, pero por el momento me entretuve más besándole con necesidad al tiempo que me aferraba a su cintura para acercar su cuerpo más al mío. Necesitaba de su calor y de su protección. Necesitaba todo de él... ¿No se percataba de ello? Su suave risa, aunque no sabía el motivo de la misma, lograba erizar cada fibra de mi piel con deleite. Sólo tomé unos segundos para dedicarle una mirada confundida por lo repentino de la acción, pero inmediatamente después volví a reclamar sus labios, sin perder más tiempo.
Me disponía a complacerlo, aunque fuera con una sola mano, e hice amago de desabrocharme mi propio pantalón, cuando sus brazos me rodearon y me alzó en vilo, provocando un leve ahogo de sorpresa en mí, pero sólo fue por unos momentos. Le miré con una sonrisa traviesa y me aproveché para inclinarme y buscar el lóbulo de su oreja para juguetear suavemente con este con la punta de mi lengua mientras él nos llevaba al interior del baño. Cuando mis pies tuvieron el soporte del suelo nuevamente, volví a buscar sus labios con desesperación mientras con mi única mano disponible al fin desabotonaba mi pantalón de mezclilla negra y me bajaba el zipper del mismo, para darle toda disponibilidad de hacer lo que quisiera con este a partir de ahora. Después busqué una de sus manos y la conduje hacia la zona de mi busto, para colocársela sobre uno de mis senos desnudos al tiempo que me separaba para recobrar el aliento y le miraba con intensidad, dejándole en claro que lo necesitaba y que le pertenecía por completo.
-Te quiero... aquí, ahora, y siempre... Dejaré que hagas conmigo lo que quieras... -una pícara sonrisa apareció en mi rostro, antes de tener que ocultarlo en el hueco de su cuello cuando sentí mi rostro enrojecer por completo. ¿Realmente me había atrevido a decir eso tan directamente?
Tomé aire varias veces, tratando de que la vergüenza pasara, pero tenía que reconocer que era caso perdido... Lo dicho, dicho estaba... y el color de mis mejillas no iba a desaparecer en un buen rato. Pero tenía claro que mientras este no disminuyera aunque fuera un poco, yo no iba a dejarle ver mi rostro. Eso jamás.
Mientras tanto, deslicé mi mano por la linea de los botones de su camisa y traté de quitarlos uno por uno con dedos torpes, aprovechándome para darle un cálido beso en su tersa piel.
Me moría por sentirlo de todas las formas posibles, una parte de mi mente aún era consciente que no podía ducharme sin antes proteger el yeso con el plástico que previamente había preparado... pero si tenía que ser sincera, no iba a ser yo quien se separara para realizar los debidos protocolos. Sencillamente no me quería separar de él bajo ninguna circunstancia, punto.
Amaba a ese hombre. Desde el mismo instante en que nuestras miradas se cruzaron en aquel set donde se llevaba acabo el rodaje de nuestra primera escena, supe que había algo en él que lo hacía especial. Ni qué decir cuando tuve que besarle y embriagarme, aunque fuera por unos milisegundos, de la tibieza de sus labios. Fue la peor tortura de todas, el probar la sensación más maravillosa de todas y el tener que renunciar a ella instantes después.
A veces pensaba que todo aquello era un sueño y terminaría por despertar y verlo todo perdido. Hoy en día incluso llegaba a pensar que no era posible el que pudiera compartir el resto de mi existencia con aquel hombre tan maravilloso. Sí, definitivamente lo amaba.
Mi cuerpo se tensó ligeramente al escuchar sus preocupaciones y me aparté de su cuello, para buscarle la mirada una vez más y confirmar en esta si sus temores eran ciertos o no. Sabía a qué se refería exactamente. Si tan sólo supiera que sus temores eran mal infundados... pero era imposible decirle en qué ocupaba mi tiempo por las noches. Que a estas alturas aún sintiera celos por Alan me parecía gracioso, sobre todo conociendo la verdadera condición del castaño. Pero de cierta manera tenía sus razones de estar preoupado, él pensaba que realmente me la pasaba gran parte de la noche estudiando con Alan y compañía de otros chicos de la universidad.
Le miré con suma ternura, tratando de disipar cualquier duda que pudiera tener el peliblanco al respecto con este gesto.
-Te aseguro que no tienes nada de qué preocuparte, paso mucho menos tiempo con ellos de lo que realmente te puedas imaginar... -era todo lo que podía decirle al respecto, para mi desgracia. Sólo esperaba que pudiera confiar en mis palabras y que estas le ayudaran en algo- De todas formas, no importa con quién pase mayor tiempo... el único momento del día que realmente me importa y anhelo es aquel en el que estás a mi lado. No sabes cuánto grita mi ser por estar contigo cuando tenemos que estar separados... y el júbilo que proclama cuando al fin puedo tenerte para mí, como ahora... -musité suavemente, ya sobre sus labios, justo para besarle con suma suavidad después.
Fui consciente de los movimientos que realizó para deshacerse del cinturón y terminar de desabrocharse el pantalón, pero por el momento me entretuve más besándole con necesidad al tiempo que me aferraba a su cintura para acercar su cuerpo más al mío. Necesitaba de su calor y de su protección. Necesitaba todo de él... ¿No se percataba de ello? Su suave risa, aunque no sabía el motivo de la misma, lograba erizar cada fibra de mi piel con deleite. Sólo tomé unos segundos para dedicarle una mirada confundida por lo repentino de la acción, pero inmediatamente después volví a reclamar sus labios, sin perder más tiempo.
Me disponía a complacerlo, aunque fuera con una sola mano, e hice amago de desabrocharme mi propio pantalón, cuando sus brazos me rodearon y me alzó en vilo, provocando un leve ahogo de sorpresa en mí, pero sólo fue por unos momentos. Le miré con una sonrisa traviesa y me aproveché para inclinarme y buscar el lóbulo de su oreja para juguetear suavemente con este con la punta de mi lengua mientras él nos llevaba al interior del baño. Cuando mis pies tuvieron el soporte del suelo nuevamente, volví a buscar sus labios con desesperación mientras con mi única mano disponible al fin desabotonaba mi pantalón de mezclilla negra y me bajaba el zipper del mismo, para darle toda disponibilidad de hacer lo que quisiera con este a partir de ahora. Después busqué una de sus manos y la conduje hacia la zona de mi busto, para colocársela sobre uno de mis senos desnudos al tiempo que me separaba para recobrar el aliento y le miraba con intensidad, dejándole en claro que lo necesitaba y que le pertenecía por completo.
-Te quiero... aquí, ahora, y siempre... Dejaré que hagas conmigo lo que quieras... -una pícara sonrisa apareció en mi rostro, antes de tener que ocultarlo en el hueco de su cuello cuando sentí mi rostro enrojecer por completo. ¿Realmente me había atrevido a decir eso tan directamente?
Tomé aire varias veces, tratando de que la vergüenza pasara, pero tenía que reconocer que era caso perdido... Lo dicho, dicho estaba... y el color de mis mejillas no iba a desaparecer en un buen rato. Pero tenía claro que mientras este no disminuyera aunque fuera un poco, yo no iba a dejarle ver mi rostro. Eso jamás.
Mientras tanto, deslicé mi mano por la linea de los botones de su camisa y traté de quitarlos uno por uno con dedos torpes, aprovechándome para darle un cálido beso en su tersa piel.
Me moría por sentirlo de todas las formas posibles, una parte de mi mente aún era consciente que no podía ducharme sin antes proteger el yeso con el plástico que previamente había preparado... pero si tenía que ser sincera, no iba a ser yo quien se separara para realizar los debidos protocolos. Sencillamente no me quería separar de él bajo ninguna circunstancia, punto.
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
Impecable combinación de palabras. ¿Cómo no iba a sonreír abiertamente ante ellas? Sabía que ese cuerpo siempre estaba a su disposición de una u otra forma, pero aún así, el escucharlo deleitaba su oído e impacientaba su tacto. Bendito tacto… Relamió sus propios labios en lo que decidía el rumbo de sus siguientes acciones, puesto que los deliciosos labios de su mujer ya se le habían escondido. Podía imaginarse el motivo de ese gesto y aunque deseaba echar un vistazo a sus facciones, se contendría respetando esa necesidad de ocultarse. Al menos por unos minutos. Se enfocaría en saborear la suavidad de la piel que directamente se le había ofrecido.
Ansioso, se dio a la tarea de presionar de manera intermitente su busto, sitio que no hacía falta decir que era de sus favoritos. Desde la primera vez que tuvo la fortuna de acariciarle y hacerlo suyo, había descubierto lo perfectamente bien que su mano se moldeaba sobre el mismo, como si hubiese sido pensado justamente para su tacto. El simple hecho de oprimirlo pausadamente pero cada vez con mas insistencia, bastaba para incrementar los insanos deseos que inundaban casi cada rincón de su cuerpo. Necesitó apegar los labios a la piel desnuda del hombro mas cercano para contener aunque fuera un poco, los tenues sonidos que se empeñaban en acompañar su agitada respiración. A cada segundo, el cuerpo le exigía mas profundidad.
Lo que inició como una presión silenciadora contra su piel, se fue tornando mas severa hasta convertirse en una mordida apasionada que sin duda alguna dejaría decorada esa parte del cuerpo de la castaña, y ésta no podría quejarse, después de todo su autorización ya había sido dada previamente. Consciente de lo doloroso que podría ser su acción, soltó repentinamente su hombro, cambiando la perversa agresión por delicados besos que recorrieron desde ese punto, hasta las cercanías de su oreja. Estando ahí, hizo una breve pausa, y si suspendió también las caricias a su pecho, fue por la buena causa de quitarse la camisa que tan amablemente su esposa había desabotonado. Mientras lo hacía aprovechó para hacerla retroceder un par de pasos, arrinconando su delicada figura contra una de las paredes del cuarto de baño. – Tomaré tus palabras y les daré sentido. Te haré todo lo que me apetezca~ susurró con delicia aún sobre su oído, presionando en ese instante, el cuerpo de Julieta con el propio. Amaba sentirla de aquella manera, piel con piel, anulando el espacio entre ambos, combinando exquisitamente el calor… como una alfombra roja para el placer abrazador que se acercaba, tomándose su tiempo para teñirlo todo con su sabor.
En lo que deslizaba los labios por el desprotegido cuello de su mujer, y sin dejar de aprisionar su cuerpo, descendió ágilmente por sus costados, deleitándose en el trayecto hasta su cadera. Con cuidado enganchó los dedos a las presillas de la mezclilla y a un tiempo dio un marcado tirón a los extremos del estorboso pantalón, deslizándolo después todo lo posible desde su posición. Separarse para terminar la tarea no le convencía del todo, prefirió desplazarse al otro lado de su cuello e invadir el territorio con juguetonas mordidas - ¿Serías tan… amable de ayudarme, Julieta? – solicitó en voz baja confiando en que ella cooperaría con la causa y en caso de que se negara, optaría por el plan B, el húmedo plan B.
Ansioso, se dio a la tarea de presionar de manera intermitente su busto, sitio que no hacía falta decir que era de sus favoritos. Desde la primera vez que tuvo la fortuna de acariciarle y hacerlo suyo, había descubierto lo perfectamente bien que su mano se moldeaba sobre el mismo, como si hubiese sido pensado justamente para su tacto. El simple hecho de oprimirlo pausadamente pero cada vez con mas insistencia, bastaba para incrementar los insanos deseos que inundaban casi cada rincón de su cuerpo. Necesitó apegar los labios a la piel desnuda del hombro mas cercano para contener aunque fuera un poco, los tenues sonidos que se empeñaban en acompañar su agitada respiración. A cada segundo, el cuerpo le exigía mas profundidad.
Lo que inició como una presión silenciadora contra su piel, se fue tornando mas severa hasta convertirse en una mordida apasionada que sin duda alguna dejaría decorada esa parte del cuerpo de la castaña, y ésta no podría quejarse, después de todo su autorización ya había sido dada previamente. Consciente de lo doloroso que podría ser su acción, soltó repentinamente su hombro, cambiando la perversa agresión por delicados besos que recorrieron desde ese punto, hasta las cercanías de su oreja. Estando ahí, hizo una breve pausa, y si suspendió también las caricias a su pecho, fue por la buena causa de quitarse la camisa que tan amablemente su esposa había desabotonado. Mientras lo hacía aprovechó para hacerla retroceder un par de pasos, arrinconando su delicada figura contra una de las paredes del cuarto de baño. – Tomaré tus palabras y les daré sentido. Te haré todo lo que me apetezca~ susurró con delicia aún sobre su oído, presionando en ese instante, el cuerpo de Julieta con el propio. Amaba sentirla de aquella manera, piel con piel, anulando el espacio entre ambos, combinando exquisitamente el calor… como una alfombra roja para el placer abrazador que se acercaba, tomándose su tiempo para teñirlo todo con su sabor.
En lo que deslizaba los labios por el desprotegido cuello de su mujer, y sin dejar de aprisionar su cuerpo, descendió ágilmente por sus costados, deleitándose en el trayecto hasta su cadera. Con cuidado enganchó los dedos a las presillas de la mezclilla y a un tiempo dio un marcado tirón a los extremos del estorboso pantalón, deslizándolo después todo lo posible desde su posición. Separarse para terminar la tarea no le convencía del todo, prefirió desplazarse al otro lado de su cuello e invadir el territorio con juguetonas mordidas - ¿Serías tan… amable de ayudarme, Julieta? – solicitó en voz baja confiando en que ella cooperaría con la causa y en caso de que se negara, optaría por el plan B, el húmedo plan B.
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
No podía negar que las caricias de mi esposo sobre mi cuerpo, ya fuera en cualquier parte del mismo, siempre resultaban ser toda una delicia. Sólo él podía conseguir que mi cuerpo se estremeciera de aquella manera y que reaccionara de la manera que siempre lo hacía.
Aunque me mantuve firma en mi decisión de no permitir que viera el sonrojo en mi rostro, era imposible contener toda la mezcla de emociones que me estaba provocando en este momento.
Le había dado total autorización para que hiciera con mi cuerpo lo que él más apeteciera... sin embargo eso no significaba que yo debía estar con las manos atadas, ¿cierto? O en este caso en particular, los labios. Por lo que sin esperar más tiempo comencé a recorrer la base de su cuello con la punta de mi lengua al tiempo que mi respiración se agitaba al sentir los movimientos de su mano sobre mi seno. Quería hacerle sentir de la misma manera que yo, dejarle ver de todas las maneras posibles lo especial que me hacía sentir... y lo especial que él era para mí. Y la verdad era que yo no sería nada si no lo tuviera a mi lado.
Llegué hasta el lóbulo de su oreja y comencé a jugar con él, tirando suavemente de la piel con los dientes y lamiéndola al mismo tiempo. Sabía que le gustaba oír toda la clase de sonidos que sus caricias y besos sucitaban en mí, por lo que no me contuve en jadear sobre su oído cuando sus labios se posaron sobre la piel de mi cuello, aunque cuando esta caricia se fue intensificando, no pude evitar tensar el cuerpo y gemir un poco por el dolor causado con su mordida, aunque inmediatamente me relajé cuando la presión desapareció y fue sustituida por suaves besos nuevamente, por lo que me permití reanudar mis jugueteos con la piel de su oreja.
Al fin me separé de aquella área y me permití verle directamente a los ojos cuando él se quitó la camisa de un rápido movimiento y me arrinconó contra la fría pared del baño. Sentir la presión y calor de su cuerpo sobre el mío provocaba que me sintiera la mujer más plena del mundo. ¿No se había dado cuenta ya que mi cuerpo había sido hecho para que el suyo estuviera encima de él? ¿Que amaba sentirlo encima de mí y ejerciendo tal presión que no había espacio alguno entre nosotros? Era de las sensaciones más gratificantes que pudiera experimentar jamás, superada únicamente con el saber que ese hombre era mío, y que me amaba y deseaba tanto como yo a él.
Permití que se deshiciera de mi pantalón e hice la cabeza a un lado, para dejarle libre acceso a mi cuello. Sus palabras y acciones provocaban aún mayor sonrojo en mí, pero ya no me importaba que lo viera... lo único que quería y necesitaba era sentirlo lo más cerca posible de mí, y de todas las maneras posibles. Obedecí a su petición, cerrando los ojos con sutileza y respondiendo con un suave gemido al tiempo que me deleitaba con sus caricias proporcionadas a mi cuello, las cuales hacían que un leve estremecimiento recorriera mi espina dorsal y que tanto mi respiración como ritmo cardiáco se vieran alterados.
Con suma paciencia me fui quitando lo que restaba del pantalón con los pies, sin crear ninguna clase de distancia entre nuestros cuerpos, y una vez que me vi totalmente libre de este, lo hice a un lado con una leve patada para que no estorbara y una vez hecho con lo encomendado, poseé mi mano sana sobre su mentón para separarlo con suma suavidad. Le miré por unos cuantos segundos en silencio, deleitándome con aquella mirada rojiza que siempre me robaba el aliento, y deslicé con suma suavidad la punta de mis dedos sobre su piel, desde su sien hasta la base de su cuello.
-Quiero que puedas sentirte feliz a mi lado... necesito saber que puedo hacerte feliz de todas las maneras posibles -susurré entrecortadamente, debido a mi agitada respiración, al tiempo que mi vista se prendía sobre sus labios, hasta que al fin obtuve el valor necesario para reclamarlos con los míos. Le besé sin contemplaciones ni miramientos, con toda la intención de robarme de él cada mínimo aliento y suspiro. Porque quería hacerlo mío, tal como yo ya era de él.
Mi mano se fue deslizando sobre su hombro y brazo, recorriendo la desnuda piel con lentitud y parsimonia, tomándome mi tiempo para sentirle con el tacto hasta que llegué a su costado, justo sobre el borde de su pantalón. Sin dejar de besarle con exigencia, pero a la vez concentrada en las acciones de mi mano, deslicé con suavidad esta por entre nuestros cuerpos y la introduje por la abertura de su pantalón hasta posicionarla en el inicio de su ingle. Enganché tres dedos en el borde de su pantalón y tiré suavemente de este, logrando hacerlo descender un par de centímetros... pero nada más. Era consciente de que con una sola mano, y en aquella postura, no iba a poder quitarle jamás la prenda que tanto ansiaba hacer desaparecer, por lo que me conformé, por el momento, con dejar mi mano quieta allí y aprovechar en su lugar lo más que pudiera del beso que le robaba a Ishida, antes de que la urgencia inevitable de recuperar el aliento nos hiciera separarnos.
Aunque me mantuve firma en mi decisión de no permitir que viera el sonrojo en mi rostro, era imposible contener toda la mezcla de emociones que me estaba provocando en este momento.
Le había dado total autorización para que hiciera con mi cuerpo lo que él más apeteciera... sin embargo eso no significaba que yo debía estar con las manos atadas, ¿cierto? O en este caso en particular, los labios. Por lo que sin esperar más tiempo comencé a recorrer la base de su cuello con la punta de mi lengua al tiempo que mi respiración se agitaba al sentir los movimientos de su mano sobre mi seno. Quería hacerle sentir de la misma manera que yo, dejarle ver de todas las maneras posibles lo especial que me hacía sentir... y lo especial que él era para mí. Y la verdad era que yo no sería nada si no lo tuviera a mi lado.
Llegué hasta el lóbulo de su oreja y comencé a jugar con él, tirando suavemente de la piel con los dientes y lamiéndola al mismo tiempo. Sabía que le gustaba oír toda la clase de sonidos que sus caricias y besos sucitaban en mí, por lo que no me contuve en jadear sobre su oído cuando sus labios se posaron sobre la piel de mi cuello, aunque cuando esta caricia se fue intensificando, no pude evitar tensar el cuerpo y gemir un poco por el dolor causado con su mordida, aunque inmediatamente me relajé cuando la presión desapareció y fue sustituida por suaves besos nuevamente, por lo que me permití reanudar mis jugueteos con la piel de su oreja.
Al fin me separé de aquella área y me permití verle directamente a los ojos cuando él se quitó la camisa de un rápido movimiento y me arrinconó contra la fría pared del baño. Sentir la presión y calor de su cuerpo sobre el mío provocaba que me sintiera la mujer más plena del mundo. ¿No se había dado cuenta ya que mi cuerpo había sido hecho para que el suyo estuviera encima de él? ¿Que amaba sentirlo encima de mí y ejerciendo tal presión que no había espacio alguno entre nosotros? Era de las sensaciones más gratificantes que pudiera experimentar jamás, superada únicamente con el saber que ese hombre era mío, y que me amaba y deseaba tanto como yo a él.
Permití que se deshiciera de mi pantalón e hice la cabeza a un lado, para dejarle libre acceso a mi cuello. Sus palabras y acciones provocaban aún mayor sonrojo en mí, pero ya no me importaba que lo viera... lo único que quería y necesitaba era sentirlo lo más cerca posible de mí, y de todas las maneras posibles. Obedecí a su petición, cerrando los ojos con sutileza y respondiendo con un suave gemido al tiempo que me deleitaba con sus caricias proporcionadas a mi cuello, las cuales hacían que un leve estremecimiento recorriera mi espina dorsal y que tanto mi respiración como ritmo cardiáco se vieran alterados.
Con suma paciencia me fui quitando lo que restaba del pantalón con los pies, sin crear ninguna clase de distancia entre nuestros cuerpos, y una vez que me vi totalmente libre de este, lo hice a un lado con una leve patada para que no estorbara y una vez hecho con lo encomendado, poseé mi mano sana sobre su mentón para separarlo con suma suavidad. Le miré por unos cuantos segundos en silencio, deleitándome con aquella mirada rojiza que siempre me robaba el aliento, y deslicé con suma suavidad la punta de mis dedos sobre su piel, desde su sien hasta la base de su cuello.
-Quiero que puedas sentirte feliz a mi lado... necesito saber que puedo hacerte feliz de todas las maneras posibles -susurré entrecortadamente, debido a mi agitada respiración, al tiempo que mi vista se prendía sobre sus labios, hasta que al fin obtuve el valor necesario para reclamarlos con los míos. Le besé sin contemplaciones ni miramientos, con toda la intención de robarme de él cada mínimo aliento y suspiro. Porque quería hacerlo mío, tal como yo ya era de él.
Mi mano se fue deslizando sobre su hombro y brazo, recorriendo la desnuda piel con lentitud y parsimonia, tomándome mi tiempo para sentirle con el tacto hasta que llegué a su costado, justo sobre el borde de su pantalón. Sin dejar de besarle con exigencia, pero a la vez concentrada en las acciones de mi mano, deslicé con suavidad esta por entre nuestros cuerpos y la introduje por la abertura de su pantalón hasta posicionarla en el inicio de su ingle. Enganché tres dedos en el borde de su pantalón y tiré suavemente de este, logrando hacerlo descender un par de centímetros... pero nada más. Era consciente de que con una sola mano, y en aquella postura, no iba a poder quitarle jamás la prenda que tanto ansiaba hacer desaparecer, por lo que me conformé, por el momento, con dejar mi mano quieta allí y aprovechar en su lugar lo más que pudiera del beso que le robaba a Ishida, antes de que la urgencia inevitable de recuperar el aliento nos hiciera separarnos.
Invitado- Invitado
Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
El tacto sobre el mentón lo desconcentró parcialmente de sus acciones, especialmente porque se vio acompañado de una insistente mirada por parte de su amada. Gustaba de esos cruces, esos ojos suyos le habían conquistado desde un inicio, y el tenerlos ahora para él era sin duda algo que debía agradecer a la vida. Infinidad de veces había coincidido con ellos, y a pesar de eso y por extraño que pareciera, en ese instante le estaban poniendo sumamente nervioso. Condición que terminó siendo evidente cuando la castaña le premió con delicadas caricias que descendieron por el cuello. Por sencillo que fuera ese gesto, consiguió hacerlo sonrojar, tonalidad que se acentuó gracias a la declaración susurrada, exquisitamente decorada con una acalorada respiración que le invitaba a robar nuevamente el aliento de su pareja. Para su fortuna y como si el cielo hubiese leído sus pensamientos, esos maravillosos labios regresaron por si solos a donde debían, invadiéndole con tal pasión que por un momento se sintió débil ante la mujer que le recorría. No era que le molestara sentirse a disposición de ella, sencillamente no estaba acostumbrado a que su esposa le abordara de aquella manera, tomando aunque fuera solo por segundos el control del escenario. Si algún día se le interrogaba al respecto, tendría que confesar cuanto adoraba sentirse dominado.
Lo ideal seguramente habría sido hacerle saber con palabras que ella, Julieta BlackRose, ya le hacía inmensamente feliz y es que el simple hecho de encontrarla a su lado cuando abría los ojos por la mañana y ser también lo último que apreciaba antes de dormir, era ya motivo suficiente para sonreír abiertamente cuantas horas tuviera que pasar en actividad. Aún si en ocasiones no conseguían iniciar la noche juntos, siempre era la imagen de su esposa la que daba paso a sus horas de sueño y descanso, dejándole una cálida sensación en el corazón. Seguramente ella lo sabía, pero escuchar ciertas verdades en voz alta solía ser necesario en ocasiones y el peliblanco entendía perfectamente esa necesidad.
Pero tendría que esperar para dejárselo claro, pues no tenía ni la mas mínima intención de suspender aquel agitado beso, se le terminaba el aire y el desliz sobre su costado definitivamente no ayudaba a administrar pausadamente el oxígeno. La ubicación final de esa traviesa mano que le visitaba fue señal suficiente de que podía avanzar un paso más sin dejarse ver muy desesperado, si algo le disgustaba, era parecer urgido y que por ello su esposa fuese a sentirse ofendida de algún modo. No quería que por su mente cruzara la idea de que el amor que por ella sentía se basaba en deseos carnales. Pero al menos de momento, no parecía ser el caso.
Aferrándose a los dulces labios de su mujer, deslizó ambas manos por su costado, delineando con delicadeza las curvas que le llevaron a topar con la única prenda que seguía estorbando y por debajo de la cual se atrevió a deslizar la mano izquierda, marcando un poco de presión con los dedos como aviso de que ya se encontraba cerca de uno de lo mas grandes tesoros de su vida. En ese instante se vio obligado a separarse de los exquisitos labios de Julieta para tomar aire, siendo consciente hasta ese momento de lo acelerado que se encontraba su propio corazón. Los ojos carmesí hicieron un breve paseo que dio inicio en la boquita que acababa de liberar, generándole un gran deleite el poder apreciar la gran necesidad que ella también tenían de recuperar oxígeno, y de ahí se desplazó a los castaños orbes, bajando casi de inmediato y sin pensarlo a apreciar el estupendo panorama conformado por el pecho de ambos en colisión y al hacerlo, instintivamente se presionó otro tanto contra ese cuerpo que tanto adoraba, permitiendo que un tenue gemido hiciera notar lo placentero que era sentirla de esa manera.
Sin embargo, permitir que la respiración ajena se normalizara sería un desperdicio, así que a favor de hacerla estallar y complacerse en el proceso, desvió el rostro por la izquierda posicionando sin pena alguna el aliento sobre el oído que estaba a punto de invadir. - ¿Eres mía…? -cuestionó con picardía casi en un susurro, dejándose ir inmediatamente contra cada rincón que su lengua era capaz de alcanzar en esa oreja que pasaba a ser la primera piedra del castillo que estaba dispuesto a alzar, devorándole casi con la misma insistencia que mostraría al encontrarse entre sus piernas. De hecho, eso era exactamente lo que venía a su mente cada vez que la idea de humedecer su oído conseguía llevarse a la práctica. ¿Alguna vez se lo había confesado? Lo dudaba, pero de momento no estaba en condiciones de recurrir a la memoria.
Consciente de lo injusto que podría lucir el panorama para Julieta, hizo uso de la mano derecha para deshacerse al igual que ella del estorboso pantalón que su compañera no consiguió retirar por contar solo con un brazo para maniobrar. Sería cuidadoso, precavido al amarla para no lastimarle mas de lo que ya estaba con algún movimiento mal planeado, y no había olvidado que el concepto original era el ayudarle a tomar una ducha, mas no hacía falta preguntar si deseaba cancelar el momento para cumplir al pie de la letra la petición inicial. En ese sentido, las preferencias y prioridades de ambos con frecuencia coincidían, facilitando el disfrute de su tiempo juntos.
No fue hasta que se deshizo de la formalidad del pantalón que dejó descansar el pobre oído de su esposa, dejando de oprimir de momento las perfectas curvas que siempre proclamaba como propiedad privada, siendo así capaz de apreciar el cuerpo casi desnudo de su amada. Al no querer esperar mas, apegó con marcada fuerza la cadera a la de Julieta, siendo necesario el agacharse ligeramente para poder embonar en el punto correcto entre sus piernas, donde fuera capaz de sentirle plenamente y comprobar lo excitado que ya le tenía. Ansioso pero al mismo tiempo bajo relativo control. Silenciosamente se inclinó en busca de otra generosa dosis de sus labios, mientras a dos manos deslizaba la delgada tela que restaba sobre la blanca piel de la dama. Para retirarla por completo sería indispensable el marcar distancia, pero aún tenía un interesante menú en mente antes de llegar a ese punto. A menos de que ella mostrara disgusto por el ritmo llevado, seguiría a ese paso, saboreando hasta la temperatura que con cada roce incrementaba.
Lo ideal seguramente habría sido hacerle saber con palabras que ella, Julieta BlackRose, ya le hacía inmensamente feliz y es que el simple hecho de encontrarla a su lado cuando abría los ojos por la mañana y ser también lo último que apreciaba antes de dormir, era ya motivo suficiente para sonreír abiertamente cuantas horas tuviera que pasar en actividad. Aún si en ocasiones no conseguían iniciar la noche juntos, siempre era la imagen de su esposa la que daba paso a sus horas de sueño y descanso, dejándole una cálida sensación en el corazón. Seguramente ella lo sabía, pero escuchar ciertas verdades en voz alta solía ser necesario en ocasiones y el peliblanco entendía perfectamente esa necesidad.
Pero tendría que esperar para dejárselo claro, pues no tenía ni la mas mínima intención de suspender aquel agitado beso, se le terminaba el aire y el desliz sobre su costado definitivamente no ayudaba a administrar pausadamente el oxígeno. La ubicación final de esa traviesa mano que le visitaba fue señal suficiente de que podía avanzar un paso más sin dejarse ver muy desesperado, si algo le disgustaba, era parecer urgido y que por ello su esposa fuese a sentirse ofendida de algún modo. No quería que por su mente cruzara la idea de que el amor que por ella sentía se basaba en deseos carnales. Pero al menos de momento, no parecía ser el caso.
Aferrándose a los dulces labios de su mujer, deslizó ambas manos por su costado, delineando con delicadeza las curvas que le llevaron a topar con la única prenda que seguía estorbando y por debajo de la cual se atrevió a deslizar la mano izquierda, marcando un poco de presión con los dedos como aviso de que ya se encontraba cerca de uno de lo mas grandes tesoros de su vida. En ese instante se vio obligado a separarse de los exquisitos labios de Julieta para tomar aire, siendo consciente hasta ese momento de lo acelerado que se encontraba su propio corazón. Los ojos carmesí hicieron un breve paseo que dio inicio en la boquita que acababa de liberar, generándole un gran deleite el poder apreciar la gran necesidad que ella también tenían de recuperar oxígeno, y de ahí se desplazó a los castaños orbes, bajando casi de inmediato y sin pensarlo a apreciar el estupendo panorama conformado por el pecho de ambos en colisión y al hacerlo, instintivamente se presionó otro tanto contra ese cuerpo que tanto adoraba, permitiendo que un tenue gemido hiciera notar lo placentero que era sentirla de esa manera.
Sin embargo, permitir que la respiración ajena se normalizara sería un desperdicio, así que a favor de hacerla estallar y complacerse en el proceso, desvió el rostro por la izquierda posicionando sin pena alguna el aliento sobre el oído que estaba a punto de invadir. - ¿Eres mía…? -cuestionó con picardía casi en un susurro, dejándose ir inmediatamente contra cada rincón que su lengua era capaz de alcanzar en esa oreja que pasaba a ser la primera piedra del castillo que estaba dispuesto a alzar, devorándole casi con la misma insistencia que mostraría al encontrarse entre sus piernas. De hecho, eso era exactamente lo que venía a su mente cada vez que la idea de humedecer su oído conseguía llevarse a la práctica. ¿Alguna vez se lo había confesado? Lo dudaba, pero de momento no estaba en condiciones de recurrir a la memoria.
Consciente de lo injusto que podría lucir el panorama para Julieta, hizo uso de la mano derecha para deshacerse al igual que ella del estorboso pantalón que su compañera no consiguió retirar por contar solo con un brazo para maniobrar. Sería cuidadoso, precavido al amarla para no lastimarle mas de lo que ya estaba con algún movimiento mal planeado, y no había olvidado que el concepto original era el ayudarle a tomar una ducha, mas no hacía falta preguntar si deseaba cancelar el momento para cumplir al pie de la letra la petición inicial. En ese sentido, las preferencias y prioridades de ambos con frecuencia coincidían, facilitando el disfrute de su tiempo juntos.
No fue hasta que se deshizo de la formalidad del pantalón que dejó descansar el pobre oído de su esposa, dejando de oprimir de momento las perfectas curvas que siempre proclamaba como propiedad privada, siendo así capaz de apreciar el cuerpo casi desnudo de su amada. Al no querer esperar mas, apegó con marcada fuerza la cadera a la de Julieta, siendo necesario el agacharse ligeramente para poder embonar en el punto correcto entre sus piernas, donde fuera capaz de sentirle plenamente y comprobar lo excitado que ya le tenía. Ansioso pero al mismo tiempo bajo relativo control. Silenciosamente se inclinó en busca de otra generosa dosis de sus labios, mientras a dos manos deslizaba la delgada tela que restaba sobre la blanca piel de la dama. Para retirarla por completo sería indispensable el marcar distancia, pero aún tenía un interesante menú en mente antes de llegar a ese punto. A menos de que ella mostrara disgusto por el ritmo llevado, seguiría a ese paso, saboreando hasta la temperatura que con cada roce incrementaba.
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P.D.No me mates(?) Dx
Xerxes Break- Mad Hatter
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Re: ♦ Residencia Ishida&BlackRose
¿Alguna vez me vería con el valor suficiente para decirle abiertamente que amaba cada uno de sus roces, y el sentirme plenamente suya y al completo? Trataba de demostrárselo cada día con acciones, pero tampoco deseaba que llegara algún punto en el que el albino comenzara a sospechar... Yo era suya y de nadie más, y quería también hacerlo mío en su totalidad.
Mi respiración estaba más que agitada, y no sólo se debía a los apasionados besos de mi esposo, todas y cada uno de los roces con su cuerpo provocaban que se fuera mi aliento sin ser capaz de evitarlo. Obviamente no era la primera vez que estaba de esa manera tan íntima con él, pero podía decir con sinceridad que en cada una de ellas descubría sensaciones y emociones nuevas, como si cada vez fuera la primera. Me mordí el labio inferior con fuerza cuando sentí sus manos recorrer e indagar la única prenda que en esos momentos llevaba puesta. Y que estaba segura que tarde o temprano terminaría por desaparecer a manos de mi pareja. Sonreí ante esa simple idea, aunque inmediatamente después tuve que concentrarme en las acciones del otro, pues por aquel breve descuido el ajeno ya se había tomado el derecho de deslizar una mano por debajo de la negra lencería, provocando que echara la cabeza hacia atrás y cerrara con fuerza los ojos. Mi pecho se tensó ligeramente ante el evidente esfuerzo de controlar el sofoco que esa acción había causado, e inmediatamente después volteé a verlo con el reproche danzando juguetonamente en mis ojos.
Aunque sentí que me había ignorado, porque Ishida ya se había inclinado sobre la sensible zona de mi oreja para susurrar aquellas palabras que hicieron que me hicieron estremecer casi tanto como sus acaloradas y húmedas caricias. Fue inevitable no soltar un hondo gemido ante tal declaración de guerra. Aproveché que mi mano sana aún se encontraba en aquella zona de su cuerpo, aproveché para deslizar el tacto de mi dedo índice por su ingle, hacia arriba, hasta llegar al comienzo de su ombligo y de allí dirigirlo en linea recta varios centímetros más abajo, deteniéndo mi caricia abruptamente a modo de castigo y tortura, tal como me la estaba aplicando a mí en esos momentos.
Sentir su peso contra mi cuerpo era lo más delicioso que podía experimentar, al menos en sentidos que aún entraban en parámetros inocentes. El simple hecho de sentir su brazo encima de mi abdomen o espalda, cuando dormíamos, era más que suficiente para causar un fuerte sofoco en mí. Una clara evidencia de que siempre y en cada momento le necesitaba, pues sin él podía asegurar que estaba completamente perdida.
Traté de inclinar ligeramente la cabeza a modo de traviesa huída al contacto de su lengua, para después apartar mi mano cuando el otro comenzó con la misión de quitarse aquella prenda tan estorbosa que no me dejaba interactuar a gusto. Ahora estábamos, en teoría, en equivalencia, ambos con la misma cantidad de ropa.
Pero lo que jamás me esperé fue aquel repentino contacto entre nuestras caderas. Mis mejillas se tornaron totalmente rojas ante aquella nueva posición, en la cual podía ser totalmente consciente de la dureza de su virilidad. Tragué en seco antes de jadear con fuerza ante aquel aviso de lo que vendría a continuación, sintiéndome avergonzada y poco preparada para aquel momento, el cual deseaba que llegara a su debido momento. Ishida me conocía, y estaba segura que él ya sabía que no iba a permitir que la situación avanzara sin yo antes disfrutar de la deliciosa negativa de darle lo que él tanto ansiaba.
Como hice en el hospital, con mi brazo sano rodeé su cintura y lo atraje hacia mí lo más que pude, provocando que la presión entre nuestros torsos desnudos fuera aún más, y por ende, fuera también misión imposible el que pudiera meter sus manos para poder disfrutar del contacto de algunas curvas de mi propio cuerpo, aquellas a las que le acababa de restringir el acceso con aquella acción. También alcé mi pierna izquierda sólo para rodear su cadera con esta y de esta manera tenerlo aún más apegado a mí. Fue un movimiento de doble filo, pues en esa postura podía sentir su exitación aún más de lo que ya lo sentía, cosa que me provocó un suave gemido y que el sonrojo en mi rostro se intensificara, si es que eso era posible. Pero con ello lograba que para el peliblanco le fuera imposible el desprenderme de la única tela que aún conservaba sobre mi cuerpo. Le mordí ligeramente el labio inferior, dando por finalizado de esta manera el beso que anteriormente había estado correspondiendo con avidez, y me separé de estos para poder recuperar el aliento una vez más y demostrarle la sonrisa maliciosa que iluminaba mis facciones. Le miré con una inocencia que ya sabía de antemano que él jamás me creería, sobre todo en aquel lío en el que le acababa de meter.
-Claro que soy enteramente tuya... aquí, ahora y siempre -musité con voz cargada de pasión, inclinándome lo suficiente para poder alcanzar su cuello con la punta de mi lengua y deslizarla hacia arriba, hasta su oído. Allí reí suave y traviesamente.
¿Cómo le haría ahora para conseguir que yo cediera? Sería sumamente interesante averiguarlo, mientras el juego durara.
Mi respiración estaba más que agitada, y no sólo se debía a los apasionados besos de mi esposo, todas y cada uno de los roces con su cuerpo provocaban que se fuera mi aliento sin ser capaz de evitarlo. Obviamente no era la primera vez que estaba de esa manera tan íntima con él, pero podía decir con sinceridad que en cada una de ellas descubría sensaciones y emociones nuevas, como si cada vez fuera la primera. Me mordí el labio inferior con fuerza cuando sentí sus manos recorrer e indagar la única prenda que en esos momentos llevaba puesta. Y que estaba segura que tarde o temprano terminaría por desaparecer a manos de mi pareja. Sonreí ante esa simple idea, aunque inmediatamente después tuve que concentrarme en las acciones del otro, pues por aquel breve descuido el ajeno ya se había tomado el derecho de deslizar una mano por debajo de la negra lencería, provocando que echara la cabeza hacia atrás y cerrara con fuerza los ojos. Mi pecho se tensó ligeramente ante el evidente esfuerzo de controlar el sofoco que esa acción había causado, e inmediatamente después volteé a verlo con el reproche danzando juguetonamente en mis ojos.
Aunque sentí que me había ignorado, porque Ishida ya se había inclinado sobre la sensible zona de mi oreja para susurrar aquellas palabras que hicieron que me hicieron estremecer casi tanto como sus acaloradas y húmedas caricias. Fue inevitable no soltar un hondo gemido ante tal declaración de guerra. Aproveché que mi mano sana aún se encontraba en aquella zona de su cuerpo, aproveché para deslizar el tacto de mi dedo índice por su ingle, hacia arriba, hasta llegar al comienzo de su ombligo y de allí dirigirlo en linea recta varios centímetros más abajo, deteniéndo mi caricia abruptamente a modo de castigo y tortura, tal como me la estaba aplicando a mí en esos momentos.
Sentir su peso contra mi cuerpo era lo más delicioso que podía experimentar, al menos en sentidos que aún entraban en parámetros inocentes. El simple hecho de sentir su brazo encima de mi abdomen o espalda, cuando dormíamos, era más que suficiente para causar un fuerte sofoco en mí. Una clara evidencia de que siempre y en cada momento le necesitaba, pues sin él podía asegurar que estaba completamente perdida.
Traté de inclinar ligeramente la cabeza a modo de traviesa huída al contacto de su lengua, para después apartar mi mano cuando el otro comenzó con la misión de quitarse aquella prenda tan estorbosa que no me dejaba interactuar a gusto. Ahora estábamos, en teoría, en equivalencia, ambos con la misma cantidad de ropa.
Pero lo que jamás me esperé fue aquel repentino contacto entre nuestras caderas. Mis mejillas se tornaron totalmente rojas ante aquella nueva posición, en la cual podía ser totalmente consciente de la dureza de su virilidad. Tragué en seco antes de jadear con fuerza ante aquel aviso de lo que vendría a continuación, sintiéndome avergonzada y poco preparada para aquel momento, el cual deseaba que llegara a su debido momento. Ishida me conocía, y estaba segura que él ya sabía que no iba a permitir que la situación avanzara sin yo antes disfrutar de la deliciosa negativa de darle lo que él tanto ansiaba.
Como hice en el hospital, con mi brazo sano rodeé su cintura y lo atraje hacia mí lo más que pude, provocando que la presión entre nuestros torsos desnudos fuera aún más, y por ende, fuera también misión imposible el que pudiera meter sus manos para poder disfrutar del contacto de algunas curvas de mi propio cuerpo, aquellas a las que le acababa de restringir el acceso con aquella acción. También alcé mi pierna izquierda sólo para rodear su cadera con esta y de esta manera tenerlo aún más apegado a mí. Fue un movimiento de doble filo, pues en esa postura podía sentir su exitación aún más de lo que ya lo sentía, cosa que me provocó un suave gemido y que el sonrojo en mi rostro se intensificara, si es que eso era posible. Pero con ello lograba que para el peliblanco le fuera imposible el desprenderme de la única tela que aún conservaba sobre mi cuerpo. Le mordí ligeramente el labio inferior, dando por finalizado de esta manera el beso que anteriormente había estado correspondiendo con avidez, y me separé de estos para poder recuperar el aliento una vez más y demostrarle la sonrisa maliciosa que iluminaba mis facciones. Le miré con una inocencia que ya sabía de antemano que él jamás me creería, sobre todo en aquel lío en el que le acababa de meter.
-Claro que soy enteramente tuya... aquí, ahora y siempre -musité con voz cargada de pasión, inclinándome lo suficiente para poder alcanzar su cuello con la punta de mi lengua y deslizarla hacia arriba, hasta su oído. Allí reí suave y traviesamente.
¿Cómo le haría ahora para conseguir que yo cediera? Sería sumamente interesante averiguarlo, mientras el juego durara.
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